¿Qué vemos cuando observamos la obra de uno de los tantos edificios que se construyen en Santiago? Seguramente, barras de acero, mucho cemento a medio secar, una decena de obreros con casco y dos o tres grúas en pleno funcionamiento. Sin embargo, lo que no se ve, o pocos conocen, es la cantidad de dióxido de carbono (C02) que se emite en cada obra. De hecho, un tercio de los 25 mil millones de toneladas de C02 que se generan en el mundo provienen de la construcción, y desde la gasolina utilizada para trasladar los materiales hasta la fuente de energía eléctrica usada en la obra aportan en ampliar esa cifra.
La nueva tendencia entre las constructoras es medir la huella de carbono -es decir, el C02- que producen los edificios mientras son levantados. En Santiago, el pionero fue el edificio Deloitte, ubicado en Rosario Norte, y que estará terminado en julio de 2012. A éste se sumó Mall Plaza, empresa que anunció que medirá la huella del centro comercial que construye en Plaza Egaña.
Pero la apuesta no queda ahí. Un condominio de 300 casas en el sector de Chicureo -propiedad de Inmobiliaria Aconcagua- será el primer proyecto residencial de Latinoamérica que analizará el C02 en su construcción. "La gracia de medir la huella es reconocer que levantar un edificio va a contaminar y saber en cuánto lo hará. Con esa cifra en mano se pueden mejorar los procesos para disminuir la emisión en los futuros proyectos", dice Santiago Saitúa, vicepresidente de constructora Novatec, empresa detrás del edificio Deloitte.
Según las proyecciones del ejecutivo, las faenas del edificio emitirán 20 mil toneladas de C02. Esto es equivalente a los gases que se emiten en 8.300 viajes en auto desde Santiago a La Serena.
¿Qué se mide?
Matías Soffia es director de EcoNegocios de Fundación Chile, entidad que mide la huella de carbono del Mall Plaza Egaña. "La empresa se la jugó por el tema y ahora en adelante todos los malls que se construyan también medirán el carbono", comenta.
El experto explica que existen tres alcances en el cálculo del CO2. En el primero, están las emisiones directas, que son el consumo de combustible en la misma obra. El segundo apunta a medir las emisiones generadas por el consumo de energía eléctrica. "El 45% de la energía que se consume en Santiago es limpia (proviene de hidroeléctricas), pero la restante proviene de fuentes fósiles, las que generan emisiones de gases de efecto invernadero", comenta. "El tercer punto son las emisiones indirectas, como el transporte de material de la excavación y el traslado de los insumos, considerando el gasto desde el lugar de fabricación hasta la obra", agrega.
Por ejemplo, de las 20 mil toneladas que generará Deloitte, 1.598 provienen del uso de acero y 3.000 del uso de hormigón.
La mayoría de las empresas que están innovando lo hacen para establecer un punto comparativo con las futuras construcciones. Ese es el caso de Inmobiliaria Aconcagua, que no sólo medirá la huella en la construcción de las casas, sino también en la pavimentación de las calles de su proyecto residencial. "Al saber los resultados, podremos mejorar y aplicar energías renovables, para lograr disminuir dicho impacto del CO2", señala Enrique Schlotfeldt, gerente técnico y desarrollo de Inmobiliaria Aconcagua.
Marcelo Mena, director del Centro de Sustentabilidad Unab, alaba este auge, pero es cauto en sus alcances. "La medición es buena, pero lo importante es reducir las emisiones", aclara. De hecho, más allá de que el resultado sirva de comparación, las constructoras pueden seguir dos caminos: neutralizar el CO2 emitido comprando bonos de carbono (ver dato) o mitigarlo, lo que implica financiar proyectos que no generen C02, como, por ejemplo, el uso de la energía solar.
En el caso de Deloitte y Mall Plaza, las empresas aún están evaluando cuál de los dos caminos seguirán.