Era domingo. El cielo limpio, la brisa y los primeros árboles floridos anunciaban la primavera. Recién llegada a Santiago, María Graham salía a conocer la gran diversión popular: las chinganas. En el campo abierto se levantaban ramadas que ofrecían música, comida y bebida. Los chilenos, observa la viajera inglesa, "parecen gozar extraordinariamente en haraganear, comer buñuelos fritos en aceite y beber diversas clases de licores, especialmente chicha". Es un ambiente de fiesta. Se oyen guitarras, arpas y tamboriles. Llegan hombres, mujeres y niños, a pie , en carreta o a caballo. Y "aunque la aristocracia prefiere la Alameda, no deja de concurrir también a las chinganas, donde todos parecen sentirse igualmente contentos", anota en su diario, el 29 de agosto de 1822.
Chile tenía entonces cuatro años de vida independiente, desde la Declaración de 1818. Era una república aún en formación y persistían muchas tensiones entre el pasado colonial y el ímpetu libertador. Chiloé seguía en manos realistas. La lucha por la Indepencia había dejado heridas que todavía no cicatrizaban, como el asesinato de los hermanos Carrera. Y las relaciones entre O'Higgins, San Martin y Lord Cochrane estaban cruzadas de rivalidad y sospechas.
La pintora y cronista inglesa fue testigo de todo ello. Casada con el capitán británico Thomas Graham, viajó con él a Sudamérica. En Brasil, su esposo enfermó grave y murió cuando cruzaban el Cabo de Hornos. Fue enterrado en Valparaíso en abril y ella prefirió quedarse en el puerto. Su estadía se alargó por nueve meses. En 1824 publicó Diario de mi residencia en Chile, que se convirtió en un documento imprescindible para conocer la sociedad de la época y la naciente república.
El diario es la base de una miniserie que la cineasta Valeria Sarmiento realizará para Chilevisión. Financiada por el CNTV, la producción comenzará a filmarse en enero, con la actriz inglesa Miriam Heard de protagonista. Habitual colaboradora de Raúl Ruiz,ella es también la guionista de la serie de cuatro capítulos.
Ideas españolas
"No puedo concebir espectáculo más glorioso que la vista de los Andes, que divisamos esta mañana al rayar el alba", escribe María Graham al llegar a Valparaíso. En esa época, el puerto era una ciudad pequeña y pobre. "Todo aquí es tan atrasado con respecto a las conveniencias y mejoras de la vida civilizada", anota. Con todo, la cronista no deja nunca de admirar la naturaleza del país.
María Graham registra todo lo que ve, desde la arquitectura, la vestimenta, la comida y la bebida hasta los hábitos y el carácter locales. Algunas cosas le chocan: comer con la mano directamente de la olla o compartir cubiertos o la bombilla para tomar mate. Pero le agrada la personalidad local: "Son francos, alegres, dóciles y valientes".
Viaja a Santiago. "La disposición de las casas es fea exteriormente y comunica a las calles un aspecto triste y plebeyo". Sin embargo, aprecia la Plaza de Armas, con la residencia de O'Higgins al norte, la Catedral al costado y una galería de tiendas al sur. El escenario es más bello de noche: "Los pequeños puestos están iluminados; las mejores mercaderías salen a relucir; y las señoras, que para este paseo nocturno se visten con elegancia, se ven muy bien". En general, las chilenas "se distinguen por su belleza" y urbanidad, a diferencia de los hombres, "más feos y toscos".
La extranjera frecuenta a las familias más reputadas. Va a los salones donde los jóvenes bailan minués y cuándos. Sale de picnic. Aprecia el vino "dulce y grueso", las frutas, el pan. Critica el atraso del campo y la administración, los prejuicios que aún subsisten, la explotación de los criados y la concentración de la tierra en unos pocos. "Desde la revolución los impulsa un amargo sentimiento de rencor contra la pasada tiranía de la metrópoli, pero sus ideas siguen siendo aún esencialmente españolas", anota.
Conoce también a los próceres. A O'Higgins lo describe como un tipo modesto y sencillo. "Es bajo y grueso, pero muy activo y ágil; sus ojos azules, sus cabellos rubios, su tez encendida y sus algo toscas facciones no desmienten su origen irlandés, al par que la pequeñez de pies y manos son signos de su procedencia indígena". En cambio San Martín, alto y de modales refinados, le parece egoísta e intrigante: "El deseo de gozar de la reputación de libertador y la voluntad de ser un tirano" conviven en él. Para ella, la gran figura es el almirante inglés a cargo de la ecuadra nacional: "Si alguna vez he conocido el genio, puedo decir que en Lord Cochrane es sobresaliente". Junto a él zarpa de Chile en enero de 1823.