Una autopsia. Eso es lo que busca realizar con Sigmund Freud el polémico filósofo francés Michel Onfray durante 500 páginas. "Deseo mostrar que el psicoanálisis es el sueño más elaborado de Freud, un sueño, y por tanto una fabulación, un fantasma, una construcción literaria...", se lee en Freud, el crepúsculo de un ídolo. El libro acaba de llegar a Chile, el año pasado fue publicado en Francia y dio paso a una serie de controversias en ese país.

Onfray entra al tanatorio enfundado de cartas, ensayos y biografías para develar la trastienda de esa herramienta filosa que ha servido para comprender el inconsciente. "La biografía intelectual de Freud se confunde con la biografía intelectual del freudismo, que engloba, como es obvio, la biografía intelectual del psicoanálisis", apunta Onfray sobre quien, según él, consagró su vida "a dar la razón a su madre, para quien encarnaba la octava maravilla del mundo".

No hay tregua. Onfray recurre, como es su estilo, a la ironía y al sarcasmo para atacar a quien define como un mentiroso, cocainómano, oportunista y, finalmente, un ser obsesionado "por el éxito, el dinero y la fama".

El enredo genealógico

Autor de más de 50 libros, Michel Onfray (1959) publicó hace cinco años Tratado de ateología, obra que se transformó en un bestseller en Francia, con más de 200 mil ejemplares vendidos. Aunque para Onfray Dios no ha muerto, su existencia es válida a partir del cuestionamiento a la religión. Finalmente, lo único verdadero termina siendo la vida en la tierra. Luego, su libro El cristianismo hedonista fue la continuación de aquella crítica.

Mientras preparaba Freud, el crepúsculo de un ídolo, Onfray fue consultado sobre qué estaba escribiendo. Su respuesta: "Rehabilitaré el psicoanálisis como un chamanismo posmoderno".

Freud continúa en el tanatorio examinado por Onfray. "Freud se pretende sin influencias, sin biografía, sin raíces históricas: la leyenda lo exige". La frase la escribe en el capítulo "Destruir a Nietzsche", donde quiere dejar en evidencia el deseo de Freud por despegarse de la filosofía y de la influencia de Nietzsche. "Resulta difícil, entonces, señalar las fuentes filosóficas del pensamiento de un filósofo que no quiere serlo y aspira a la condición de científico" .

Onfray se preocupará en el recorrido por no disminuir la adrenalina de su discurso. Por ejemplo, plantea reiteradas preguntas, al parecer ingenuas, que en los siguientes párrafos responderá bombardeando al lector con nutridas afirmaciones. Acá una: "¿No es Freud el que piensa que una palabra deformada en una conversación, un manojo de llaves perdido, la elección de una profesión o una pareja sexual (...) pueden tener una explicación psicoanalítica, que termina siempre por invocar la famosa hipótesis suprema del inconsciente?".

Onfray le enrostra a Freud su biografía, lo que llama "el enredo del árbol genealógico freudiano". Su progenitor se casó a las 16 años y a los 33 enviudó. Se muere su segunda esposa y con la tercera hay una diferencia de 20 años. El último hermano de Freud muere a los siete meses de haber nacido, "lo que Sigmund reconoce como un alivio".

Pero cada uno tiene su pasado: el propio Michel Onfray se crió en un hogar muy pobre y a los 10 años fue abandonado por su madre en un orfanato.

Atacado por sus pares y alabado por su público, Onfray cumplió con su propósito cuando apareció El crepúsculo de un ídolo. Bernard-Henri Lévy -otro polémico intelectual francés- escribió una columna en el diario El País: "Me cuesta reconocer en este entramado de trivialidades, más necias que maliciosas, al autor de algunos libros -El vientre de los filósofos, entre otros- que tan prometedores me parecieron hace 20 años. El psicoanálisis, que ha conocido días peores, lo superará. No estoy seguro de que Onfray pueda hacerlo".

A su vez, la psicoanalista e historiadora francesa Elisabeth Roudinesco no fue menos crítica: "Onfray sintetizó las críticas de la extrema derecha, las del puritanismo americano y las de la extrema izquierda libertaria, o sea, una verdadera impostura. Sobre todo, porque no sabe nada de la historia de Freud ni del psicoanálisis, copió a los antifreudianos e hizo una lista de errores que son más bien divertidos y que su editor no corrigió".