La guerra civil, la rebelión contra Muammar Gaddafi y la caída de su régimen, gracias a los ataques aéreos de la OTAN y la acción de los insurgentes, han desencadenado dinámicas peligrosas para la unidad de Libia. Escenario que ha quedado en evidencia en el último Indice de Estados Fallidos, donde el país norafricano aparece como el que más empeoró en sus índices políticos, sociales y económicos entre 2011 y 2012 en el ranking que desde 2005 elabora el centro de estudios norteamericano Fund for Peace.

A pesar de que la caída de Libia en el Indice de 2012, según sus autores, no es sorprendente, lo que sí es notable es la magnitud de ese descenso. Los 16,2 puntos de diferencia entre el puntaje logrado en 2011 (68,7) y el de 2012 (84,9) representan la mayor caída interanual de un país en la historia del ranking, eclipsando el récord anterior de 11,9 puntos experimentado por Líbano entre 2006 y 2007, a raíz del conflicto bélico que mantuvo con Israel. En cuanto a su posición en la lista, Libia pasó del lugar 111 en 2011 al 50 entre los Estados más fallidos en 2012.

Además de Libia, otros países que vieron empeorar su puntaje notablemente fueron Japón, debido al terremoto, tsunami y la posterior crisis nuclear, junto a Siria, Yemen y Túnez, a raíz de las revueltas de la Primavera Arabe. El país más fallido del mundo sigue siendo Somalia, por quinto año consecutivo. Este país del este de Africa se encuentra asolado por la pobreza extrema y la piratería. En la otra punta del ranking se encuentra Finlandia, el país menos fallido del mundo por segundo año consecutivo, que, además, ha sido uno de los menos afectados por la crisis europea. Ocho de los diez Estados menos fallidos del mundo son del Viejo Continente, mientras que seis de los diez Estados más fallidos del planeta (incluidos los cinco primeros) son africanos. El único Estado americano en esta última lista es Haití (ver infografía).

El caso de Libia

Como era de esperar para Libia, que experimentó un brutal conflicto civil, muchos de los puntajes de sus indicadores empeoraron significativamente. Por ejemplo, el grupo de agravios aumentó en un punto completo, expresando la ira de gran parte de la población hacia el ahora depuesto gobierno. Lo mismo sucedió con el indicador de refugiados y desplazados internos.

Los indicadores económicos también fueron golpeados severamente, en casi un punto entero, en gran parte como resultado de la reducción de la productividad, más aún en un país donde el 97,5% de los ingresos comerciales totales proviene de las exportaciones de petróleo y el gas. Sin embargo, de todos los índices, los más fuertemente afectados fueron los políticos. Por ejemplo, el factor de intervención externa -graficado por los ataques aéreos de la OTAN- se elevó de 4,4 en 2011 a 9,0 en 2012. Los indicadores relativos a los servicios públicos y aparato de seguridad también experimentaron cambios.

En su análisis sobre Libia, el informe destaca los riesgos que implica para el país la competencia entre las milicias por el control del territorio y la influencia. En marzo, 3.000 líderes tribales de la oriental Cirenaica, tradicionalmente recelosa a todo lo que proviene de Trípoli, anunciaron la formación de un gobierno regional autónomo. Por su parte, las ciudades de Misrata y Zintán, que jugaron un papel central en el derrocamiento de Gaddafi, son feudos en los que la autoridad federal no existe. El fin de semana el gobierno libio envió tropas al oeste del país para poner fin a seis días de enfrentamientos entre milicias rivales, en el último signo de inestabilidad.