PIERRE MANENT al inicio de su Curso de Filosofía Política, hablando de por qué nos cuesta aceptar la idea de “autoridad”, nos remite, vía Max Weber, al creciente conflicto entre ciencia y valores (la libertad, desde luego) en el mundo moderno. Entre, por un lado, la ciencia que no admite misterios, y alimenta nuestros deseos por saber más sin proveer un único sentido y, por el otro, nuestro afán por querer hacernos de sentidos que, sin embargo, al descubrirse plurales, no compartidos por todos en una comunidad, se les puede cultivar sólo en ámbitos acotados, a nivel privado. ¿Qué puede exigir el Estado, qué la nación, qué la religión, qué la conciencia individual, en escenarios de esta índole? El libro de Manent -ésta, su primera lección- acaba de ser publicado por el Instituto de Estudios de la Sociedad (IES).

Lo menciono porque tanto su temática como la manera como la aborda (un lujo de claridad sintética), es lo que uno quisiera y esperaría de un curso de filosofía, no sólo en una universidad, también en la secundaria. Esto es, de un profesor que pueda abrirle la mente y asombrar a estudiantes con el mundo y sus dilemas, teniendo en cuenta, por cierto, las capacidades de sus alumnos. Ahora, que Platón, Cervantes y Shakespeare, Rousseau y Montesquieu, Marx y Adam Smith, la Mistral y Neruda, Allende, Pinochet y el neoliberalismo, son complicados, es evidente, pero ¿cómo los obviamos? Lo de Manent es explicar y relacionar, he ahí su talento.

¿De qué educación hablamos si no podemos hacernos cargo de la filosofía, la literatura, y la historia política que nos sitúan no sólo en el mundo que vivimos, también en la reflexión y acción pasadas que heredamos? Cualquiera que sean las dificultades que suponen -no menores, por eso se les “enseña”-, sin estas asignaturas, ¿qué cabe esperar de nuestra convivencia futura ciudadana? ¿Es que en serio se cree que transversal y temáticamente en Lengua y Literatura, Naturaleza y Sociedad, Consejo de Curso y Formación Ciudadana, se les puede abordar? Éstas las “áreas del saber” que propone el Mineduc a cambio.

El trasfondo de esta medida es vieja historia. Data de 1870-80 cuando fueron suprimiendo el latín, debate al que harían bien revisar los que están por eliminar filosofía e historia. Allí también se optó por ir volviendo una disciplina en “electiva”, se dijo que no se tenían profesores competentes y, tras degradaciones posteriores, llegamos a nuestros días en que campean patéticos niveles de lectura (de cualquier colegio), incapacidad de formar a buenos profesores, fin de la excelencia y selección, etc.

Años atrás decidí no hacer clases a alumnos de pedagogía y licenciatura en historia. Venían maleados, adoctrinados por profesores activistas. Opté por impartir clases a futuros abogados, hasta que en el 2009, el activismo se apoderó de Pío Nono. Fue entonces que un profesor amigo me dijo que me resignara, que Derecho e Historia se han convertido, como el latín, en lenguas muertas, bueno sólo para algunos pocos muy selectos.