"La venta de Indura me hizo famoso, sobre todo entre los que trabajan en la Bolsa", dice con una risa socarrona Mario Vignola Riesle (96), aludiendo a los $ 36.000 millones que recibió por su 11% del mayor productor latinoamericano de gases industriales y medicinales. Esto, en el marco de la operación en que la familia Briones traspasó el control a la estadounidense Air Products.

Confiesa que habría preferido seguir en Indura, "porque antes tenía parte de una empresa y ahora tengo muchos millones que hay que preocuparse de rentabilizar". Por esas acciones percibía unos $ 800 millones anuales de dividendo, que usó para armar una importante cartera inmobiliaria, a la que suma un fundo de 320 hectáreas a 10 minutos de Quillota.

Pero tenía claro que "si Air Products hace un aumento de capital fuerte yo me achicaría más todavía, así es que no quedaba otra que aprovechar la oferta". Aunque recibió un precio algo menor que el paquete de la familia controladora, está conforme: "Hernán Briones Gorostiaga fue mi mejor socio y con el que más plata gané".

Para diversificar el riesgo decidió dividir el monto de la venta en cuatro partes iguales y encargar su administración a Celfin, Banchile, EuroAmerica y Cruz del Sur, respectivamente. Las ganancias se destinarán a rentas familiares (a través del Fondo de Inversión Privado Los Acacios) y a capitalizar su empresa Vignola S.A.

Trayectoria

Este empresario nació en Tacna, durante la ocupación chilena. Cuenta que lo marcó ser hijo de militar: su padre, Pedro Vignola Cortés, quien fue comandante en jefe del Ejército entre 1932-1993, lo educó con rigor y austeridad. Pero por sus permanentes redestinaciones conoció gran parte del país. Cuando tenía unos 12 años lo enviaron a la Escuela Superior de Guerra en Francia y se fueron a París tres años.

De vuelta en Chile estudió en el politécnico de la Universidad Católica, donde aprendió electricidad y mecánica. Como no entró a la universidad "por razones económicas", empezó a trabajar en la International Machinery Company, que formaba parte de Grace y Cía., un diversificado holding angloestadounidense . Ahí conoció a Marion Campbell, con quien se casó a los 28 años y tuvo cinco hijos (uno de ellos falleció) e hizo carrera 10 años, hasta llegar a jefe de la sucursal en Valparaíso.

Entonces se independizó y formó con dos socios -y "sin más capital que la red de contactos"- Cabrera, Vignola, López y Compañía, dedicada a comercializar repuestos y máquinas industriales, artefactos domésticos y piezas para vehículos. A los pocos años se quedó solo y en 1946 creó Vignola S.A.

A Briones lo conoció por esa época: "El venía llegando de un posgrado afuera y traía una maleta con posibles representaciones. Cuando pensó en desarrollar la de AirCo preguntó quién sabía de soldaduras y le comentaron que en Valparaíso había un tal Vignola, que traía soldaduras para maestranzas marítimas. Vino a buscarme, pero yo estaba en el Hospital Van Buren por una herida, así es que mi entonces socio López lo llevó en motoneta a verme. Ahí acordamos trabajar juntos".

Durante dos años operaron sin armar una sociedad formal, hasta que en 1948 fundaron Indura, entonces una planta de electrodos.

Comenta que la mayor parte del capital lo aportó Briones, "que tenía recursos, porque la familia de su esposa estaba en el negocio salitrero, y se sumaron Ernesto Ayala y Eugenio Heiremans. Yo partí con 30%, pero como debía capitalizar mi propia empresa no podía meter tanta plata en Indura y me fui achicando".

Dice que considerando que su firma vale unos $ 20.000 millones -según una tasación a la rápida-, "tal vez habría sido mejor invertir más en Indura", reflexiona. Aunque rápidamente plantea que "una cosa es tener acciones y otra es administrar lo de uno y gozar buscando soluciones a la medida para los clientes". Por eso, dice que no vendería Vignola S.A. De hecho, se ha preocupado de que subsista cuando él no esté: hizo que sus hijos firmaran un acuerdo de mantenerse unidos y la administración seguirá en manos de sus tres gerentes, que tienen participación en la propiedad.