"TODOS podemos hacer algo mejor, los dirigentes y las autoridades. Pero cuando llegue el minuto de castigar a los delincuentes, sólo podrá hacerlo la autoridad. Hay fiscales que tienen que perseguir y, si esto no ocurre, seguirán actuando". Esa fue una parte del descargo del entonces presidente de la "U", Federico Valdés, el 12 de marzo, luego de que un joven de 16 años fuera baleado en las inmediaciones del estadio Bicentenario de La Florida, después del triunfo 6-0 de los azules sobre Audax Italiano.
El enfrentamiento entre dos sectores de la barra se vivió a una semana de que fanáticos azules lanzaran bengalas a la cancha del estadio Santa Laura.
A estos hechos se sumó hace dos semanas la denuncia de Carlos Muñoz, delantero de Colo Colo, sobre amenazas de parte de las barrabravas identificados con el equipo albo.
Este complejo escenario derivó en una ofensiva desde distintos sectores, como el gobierno y el Congreso, para frenar la escalada de violencia en los espectáculos deportivos. Fue así como desde el Ministerio del Interior se reforzó el plan Estadio Seguro y hasta el Parlamento, incluso, llegaron dirigentes de los principales clubes y el presidente del fútbol profesional, Sergio Jadue, para debatir sobre los cambios que se pretenden introducir en la Ley de Violencia en los Estadios.
Además, esta semana la ANFP también lanzó una serie de normativas internas que castiga cualquier relación entre los barristas con dirigentes, funcionarios y jugadores de algún club.
Las principales medidas con la que se pretende combatir la situación actual están influenciadas con el modelo que se desarrolló en Inglaterra a fines de la década de los 80, con la misión de erradicar a los hooligans, cuando para contrarrestarlos se crearon normas que actualmente tienen a la Premier League como uno de los espectáculos más seguros.
El Estado británico decidió atacar la situación de raíz y financió a los clubes con ese fin. Así, se legisló para endurecer las penas; la policía creó un grupo de elite para contrarrestar la violencia ligada al fútbol, y los equipos capacitaron a sus guardias para el manejo de masas, con la intención de sacar paulatinamente a la policía del interior de los recintos.
Además, se estableció un sistema de seguridad para los estadios (en los que incluso se sacaron las rejas), donde se empezó a utilizar cámaras con mejores tecnologías y se instalaron butacas en todos los sectores. Para identificar a todos los integrantes de las barras se creó un carné y se normaron sanciones para quienes provocaran desmanes, entre las que destacó impedirles el ingreso a la canchas y obligarlos a firmar en una comisaría durante los partidos de su equipo. Quienes rehuían de esa pena, incluso, arriesgaban castigos mayores.
Si bien no existe un símil de Estadio Seguro, la Ley 1.445 se instauró el año pasado para castigar a los hinchas organizados que generaran incidentes en los espectáculos deportivos, dentro y fuera de la cancha. Todo, debido a la organización por parte de los "cafeteros" del Mundial Sub 20, en 2011.
La norma surgió porque debían quitarse las rejas y mallas entre las tribunas y las canchas, sin embargo no se pudo trasladar a la liga local: en los estadios de Ibagué y Pereira (donde hacen de local Deportes Tolima y el Deportivo Pereira) hubo invasión al campo en los primeros partidos. Lo mismo sucedió en el clásico de Medellín, entre Atlético Nacional e Independiente.
Tras esos sucesos, 60 personas fueron sancionadas con la prohibición de entrar a los estadios por seis meses y firmar en la policía a la misma hora de los duelos.
También hay una suerte de prohibición de ingreso de bombos, lienzos, banderas y fuegos de artificio, aunque si se paga un importe, los hinchas pueden entrar con esos elementos.
Como un problema social es visto en Brasil la situación de las torcidas. Los hinchas organizados de los equipos no sólo pueden ocasionar problemas en los estadios, sino que con mayor frecuencia se producen batallas campales en las afueras e, incluso, en días en que sus conjuntos no juegan.
