Hace cuatro mil años, los humanos ya intuían la influencia de los olores en la atracción física. De esa época datan las botellas con perfumes y utensilios para su elaboración, que fueron recientemente descubiertos en la isla mediterránea de Chipre; hasta ahora, la fábrica de fragancias más antigua que se conoce. Al parecer, los chiprianos tenían dotes extraordinarias para mezclar extractos de anís o bergamota. Una habilidad que se unió a la mitología de la isla para crear un concepto íntimamente ligado al romance: Ahí nació Afrodita, la diosa griega del amor, y ahí también surgió el término "afrodisíaco".
Claro que no fue hasta hace unos pocos años que los científicos comenzaron a prestar atención al rol de la química del olor en la búsqueda de pareja. Expertos en la fisiología de los sentidos han descifrado cómo un aroma puede, incluso, decirnos la compatibilidad genética de una posible pareja.
La forma en que olemos es clave y explica por qué cada año la industria de los perfumes lanza al mercado 800 fragancias nuevas. Hace unos años estudios de la Universidad de Washington establecieron que tenemos entre 10 millones y 20 millones de receptores olfativos en nuestras fosas nasales, un número mayor que en cualquier otro sentido, a excepción de la vista.
¿El resultado? Detectamos más de 10 mil olores distintos, cuyas moléculas entran a la nariz y pasan por sensores ubicados en la parte superior de la cavidad nasal. Luego, activan receptores que transmiten señales químicas a la corteza olfativa del cerebro, conectada a un centro clave: el sistema límbico, responsable de procesar las emociones y los recuerdos.
Rachel Herz, sicóloga de la U. Brown (EE.UU.), dice en su libro El aroma del deseo que la corteza olfativa es el punto a partir del cual evolucionaron todos los componentes del sistema límbico. En otras palabras, la habilidad de experimentar una emoción, como el deseo, surgió de la capacidad de nuestro cerebro de procesar olores.
La posibilidad de que un perfume o un olor corporal cause una fuerte impresión, incluso durante una primera cita, quedó en evidencia en un estudio de la Universidad de Lübeck (Alemania): los participantes debían memorizar la ubicación de cartas en una pantalla; algunos fueron sometidos a un intenso aroma a rosas tras el experimento y mientras dormían. Al día siguiente, ellos tuvieron un rendimiento superior en 11 puntos porcentuales en los tests de memoria. "Al agregar el factor aroma de rosa, se mejoró la transferencia de estos recuerdos hacia la corteza cerebral", explica el neurocientífico Jan Born en su estudio.
Un efecto que también detectó la U. de Rutgers. Sus expertos descubrieron que los aromas florales (como el de la gardenia) producen que los hombres recuerden eventos de forma muy positiva. Por eso, dicen los autores, si una mujer usa un perfume con estos aromas, es más probable que él recuerde una primera cita con mayor agrado e insista en tener un segundo encuentro. Algo que la mujeres intuyen desde siempre: un estudio de Rachel Herz demostró que, al entrevistar a veinteañeras, el 90% dijo sentirse más confiadas si usaban perfumes.
El efecto entre la población femenina también existe: si un hombre huele bien no sólo es visto como más atractivo sino, que también como un mejor compañero para crear una familia. Expertos de la U. de Oxford (Inglaterra) le pidieron a un grupo de mujeres que calificaran el atractivo de varones basándose en fotos de sus rostros, mientras eran expuestas a olores placenteros o desagradables. ¿El resultado? Las caras fueron calificadas mucho menos atractivas en la presencia de un mal olor.
Filtro genético
La U. de Lausanne (Suiza) fue más allá, al probar que podemos oler la compatibilidad genética. Los expertos liderados por el biólogo Claus Wedekind le pidieron a un grupo de mujeres que olieran durante dos días camisetas usadas por hombres y que calificaran cuán atractivos les parecían. Tests genéticos posteriores revelaron que las mujeres prefieren el olor de los hombres que más se diferencian de ellas en cuanto a los genes que regulan el complejo mayor de histocompatibilidad (MHC), una molécula en la superficie de las células y que rige el sistema inmune.
Wedekind explica a La Tercera que si una mujer concibe un hijo con un MHC demasiado similar al propio, corre, por ejemplo, riesgo de que el útero expulse al feto. Si se encuentra una pareja con un MCH lo suficientemente distinto, no sólo es más probable que el embarazo llegue a término, sino que su sistema inmune tenga mayor poder para combatir infecciones. "Hay que destacar que en otros experimentos, los hombres demostraron ser tan buenos como las mujeres detectando olores ligados al MHC y también prefieren la disimilitud", dice.
La acción del MHC no sólo se limita al olor: este compuesto también está presente en la saliva, un hecho que, según Martie Haselton, sicóloga de la U. de California (EE.UU.) y experta en atracción humana, explicaría en parte la costumbre de besarse. "Podría funcionar como una especie de prueba de sabor", dice. Esto podría explicar los resultados obtenidos por el sicólogo evolutivo Gordon Gallup, de la U. de Albany (EE.UU.), quien estableció que el 59% de los hombres y el 66% de las mujeres afirma que han terminado una relación debido a un mal beso.
No es todo: en su libro La ciencia de besar: lo que nos dicen nuestros labios, la autora Sheril Kirshenbaum (de la U. de Texas en Austin) detalla todos los efectos químicos que desata este acto. Los labios tienen 100 veces más terminaciones nerviosas que nuestros dedos, por lo que besarse gatilla múltiples mecanismos cerebrales que alteran nuestra conducta. No sólo aumentan los niveles de dopamina y la serotonina (neurotransmisores clave en el deseo, el buen ánimo e, incluso, en los pensamientos obsesivos sobre una pareja), también potencia la presencia de oxitocina, la hormona del apego, y reduce la acción del cortisol, hormona ligada al estrés.
Kirshenbaum explica a La Tercera que los cambios químicos se producen tanto en hombres como en mujeres. Por ejemplo: cuando la mujer es fértil, los cambios químicos generados por las hormonas influyen en su laringe, brindándole un tono de voz más alto que es detectado por los hombres, que las perciben como más atractivas. "La saliva masculina, en tanto, contiene pequeñas dosis de testosterona, que durante un período prolongado afecta la libido femenina", explica Gallup a La Tercera.