"¿A qué juegan?", pregunta Patricia a tres niños que ensucian sus autitos de juguete con tierra, para luego partir todos juntos al baño. "A ensuciar los autos, después los lavamos y se ven como nuevos", contestan a coro. Todos tienen cuatro años. Al lado, otros niños que juegan con arena toman un puñado y preguntan a Patricia "¿quiere un helado?, es de chocolate". "Pero qué harán con tantos helados", les dice Patricia. "Los vamos a vender, a 100", responden los pequeños.

La experiencia forma parte del trabajo de investigación doctoral de la psicóloga de la Universidad Católica de Chile, Patricia Castillo, quien paso más de un año observando detalladamente los juegos de los niños, sus interacciones en el jardín infantil y en sus casas: clase baja; clase media emergente; clase media tradicional y clase alta fueron los segmentos investigados. Un trabajo complejo, dice Castillo.

"Esta sociedad está acostumbrada a proteger la privacidad de las clases superiores, mientras que la clase baja es objeto de intervenciones autorizadas. Esto los niños también lo hacen visible en sus interacciones con los adultos. Por ejemplo, los niños de los sectores más bajos no hacían preguntas del porqué yo estaba ahí o cómo me llamaba, parecen estar acostumbrados a ser observados, a diferencia de los niños de clase media y alta que sí mostraban inquietud por mi presencia, por saber qué anotaba y para qué", relata la especialista.

Fueron horas de observación que no sólo revelaron cómo la vida cotidiana de las familias se traspasa a las dinámicas de los niños, que siempre juegan a ser grandes como sus padres, sino que también mostró las diferencias entre las realidades que enfrentan los segmentos más altos, en comparación con los estratos bajos en Chile.

Las conclusiones indican que los niños de los segmentos más bajos tienen mucho más de realidad que de fantasía en sus juegos, comparados con los de otras clases: están fuertemente influidos por las problemáticas cotidianas referidas a la subsistencia (trabajar, comer, ordenar, etc.), a diferencia de los niños de clase alta que muestran más influencia de las actividades sociales y culturales de los adultos que los rodean. ¿La clase media? también presenta notorias diferencias entre sí: los niños de familias emergentes tienen una fuerte presión paterna para el desarrollo de su potencial cognitivo, en tanto que los niños de familias de clase media tradicional se centran más en las habilidades sociales. Y todo esto se aprecia en los juegos, verdaderas "dramatizaciones" infantiles de la vida real, según concluye la investigación.

El trabajo de los padres

Los niños del primer párrafo de este artículo, por ejemplo, forman parte de la información recolectada en Renca y Lo Espejo. Y a ese mismo grupo es al que luego de anunciar los planes de venta de los helados de arena, llega una niña que después de hacer su helado de tierra, lo ofrece a gritos: "Helado, helado a $ 50, de vainilla y frutilla". Al ver esto, otro niño la sigue y se pone a vender bebidas y jugos: "Las bebidas valen 120 y los jugos siete pesos", dice.

Castillo cuenta que, al igual que ellos, los niños en este segmento socioeconómico juegan a manejar taxis, a vender en las micros o se van a la playa a vender helados. "Ellos reproducen las condiciones materiales de la existencia de sus padres, ya que en general las relaciones sociales en los segmentos bajos suelen estar mediadas por algún intercambio económico o actividad laboral", explica la especialista. La dinámica no resulta extraña si consideramos que las clases más bajas requieren invertir gran cantidad de tiempo en actividades de subsistencia comparadas con la clase alta, que tiene más acceso al ocio en su vida diaria.

