Elvis Presley, Shakira, Bono, Ana Gabriel, Lady Gaga y Boy George son sólo algunas de las celebridades que han intentado apoderarse de la televisión chilena en las últimas semanas. O al menos lo han hecho en espíritu ya que en realidad se trata de una serie de hombres y mujeres que, con más o menos aciertos al elegir un atuendo o entonar una nota, han decidido rendir homenaje a sus ídolos convirtiéndose en una especie muy particular de personaje público: el imitador.
Aunque suelen ser vistos sólo como meras figuras de la entretención -en EE.UU. incluso hay radios dedicadas exclusivamente a las interpretaciones de los dobles de Elvis Presley-, su talento para desplegar en detalle los movimientos, las miradas y los acentos de los famosos no se debe sólo a la mera habilidad de prestar atención a los gestos de los demás. De acuerdo con varias investigaciones, a nivel cerebral operan una serie de procesos, algunos de ellos incluso subconscientes, que van configurando el perfil de un buen imitador.
En un nivel más básico, los científicos han demostrado lo poderoso que resulta el impulso de emular a los demás. En 2010, expertos de la U. de California en Riverside (EE.UU.) realizaron un sencillo pero esclarecedor experimento con voluntarios que debían observar una pantalla sin audio que mostraba un rostro mientras pronunciaba 80 palabras simples como tenis o repollo.
Ninguna de estas personas tenía experiencia leyendo labios y todos tenían excelente audición. A todos se les pidió simplemente que identificaran las palabras diciéndolas en voz alta y clara. Si bien a nadie se le dijo que imitara a la persona en pantalla, sorprendentemente los tests mostraron que en lugar de usar su propio tono de voz los individuos eran más propensos a repetir la palabra con un todo idéntico al de la persona que modulaba.
Según el sicólogo Lawrence Rosenblum, autor de la investigación, esto demuestra que ya sea al escuchar cómo habla otra persona o al ver cómo sus labios se mueven, la forma de expresarse de los demás influye en nuestro propio estilo de comunicarnos. Esto explicaría por qué los expertos en lectura de labios afirma que pueden ver "acentos" en los movimientos de labios. "Esto se relaciona con las tendencias empáticas del cerebro. En el caso de la imitación del habla, tanto auditiva como en la lectura de labios, esta se relaciona con la conexión cercana entre percepción del habla y producción de la misma. Muchos estudios muestran que percibir el habla prepara automáticamente nuestros sistemas de percepción; es como si actuara tácitamente para imitar a la otra persona y así generar una respuesta particularmente rápida", dijo Rosenblum a La Tercera, agregando que esta imitación no intencional serviría como un aglutinador social, ayudándonos a empatizar con los demás.
Reacción completa
Más allá de la imitación subconsciente que hacemos de la forma de hablar de los demás, los imitadores van más allá, emulando toda una gama de movimientos, miradas y tonos de voz. Para lograr tal nivel de mimetismo, indican los investigadores, la táctica clave es generar una imagen mental de la persona a la que se busca copiar. Así lo muestra un estudio elaborado por el University College de Londres (Inglaterra), cuyos autores pidieron a siete personas que imitaran las voces de 40 celebridades mientras permanecían recostados al interior de un escáner cerebral de resonancia magnética.
Luego, los científicos los resultados con los de Duncan Wisbey, un imitador de voces que ha aparecido en varios programas televisivos británicos. Al comparar la actuación del primer grupo con el del imitador, los especialistas determinaron que en las personas comunes sólo se encendían las regiones relacionadas al habla. En cambio, Wisbey mostraba un alto nivel de actividad en su lóbulo parietal y en áreas dedicadas a tareas motoras sensoriales y suplementarias, las cuales participan en el procesamiento de imágenes, representación del cuerpo y vocalización.
"Al empezar el estudio pensaba que los imitadores escuchaban atentamente los sonidos que hacen las personas al hablar, y que emulaban eso. Pero, al parecer, realmente piensan sobre la otra persona de forma completa; cómo se ven, cómo se mueven, los gestos faciales que realizan al hablar", explicó a La Tercera la neurocientífica cognitiva Sophie Scott, autora del estudio.
Si bien la especialista no se atreve a afirmar que esta habilidad para apropiarse de los gestos ajenos es genética o que se trate de un talento que se puede adquirir y refinar, sí señala que un estudio más reciente hecho en su universidad sugiere la presencia de diferencias estructurales en el cerebro de las personas expertas en fonética, como los profesores de dicción que logran distinguir hasta las más mínimas variación en la pronunciación de un vocablo.
Mediante resonancia magnética, los expertos compararon el cerebro de 17 expertos en fonética con 16 voluntarios, detectando varias diferencias. Una de las más importantes se refiere a un área llamada giro transversal izquierdo -que incluye la corteza auditiva izquierda- difería entre los expertos en fonética y las demás personas. La zona tendía a tener mayores pliegues, y por lo tanto mayor superficie, lo que permite mayor capacidad para establecer nuevos y más complejos patrones de conectividad cerebral. Según los autores, esta estructura se establece antes de nacer, a partir de la semana 31 de gestación, y no hay evidencia de que desarrolle durante la adultez.
"Tal vez exista una predisposición de este tipo en los imitadores. Y es algo que estoy dispuesta a averiguar", agregó Sophie Scott a La Tercera. La experta añade que si aunque la gestualidad humana exhibe una riqueza casi incomparable, la voz no tiene paralelo en su estructura y complejidad, por lo que el estudio realizado con Wisbey podría generar nuevas pistas en el desarrollo de técnicas y terapias ligadas al habla: "Las técnicas desarrolladas por estas personas podrían contribuir, por ejemplo, a la rehabilitación de víctimas de infartos cerebrales que han perdido su voz".