Desde su aparición en las librerías francesas en 2013, aunque principalmente tras la primera edición en inglés del año pasado, El Capital en el Siglo XII acaparó el interés de economistas, políticos y académicos de todo el mundo. Son muchos los rankings que lo ubicaron como el "Libro del Año". Incluso el influyente Financial Times, crítico del uso de estadísticas que hace parte de la obra, lo elevó a esa categoría.

La tesis de Piketty de la inherente -y creciente- desigualdad del sistema capitalista originada en el mayor rendimiento del capital (principalmente riqueza heredada) versus el nivel de expansión del crecimiento y de los ingresos del trabajo, ha sido objeto de amplio análisis entre sus pares.

Hay alabanzas. El premio Nobel Paul Krugman lo calificó como un trabajo "erudito" que "derriba el más preciado de los mitos de los conservadores: la insistencia en que estamos viviendo en una meritocracia en la que la gran riqueza se gana y se merece".

Pero también hay amplias refutaciones a las premisas de El Capital. Quizás una de las más detalladas es la del ensayo "Pesimismo medido, no medido, mal medido e injustificado", de la economista e historiadora Deirdre McCloskey.

El trabajo de McCloskey, de la Universidad de Illinois en Chicago -traducido al español por la Fundación para el Progreso (FPP)- cuestiona en primer lugar el foco de Piketty en la desigualdad medida en el coeficiente de Gini, sin prestar demasiada atención, dice, al mejoramiento de las condiciones objetivas que ha experimentado la clase trabajadora.

"Lo que le preocupa a Piketty es que los ricos posiblemente se enriquezcan más, aún cuando los pobres también se enriquezcan más. En otras palabras, lo que le preocupa es exclusivamente la diferencia, el coeficiente de Gini, un vago sentimiento de envidia elevado a la calidad de proposición teórica y ética".

Para McCloskey, la tesis central del economista francés sobre la creciente brecha entre ricos y pobres derivada del diferencial entre ingresos del capital y del trabajo, sólo sería cierta, subraya, bajo los supuestos de que: sólo la gente rica posee capital; el capital humano no existe; que los ricos reinvierten sus retornos -nunca pierden capital por flojera o destrucción creativa-; y que la herencia es el mecanismo principal, y no la creatividad, para elevar el crecimiento.

"Sin embargo, según los datos propios que (Piketty) ha captado ingeniosamente con su investigación, como lo admite sin tapujos y sin permitir que tal admisión eleve su pesimismo,sólo en Canadá, Estados Unidos y el Reino Unido la desigualdad de ingresos ha aumentado en forma considerable", señala McCloskey.

La visión "apocalíptica" de Piketty, dice la autora, excluye erróneamente de la definición de riqueza el capital humano, "de propiedad de los trabajadores, que en los países ricos ha crecido hasta llegar a ser la principal fuente de riqueza".

Adicionalmente, apunta que "al estar tan obsesionado con la herencia", El Capital no da la necesaria importancia a la "ganancia empresarial", es decir, a la creación de valor que muchas veces "ha hecho ricos a los pobres". Añade: "a menudo sucede, al contrario de lo que afirma Piketty, sin hablar del abaratamiento de nuestros bienes gracias a las inversiones de riqueza que hacen los ricos, que la gente con más dinero ha logrado eso por ser más ingeniosamente productiva, para beneficio de todos nosotros".

McCloskey argumenta a continuación que la evidencia histórica da cuenta que las principales mejoras en las condiciones económicas de los más pobres han sido más resultado de "El Gran Enriquecimiento" -como denomina al aumento de la riqueza general en las sociedades liberales-, que a las políticas redistributivas. Piketty, que plantea elevar los impuestos al capital para traspasar parte de esas rentas hacia los sectores menos favorecidos, tampoco aporta pruebas de lo contrario, dice la autora.

Finalmente, McCloskey se detiene en el que, a su juicio, es "el problema técnico fundamental" de Piketty: su escaso entendimiento sobre las curvas de oferta y demanda.

Dice que al abordar la disminución de la demanda de un bien en un contexto de escasez de oferta y altos precios, -que conducirá a una restauración del equilibrio de precios- el autor "confunde el desplazamiento a lo largo de una curva de demanda con el desplazamiento de toda la curva, un error de primer semestre en la universidad".

El análisis correcto, afirma, es que cuando el precio es demasiado alto, no toda la curva de demanda "restaura el equilibrio (...) sino una curva de oferta que a la larga termina desplazándose hacia afuera", ante la mayor escasez del producto.