Un perfil es como un "documental escrito", dice la periodista argentina Leila Guerriero. Una entrevista en un café no basta. Veinte minutos, una hora conversando, tampoco, dice. A ella no le bastan. Tiene que verlos fuera de casa, en el supermercado, pagando cuentas, en cualquier otra parte, menos la obvia. Para escribir el del pintor Guillermo Kuitka lo siguió casi tres meses. Al fallecido Fogwill lo acompañó a buscar a sus hijos y lo apoyó mientras sacaba el auto del mecánico. Con Nicanor Parra estuvo un día entero en su casa en Las Cruces. Los interrogó sobre su niñez, los dejó hablar de más. En ninguno de los textos que les dedicó a ellos la literatura o el arte son el tema primordial. Leila quiere otra cosa: "Un mapa del funcionamiento de su cabeza".

No es poca cosa. Es lo que Guerriero viene intentando desde hace años. Quizás desde inicios de los 90, cuando llegó sin aviso al diario Página 12 y se quedó con una columna. Nombre central de la crónica latinoamericana, la directora de la colección Mirada Crónica de Tusquest Argentina cruzó las fronteras de la prensa con el libro Los suicidas del fin del mundo, una investigación sobre una ola de suicidios en un pueblo de la Patagonia perdida. Recogió sus mejores crónicas en Frutos extraños (2009) y ahora publica con ediciones UDP Plano americano, una selección de sus perfiles más culturales.

Propuesta del editor Matías Rivas, el volumen recoge perfiles de 21 escritores, artistas, cineastas, periodistas y fotógrafos que Guerriero ha publicado en medios latinoamericanos. El de Parra, por ejemplo, salió en el suplemento Babelia del diario El País la semana en que ganó el Premio Cervantes. Antes del galardón, el texto ya estaba cerrado. Además, Plano americano recoge artículos sobre Uhart, Fabián Casas, Ricardo Piglia, Sara Facio, Aurora Venturini, Facundo Cabral y Lucrecia Martel, entre otros.

El único inédito es uno que reconstruye y despeja los múltiples misterios sobre Roberto Artl. Un poco más que en el resto de los perfiles, Guerriero es fragmentada, avanza a saltos por las pistas falsas del eco de Arlt. Mientras reconstruye la misteriosa personalidad del autor de Juguete rabioso, incluida su estadía en Chile, da con su hijo. Roberto Artl hijo es elusivo, tampoco quiere hablar. Es el corazón de un perfil de su padre: "Hacer un perfil es como armar un puzzle, pero sin la foto de referencia. Cuando encontrás la pieza que falta sentís una euforia que saldrías gritando al balcón", dice Guerriero, una mujer delgada y de furioso cabello crespo que no grita por el balcón.

Nacida en Junín en 1967, su padre tenía alma de aventurero y a inicios de los 80 subió al auto a su familia y cruzaron la Cordillera de los Andes por un camino de piedra. Llegaron a Copiapó de noche. Hace poco volvió a la zona para trabajar en un reportaje del que no revela nada. Pero está cerca de lo que ella llama su primera curiosidad: "El mundo de los escritores, de la plástica, de los humanistas siempre me llamó la atención y es una de mis curiosidades, pero no es la única ni la más grande. Diría que sí lo son las cuestiones sociales".

Cuestiones sociales como el mayor dueño de ganado en Argentina o un deportista que fue un héroe y que muere solo y pobre en un pueblo. En esos perfiles, Guerriero desentraña anomalías inesperadas. Acá, en los 21 de Plano Americano, quiere saber qué hizo de estos artistas unos anómalos: "Estoy interesada en saber quién es esta persona que produce estas obras. La mayoría están un poco corridos de la comodidad, de cierta cosa burguesa. Y yo quiero saber cómo lidian con esta faceta distinta, artística. Todos tienen un grado de cierto desacomodamiento. No son personas fáciles".