Un ejemplo de esto último se vivió en Sao Paulo. El 25 de marzo, se disputó el clásico entre Corinthians y Palmeiras. Cinco horas antes del encuentro, que terminó 2-1 en favor del "Timao", dos torcedores de la Mancha Verde fallecieron en un enfrentamiento armado contra los Gavioes da Fiel, a ocho kilómetros del estadio Pacaembú, que involucró entre 500 y mil personas. ¿El resultado? Ninguna de las dos hinchadas podrá entrar más a los estadios paulistas durante un tiempo indeterminado.
En todo caso, las medidas son aisladas. No hay un plan general, ni gubernamental para eliminar a las barras organizadas, ya que en el resto del país no se producen mayores problemas en los estadios. De hecho, en los coliseos puede beberse alcohol sin problemas.
De todas formas, las autoridades han mantenido reuniones con los dirigentes de las torcidas para que, durante el proceso de organización y desarrollo de la Copa del Mundo de 2014, no haya mayores problemas, ya que la batalla entre los seguidores de Palmeiras y Corinthians, llegó como antecedente a la FIFA y en el organismo internacional exigieron una intervención inmediata.
El 24 de octubre de 2011, Walter Oyarce, de 24 años, hincha de Alianza Lima, falleció tras ser empujado tribuna abajo por dos seguidores de Universitario, el archirrival de los "Intimos". A raíz de ese homicidio en el estadio Monumental limeño, el presidente del Congreso peruano, Daniel Abugattas, presentó un proyecto de ley para sancionar los actos de violencia en espectáculos deportivos con penas de hasta ocho años de cárcel y establecer la obligatoriedad de un seguro de accidente que proteja al público.
La iniciativa legal ingresó en el artículo 315 del Código Penal, pero no dentro de un programa especial para eliminar la violencia en las canchas. Sumado a eso, se prohibió el ingreso de fuegos artificiales, bombos y lienzos, pero la medida no es aplicada y hoy es absolutamente común ver todos esos elementos en los estadios.
Tras la cordillera de los Andes no hay una ley que avale la detención y retención de un hincha por un largo período a causa de disturbios dentro de un estadio. Encima, la seguridad de los recintos no ofrece garantías. Tal ha sido el grado de violencia, que se creó la agrupación Salvemos el fútbol, fundada por familiares de hinchas asesinados y que concentra su preocupación en que las autoridades cumplan con los operativos que resguardan la autoridad.
La realidad es cruda y la gente lo demuestra. En un estudio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Palermo, el 64% de los encuestados no cree que disminuirá la violencia en el fútbol, mientras que el 89% considera que los problemas sociales influyen en los actos violentos. Y con razón, el fin de semana pasado los propios jugadores de Boca Juniors protagonizaron incidentes al responder a las provocaciones de los hinchas de Tigre.
Durante la campaña 2010-2011, en la península itálica se hizo obligatorio que todos los hinchas de varios clubes llevaran el carné del hincha. La tarjeta identifica a los fanáticos de un equipo específico y son revisados por la policía o por guardias de seguridad en la entrada de cada estadio.
Hace dos años, en el marco del compromiso entre Roma y Napoli, cientos de hinchas napolitanos asaltaron un tren, generando gran preocupación en las autoridades. Desde ese momento y, según la decisión del Ministerio del Interior, la televisión, el cine, la radio, sitios de internet y los propios estadios se vieron inundados con publicidad contra la violencia. Los futbolistas se cuadraron y salieron con poleras alusivas, algo que en Chile aún no se ve.
Además, en los estadios con aforo de 7.500 personas hay filtración de público, entradas numeradas, un sistema de vigilancia, un puesto de policía y quienes sean sorprendidos con objetos de pirotecnia son arrestados.
En Italia el gran problema pendiente es el racismo.
Los "ultras" eran el sector más radical de los hinchas de clubes hispanos. Vivieron a la par de los hooligans y se cree que fueron cuna de grupos neonazis o neofascistas, por lo que la necesidad de erradicarlos se hizo inmediata. ¿La solución? Ningún hincha de pie y sólo asientos numerados en los recintos deportivos, medida que en Chile se pretende imitar.