EN la casa de Cristián (22) se escucha el tango desde que tiene recuerdos. Es una herencia de sus abuelos. Sus hermanas mayores tenían un amigo que tocaba esa música y lo invitaban a la casa para tener tango en vivo en ocasiones especiales. Sin embargo, ninguno de sus parientes aprendió a bailar. "Soy el primero", cuenta Cristián. Desde hace un mes va todos los martes con su polola, Javiera (21), a una hora de clases en la escuela Tanguíssimo. "Todavía no les he mostrado mis avances, ja. Espero aprenderlo bien primero".
Cristián dice que la idea nació de su propio interés. Lo mismo ocurre con cada vez más jóvenes en Chile que se interesan por bailarlo. Pero no se trata de improvisación. Para nada. Clases particulares y cursos en academias han visto en los últimos dos años cómo aumentan sus alumnos entre 20 y 25 años, o incluso más chicos. Los jóvenes se sienten atraídos por la sensualidad de la danza, que prioriza las miradas y los movimientos del cuerpo, acompañados por la cadencia del tango. Es como vivir un romance en los tres minutos que suena la música. "Es un baile muy íntimo. Muy cercano. Hay una conexión especial con la pareja. Lo puedes vivir con alegría y sensualidad al mismo tiempo", dice Cristián. "El tango siempre es de a dos. En el merengue o la salsa tú puedes inventar. Acá, en cambio, hay que saber bien los pasos. No puedes seguir a alguien si no sabes bailar", complementa Javiera. En las academias son testigos de cómo los jóvenes se mezclan con otras generaciones para aprenderlo. De hecho, con casi un mes de clases, Javiera ya le mostró a su abuelo Sergio (66) lo que aprendió. "El quedó súper feliz. Quedamos de ir a una tanguería", cuenta.
Tal es la penetración del tango, que algunas parejas jóvenes lo aprenden para bailarlo en su fiesta de matrimonio en lugar del vals. ¿La canción favorita? "El 99% de las parejas pide bailar Por una cabeza y hacen una presentación que incluye una coreografía", comenta Sergio Rencoret, profesor de tango y milonga hace 18 años. Se trata de jóvenes que han viajado a Buenos Aires y que se han encantado con el baile. O bien, que lo han visto en la tele. "Muchos hacen referencia a la película Perfume de mujer y cuentan que quieren hacer algo parecido porque les gusta mucho, sobre todo esa canción", dice Juan Carlos Aguilera, bailarín profesional y profesor de tango hace 10 años.
Aprenden más rápido
Tania Arana (25) tomó clases en el restaurante Cachafaz. Ya dejó atrás el nivel básico. Y pretende seguir hasta pasar el intermedio y avanzado. Reconoce, eso sí, que el carácter machista del tango, por el liderazgo del hombre en el baile, fue una novedad para ella. "Con un solo golpe en la espalda, sabes que tienes que seguir a tu pareja… La mujer tiene momentos de inspiración sólo cuando el hombre la deja".
Tania también ha visto avances rápidos. Es que los jóvenes tienen esa ventaja: aprenden rápidamente. La técnica es más fácil para ellos, dice Aguilera, porque son más rítmicos y demuestran mayor coordinación: "Les interesa el tango show, y espectáculo. Les gusta lucirse y hacer figuras en un escenario, lo que en una pista llena de gente no se puede hacer". Así aprenden y se adaptan con fluidez. "Tienen buena memoria y buen balance, algo que se pierde con los años, eso a ellos los favorece, y tienen, además, mucha motivación", coincide el profesor de tango desde hace cinco años, Rolando Aguilar.
Los jóvenes entre 20 y 30 años se inclinan más por las clases particulares, que en los últimos dos años han aumentado en ese grupo en un 50%. Los programas de baile de la televisión han hecho su aporte, y los profesores dicen que, entre tanto reggaeton, a algunos jóvenes les atrae el baile elegante. El mismo fenómeno que hace 10 años se vivió con la salsa hoy con el tango. Incluso, si no conocen mucho la música, que no suena en las radios como Juan Luis Guerra hace una década. Cristián, por ejemplo, dice que sólo tiene fresco el recuerdo de una típica frase de la canción Cambalache: "Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé...". "Esa canción la escuchaba mucho cuando chico y entendí la letra cuando ya era grande", cuenta. Pero, en general, los jóvenes no llegan a clases por las canciones, sino por el gusto del baile. "Ubican solamente a Carlos Gardel, pero como que no les gusta mucho la música, prefieren más bien el tango más electrónico, con grupos como Gotan Project", cuenta Aguilera.
Es que la música del tango en Chile fue un gusto masivo en las décadas del 40 y 50 del siglo pasado. Hoy apenas el 1,7% de la población reconoce que le gusta el tango (las melodías románticas son las más populares con 23,2% de las preferencias, seguidas por el rock con 18%). En las personas mayores de 60 años, el 9,6% declara que es la música que les gusta, según datos de la Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural 2009 del Consejo Nacional de la Cultura. "En los hijos de padres nacidos en la década del 50 y posterior el tango pierde presencia y toma importancia la influencia norteamericana, que invisibiliza otros productos culturales", indica Modesto Gayo, sociólogo de la U. Diego Portales, quien ha estudiado los gustos musicales en Chile. Los hijos de padres nacidos en los años 50 poco saben entonces del tango como música, no hubo transferencia en el gusto musical, dice Gayo, les gusta como baile, pero no lo mencionan como gusto musical.
Hoy, casi el 10% de los aprendices en las academias son jóvenes menores de 30 años. Incluso, hay campeones nacionales jóvenes que compiten en presentaciones mundiales", comenta José Barrera, director de la academia Tanguíssimo. Los jóvenes han redescubierto el baile más íntimo en pareja: "Ven que es bonito, que les da algo distinto, algo que no es lo que están acostumbrados a ver, que es el bailar juntos en pareja, ese es el atractivo, descubren las sensaciones que provoca el tango, de pasión y cariño", señala.
Entre el tango milonguero, predecesor del tango y con un ritmo más rápido, y el de salón, los jóvenes prefieren este último. ¿Por qué? Por el tipo de movimie ntos y esfuerzo que requiere, donde se hacen saltos, se levanta a la bailarina e incluye más piruetas y figuras. Según el director de Tanguíssimo, es la variante más atractiva para ellos. "Es la que ven en televisión, es tango con espectáculo, que implica un trabajo más fuerte que la gente adulta muy pocas veces continúa". Cada curso por nivel dura dos meses, en clases de una hora, donde se enseñan las distintas figuras que luego trabajan de forma personalizada. En seis sesiones, coinciden los profesores, los jóvenes ya pueden lucir sus destrezas. Nada mal.