LAS habituales tropas -o cuadrillas de arreo de ganado- de Aysén, podían tardar meses en llegar a su lugar de destino, en medio de duras y frías jornadas. Pero con el paso del tiempo esta actividad se ha ido apagando ante el avance progresivo de las rutas y caminos en la región.
Vestidos a la usanza gauchesca, y acompañados de sus infaltables perros guías, los troperos y las manadas solían avanzar a paso lento por las "huellas" o sendas de penetración que se internaban por acantilados, vadeando ríos y sorteando una enmarañada naturaleza que a muchos les costó la vida.
"El tema de las tropas tenía que ver con las lejanías y el traslado de los animales desde los centros de producción de los campos a los lugares de venta", explica Manuel Guzmán, presidente de Faga, entidad que representa unas 12 organizaciones de agricultura familiar campesina en Aysén. "Cada vez se ven menos. Los accesos están mejorando y ahora los caminos llegan a lugares más apartados. Además, en la zona centro de la región las tropas ya no están permitidas en caminos asfaltados", agrega.
La XI Región cuenta hoy con una red vial de unos 3.150 kilómetros, de los cuales unos 1.080 corresponden a la Carretera Austral, hasta Puerto Yungay, antesala de los 100 kilómetros que la separan de Villa O'Higgins, extremo sur de la región.
Este panorama poco tiene que ver con el que enfrentaron los colonos y pioneros, de los que se considera que cerca de un 70% se dedicó a la agricultura y ganadería tras intensificar su asentamiento en la zona en la primera mitad del siglo XX. "No había caminos y los animales prácticamente desfilaban de dos o a tres en filas inmensamente largas, que podían ser de varios kilómetros. Una de las tropas más grandes que alcancé a ver fue una de 2.500 animales", recuerda Teresa Catalán en Cochrane, cuyo abuelo murió de una enfermedad pulmonar tras duras jornadas de arreo.
Las fuertes ventiscas, lluvias y nevazones, en jornadas a caballo que podían superar las 12 horas, se convirtieron en duros retos para troperos que pernoctaban a la intemperie y con sus aperos de montura como implementos para dormir. "La mayor masa ganadera se dirigía al Lago O'Higgins. Había que cruzar en lancha y demoraba mucho. A partir de abril, además de los días de arreo, había que pelear con la nieve y abrirse paso con picotas en caminos malos. Era muy riesgoso y muchos de ellos podían morir en la Cordillera", rememora René Guzmán, quien tropeó en los años ochenta desde la lejana Villa O'Higgins.
Según los Formularios de Movimiento Animal entregados al SAG Aysén por los usuarios, en 2009 se registraron 16.717 traslados en medios de transporte, cifra que ascendió a 89.082 en 2010. En lo que va de este año la cifra supera los 65 mil animales.
La tarifa para carga en camiones -en los que se evita la pérdida de peso del animal por los días de arreo- puede llegar a $ 1.800 por kilómetro, en una región en que los trayectos entre una y otra localidad supera los 100 kilómetros, en promedio. Por esta razón, pequeños agricultores sostienen la necesidad de extender los subsidios a los traslados de ganado.
En opinión de campesinos, en el retroceso de las tropas han incidido la eventual disminución de masa ganadera -el último censo agropecuario de 2007 cifraba en 193 mil las cabezas de bovino-; la reducción de las extensiones de campos, con la consiguiente menor disposición de forraje, más la extensión de ferias regionales en la zona sur y norte de la región como alternativa a la tradicional feria de Coyhaique para negociar el ganado.
Sin embargo, el progresivo desarrollo también ha alterado otras arraigadas costumbres en las estancias ganaderas. "Desde los 14 a los 22 años participé en el arreo de animales que hacía mi abuelo (…) y se ha ido perdiendo esa parte linda del arreo del ganado. Antes, además, había gente que capaba a mano, con cuchillos. Gente que capaba los ovinos hasta con los dientes. Ahora se ocupan otras técnicas, como el enmasculador", explica Felipe Klein, descendiente de inmigrantes españoles en Coyhaique.
Hoy, en Aysén el tropeo de ganado se emplea principalmente para el traslado de animales en los períodos denominados de invernada-veranada, que consiste en aguardar la temporada estival para llevar a los animales a zonas de pastoreos libres de nieve.