Pero los conflictos también son parte de sus juegos, dice el estudio. Los mismos niños que venden helados en el patio de pronto ven interrumpido su trabajo de vendedores, cuando una de ellos comienza a sacudir objetos imaginariamente: "Mi hija siempre hace puras embarradas, desordena y yo trabajo, pero ella hace puras embarradas", dice la pequeña. Castillo explica que la desobediencia también aparece en los juegos de los pequeños de los segmentos de escasos recursos, pareciera que a través de su (mala) conducta adquieren la visibilidad suficiente para existir en ese mundo, en donde lo importante es aquello que da tanto trabajo, que cansa y que exaspera: "No comer la comida, desordenar la casa, son actividades que alcanzan importancia para ser jugadas en ese contexto", agrega Castillo.

Emergentes v/s tradicionales

En un jardín de clase media emergente, en tanto, los juegos son muy distintos. "Mira, sé escribir mi nombre, sé los colores en inglés", cuenta un niño al presentarse. "Y yo tengo todos estos juguetes, mira", dice el otro. Y esta es otra de las grandes diferencias que detecta el estudio: aprendizaje y educación aparecen fuertemente reflejados en los juegos de los niños de clase media emergente, y constantemente hacen referencia a su saber en las dinámicas entre ellos. El otro elemento fuerte, dice Patricia Castillo, es la televisión y los juegos electrónicos: "Los padres tienen la idea de que proveer acceso tecnológico es imprescindible para estimular el ámbito cognitivo de sus hijos".

Asunto que no es tema para la clase media tradicional, que pone más énfasis en el desarrollo de las habilidades sociales. "Es una cuestión que los padres consideran fundamental como herramienta para construir futuro", agrega Castillo. Por ello, en los juegos infantiles aparecen muchas referencias a la pregunta por los valores, lo normativo, lo bueno y lo malo, se refleja más a menudo en el juego de los niños de este segmento.

"Robé 15.000 bancos y 8.000 millones de billetes", dice un niño de clase media tradicional, mientras el otro le responde que el es "un Carabinero de todos los bancos". Todos ellos juegan en una estructura de madera que hace las veces de cárcel. Otro niño durante el juego dice que "los policías me querían matar", a lo que otro niño se apura en contestar "los policías nunca matan, son buenos. Los que matan son los ladrones". Según el estudio, superhéroes, ladrones y policías aparecen con frecuencia en el juego infantil de la clase media tradicional. Estimulados por la dicotomía televisiva de lo bueno y lo malo, trasladan sus preguntas hacia la compleja realidad, en donde estas categorías, a veces, no alcanzan para explicar.

La familia alta

Tanto los niños de clase media tradicional como los de clase alta manifiestan una baja influencia de la TV o los juegos electrónicos, debido al estricto control sobre la relación del niño con el mercado y la cultura que ejercen sus padres. Los niños de clase alta son los que mayor variedad de "escenarios naturales y de fantasía" manifiestan en sus juegos. También son los que más fantasean, ubicándose siempre en una posición de control de la situación: "Salen a pasear perros, juegan a ser piratas y representan vidas infantiles mucho más permeadas de contenidos que tienen que ver con su propia fantasía", explica la especialista.

Castillo cuenta que le llamó la atención que, en sus juegos, el trabajo de los padres parece desconocido o inexistente, lo contrasta de manera drástica con las clases sociales de menores recursos: "En sus juegos, el papá sale a trabajar, pero ahí sale de la escena, no saben qué actividad realiza el adulto una vez que sale de la casa, tampoco importa", afirma Castillo.

Otro juego común, especialmente en los jardines infantiles, es el de la familia, aunque en ello es visible que ni la concepción de familia, ni la composición de las mismas, es equivalente a la de las otras clases sociales. En uno de los registros de juegos hay uno que resalta:

Sicóloga= ¿A que están jugando?

Niña X: Estamos jugando a la casa, pero la que hace de mamá se retiró del juego, porque sólo tiene una nana.

Sicóloga: ¿En el juego o en la realidad?

Niña X: En la realidad, porque ella quería que hubiera una sola nana en el juego y todas las demás tenemos dos nanas.

Se acerca la niña que representaba el rol de madre renunciada:

Niña Z: Es que yo tengo una sola nana que se queda todo el tiempo, la otra va sólo en el día.