Con ese matiz autodestructivo que, en general, la muestra desaprovechando sus múltiples riquezas naturales, también Argentina desperdicia hoy al mejor futbolista del planeta. Lionel Messi le pertenece, pero nadie lo protege. Ni la selección, que juega al revés de lo que él necesita. Ni la gente, que lo insulta y hasta le cuestiona que casi ni mueve los labios al cantar el himno. Ese crack, nunca agraviado en Barcelona, comenzó justo en la Copa América de su país un curso tan forzado como acelerado contra el hostigamiento, pero le cuesta asumirlo. Tanto sufre por estas horas, que ni siquiera tiene ganas de salir de la concentración para compartir con su familia.
"Dale, Lionel, no te vas a quedar acá encerrado. Salí un rato, te va a venir bien", le dijo el viernes Javier Mascherano, su compañero de Barcelona y capitán de Argentina. Y Messi abandonó la negativa inicial, le hizo caso y dejó el complejo de Ezeiza. Eso sí, aunque el límite horario de retorno era próximo a la cena, el "10" regresó un par de horas antes…
Esa postal refleja cómo se halla después de los dos decepcionantes empates de Argentina, 1-1 con Bolivia y 0-0 con Colombia, aunque en esta segunda oportunidad, agravado por una condena popular como hace tiempo la "Albiceleste" no recibía, una reacción de los hinchas que envolvió a todos, inclusive a Leo.
Para él resultó un impacto letal, que lo hundió en la desesperación y en los nervios. Se observó en la cancha, donde pareció atado por un inexistente funcionamiento colectivo. Y también se verificó puertas adentro, en esa discusión que mantuvo con Nicolás Burdisso en el último minuto de juego y que se trasladó al vestuario. El defensor le gritó porque no corrió la última pelota y Messi lo mandó a… buena parte. El jueves se reconciliaron. El camarín está OK. Eso sí, hay debates porque no entienden las razones de tan pobre rendimiento.
Un detalle que Lionel sigue sin comprender: el ranking de amor que arman los argentinos, que ubica en el primer puesto a Carlos Tevez y no a él. Un interrogante que se acentuó por los agravios del miércoles.
Parece desbordado por las presiones. Y está deprimido. Triste. En silencio. Su única frase pública fue bien breve. Prometió la clasificación de Argentina y aseguró: "Me siento bien y con ganas". Nada más. Y no es así en ningún sentido. Ni en el físico, porque padece una molestia en el tobillo derecho. Tampoco en lo anímico. Desde el cuerpo técnico cuentan que en las últimas horas "no lo vimos sonreír, como lo hace habitualmente".
No es casual que Jorge Messi, su padre, haya salido a hablar con un tono que sugería piedad: "Leo está muy mal. Nunca lo vi así". Más de papá Messi: "Cuando llegó al país la ilusión era muy grande. La gente le daba aliento, lo respaldaba. Y lo mismo en los amistosos. Pero esto es muy duro. Es la primera vez que lo silban". Y puntualizó un ítem que le reprochan: "Hay gente que lo critica porque no canta el himno... Si supieran los ofrecimientos que nos hicieron para jugar para España. Leo no necesita demostrar su sentimiento argentino".
¿Qué siente Messi? "No sé si lo que siente es fastidio, quizá sea un poco de frustración, por el hecho de querer y que las cosas no salgan. Seguro que los insultos no le gustan. A mí tampoco", contesta Mascherano. "Tiene personalidad para superar las adversidades. Se desvive por jugar con esta camiseta. Podría haber jugado para España, pero quiere a la selección", sentencia Sergio Batista. "El pibe está mal. Y es lógico. Es calladito, modesto, muy bueno, de familia. Pero es un crack y va a salir. Contra Costa Rica va a llegar muy bien", dice Carlos Bilardo.
Para que Messi reaccione le hablaron sus familiares, los compañeros y el entrenador, que mañana sí lo hará sentir más cómodo con otro esquema y con nuevos jugadores (ver pág. 104). Es más: ayer recibió una visita sorpresiva, la de Juan Sebastián Verón, su compañero de habitación en Sudáfrica 2010 y consejero. Tal vez la "Brujita", con su experiencia, ayuda a que el Messi de la selección empiece a parecerse al del Barcelona.