Patricio Mekis asumió en junio de 1976 como alcalde de Santiago y rápidamente puso en marcha las obras que tenían en mente los arquitectos municipales Carlos Aliaga y Alvaro Guridi para renovar el centro, ante la fuga de locatarios y residentes hacia la pujante Providencia. El centro de los 70 amenazaba quedar despoblado. "El 15 de enero de 1977 nos reunimos en la gerencia del Banco de Chile de Ahumada con los vecinos y se dio el vamos al proyecto de paseo peatonal", recuerda Guridi. A la salida, le dieron el cheque de 15 millones de pesos de la época, que fue el aporte de los vecinos para las obras, que empezaron oficialmente el 1 de febrero de 1977.
Las cuatro cuadras de Ahumada estaban atestadas de vehículos y gente. Cuatro recorridos de micros pasaban por ahí. Los taxis eran tantos que se demoraban 10 minutos en recorrer cuatro cuadras. "En cada luz roja, la gente bajaba a la vereda para caminar más holgado", recuerda Guridi. El había estudiado en Madrid, en 1970, y había visto la construcción de los paseos entre la Puerta del Sol y Gran Vía, y trajo la idea a Chile de hacer un paseo peatonal urbano. También había visto otro en Munich. Sabía que revalorizaría el centro, pero en Chile reinaba la duda.
"Providencia primero se había llevado a los residentes en los 50, luego las oficinas y las tiendas", dice Guridi. Pronto no quedaría nada. Pero las críticas llovían. Hasta la prensa fue despiadada: "Peatonizar el centro", editorializaban, "creará más congestión y contaminación, por las aglomeraciones en su entorno". Algunos pensaban que se iba a cobrar peaje. Los comerciantes opinaban que el chileno era cómodo y que le gustaba comprar casi sin bajarse del auto o en la puerta de la micro. O que, simplemente, preferiría otros barrios. Nadie quería involucrarse en una aventura. Hasta que la rotura de la Alameda por el Metro, en 1973, dio la oportunidad de hacer la prueba. Se cerró el tránsito por Ahumada por dos años y eso les demostró a los locatarios que sí se podían eliminar los autos, sin disminuir el corte de boletas", recuerda Guridi. Ahumada, gracias al forado del Metro, estaba convertido en estacionamiento informal y en nido de mendigos.
Finalmente, Patricio Mekis, en un viaje a Buenos Aires, vio el paseo Florida en el microcentro y se convenció de que ese podía ser el sello de su período edilicio. A su regreso, desempolvaron el proyecto de Alvaro Guridi y el director de Obras Carlos Aliaga y se pusieron a convencer a los vecinos con planos en mano.
"Mekis tenía un gran poder de convicción. Ese era su talento y su cercanía con la gente", cuenta Guridi. Su primera obra fue remodelar el frontis del Teatro Municipal, trayendo una pileta y árboles. El alcalde lo había hecho tan bien que los vecinos (varios bancos, la Sociedad Tatersall y numerosos propietarios) le autorizaron hacer el paseo en la primera cuadra de Ahumada "para probar": entre Compañía y Huérfanos.
Unas 150 personas trabajaron en las obras. "Muchos todavía recuerdan los innovadores carteles 'Estamos trabajando para usted' con el león del escudo municipal con casco", dice riendo Luis Fifo Eyzaguirre, ex seleccionado de fútbol, quien tiene un quiosco al llegar a Huérfanos desde esa época. "Los trabajos duraron un año y mucha gente se fue pensando que se iría a la ruina". El resistió y conservó el quiosco, aunque tuvo que pagarlo de su bolsillo. Los caricaturistas de la época se "hacían la América" con los incidentes que trajeron las obras: una docena de personas que cayó a hoyos de tierra, pasarelas de madera para acceder a las lujosas tiendas y el enigma de cómo iban a impedir el paso de autos desde calle Compañía, si con árboles, toperoles, una cadena o un carabinero. Sólo los arquitectos sabían que se habían encargado juegos de agua a la empresa de piletas Laborde, que partían del suelo y que no interrumpían el paso peatonal. "Una semana antes de la inauguración hicimos una prueba", recuerda Guridi. "Como a las 11 de la noche llevamos a Mekis. El silencio era total. Prendieron el asunto y nos sorprendió el enorme ruido que hacía el agua al salir proyectada y caer luego en las rejillas. Luces iluminaban los chorros desde abajo". Pero en el día, con el ajetreo humano, el ruido no molestaba. Los arquitectos habían pensado un modelo integral, de cielo, agua y tierra. Pusieron por primera vez faroles que iluminaban las fachadas de los edificios, las que fueron limpiadas de toneladas de hollín y contaminación, y tres piletas de agua.
El año de las obras pasó rápido. El 22 de noviembre de 1977 estaban listas. Se invitó a autoridades militares y se cortó la cinta con una banda de la Fuerza Aérea. Una semana después, el propio Pinochet, inusitadamente, hizo detener su auto en Compañía y se bajó a caminar con Lucía Hiriart.
Todavía quedaban trabajos pendientes. En enero del 78 se terminó totalmente la extensión de las otras tres cuadras aledañas y se concluyó con otro juego de agua, que cerraba el paseo al llegar a la Alameda. Mekis convenció al director del Metro para que hiciera una salida no contemplada hacia Ahumada con las primeras escaleras mecánicas públicas en Chile.
El éxito fue total. Los arriendos subieron. Las construcciones mejoraron. Hoy, 35 años después, por Ahumada pasan 2,5 millones de personas diarias.
"La renovación urbana empezó por el Paseo Ahumada, atrayendo al centro desde el hombre de cuello y corbata hasta el tipo de camiseta", piensa Guridi.
Mekis quiso continuar la remodelación con las casonas del barrio Brasil, hacer un barrio cultural como en París y renovar la Vega. Pero el 27 de enero de 1979, Patricio Mekis cayó hacia una ladera de un cerro, por una baranda de su casa, en Vichuquén, que se habían comido las termitas. El 1 de febrero empezaron las obras del Paseo Estado y los obreros colocaron una corona de flores negras en la primera tapia de madera, que bloqueó la calle por Alameda.