Kjell Espmark fue durante años presidente del Comité Nobel, por el que pasan todas las candidaturas que aspiran a obtener el premio que este año obtuvo Mario Vargas Llosa. Antes de recibirlo, como ha ocurrido en otros casos, se dijo que no se lo otorgarían nunca por sus posiciones políticas. Espmark ha escrito un libro de lo que se puede contar sobre la historia de los Nobel (El Premio Nobel de Literatura: Cien años con la misión) y de esa historia se deduce lo que él mismo dice en esta entrevista: "La política no entra en juego en la discusión sobre los Premios Nobel".

¿Es así siempre? Muchas veces, la política o sus contornos resultan tan apabullantes que ni siquiera los estólidos y muy experimentados miembros de la Academia pueden sustraerse a sus influjos.

Si la política no es un factor decisivo en la concesión de los Nobel, ¿qué pasó con Jorge Luis Borges?

La política no entra en juego en los Nobel, eso es así. Lo que sí hay es un efecto político, pero nunca una ambición política al otorgar el premio. Es fundamental entender eso. Pero cuando hay un efecto político la gente cree que se ha elegido ese candidato por esos motivos. En 1970, cuando se le otorgó el Nobel a Solzhenitsin, no hubo una motivación política, pero los rusos lo interpretaron como un acto político. De hecho, fue el embajador sueco en Moscú quien recomendó postergarlo para que no afectara a las relaciones bilaterales URSS-Suecia. La Academia se negó y se lo dieron.

Bueno, también le dio el premio a Shólojov.

Sí. Y también hay quien piensa que la Academia le dio el premio a Pablo Neruda un año después que a Solzhenitsin para compensar, porque Neruda era un comunista. Pero es pura coincidencia.

Cuenta usted que molestó en la Academia que Neruda hubiera elogiado a Stalin durante años.

Sí, eso puede suceder. Hay casos especiales. Si usted lee la biografía de Ezra Pound y encuentra ahí que es alguien que quería que todos los judíos fueran exterminados, entenderá que es imposible nominarle. Si alguien hubiese apoyado a Pinochet y sus masacres, elegirle habría sido imposible. Pero que el escritor, sea de izquierda o derecha, no tiene mayor trascendencia.

Usted comenta que Neruda apoyó a Stalin, pero después cambió de opinión. ¿Eso influyó?

Piense en el caso de Czeslaw Milosz, el Nobel polaco. Llegó a estar entre los cinco candidatos últimos del año en que lo obtuvo, 1980. En agosto, cuando ocurrieron los sucesos de Danzig, nos preguntábamos si sería demasiado oportuno otorgárselo. Pero al mismo tiempo, si no se lo daban, la Academia estaría adoptando una decisión política. Se lo acabaron otorgando y en estos casos la Academia no se justifica para no darle más importancia.

Déjeme que sea pesado. ¿Qué pasó exactamente con Borges?

No le puedo decir lo que ocurrió porque está bajo secreto durante 50 años, así que eso aún no se puede explicar. Pero de lo que sí se habló fue de su apoyo a Videla. Eso ocurrió antes de que yo entrara en la Academia, en 1981. Mi idea era que sí se merecía el premio.

Es evidente que no le gustó que sus antecesores no se lo dieran a Joyce.

Sí, así es. Se murió cuando aún la Academia estaba premiando literatura que no tenía nada que ver con Joyce; pero pudo haberlo obtenido mucho antes, a finales de los 30. Cuando lo recibió Eliot, en 1948, habló de Joyce. En cierto modo, fue una restitución.

Se decía que Vargas Llosa no lo obtendría nunca por sus posiciones políticas.

Este no es un premio político; el premio de la paz sí lo es. Dándole el premio a Obama se hizo un gesto político. Pero en los premios de literatura no entramos en eso.

Cuenta usted el disgusto académico que hubo tras la concesión del Nobel a Pearl S. Buck en 1938.

Bueno, después de que le dieran el Nobel a Pearl S. Buck se estableció una ley interna de la Academia en virtud de la cual se prohibía dar el galardón a un candidato que se nominara por primera vez. Porque en el caso de Pearl S. Buck no era simplemente que era una candidata muy débil, sino que luego siguió publicando libros muy malos. Eso hizo que los miembros de la Academia pasaran noches sin dormir.

Cuenta que Thomas Mann, al que le costó tanto obtenerlo, fue nominado en dos ocasiones, principalmente por Los Buddenbrook.

Él ganó el premio, pero como siguió escribiendo, y lo que escribía era magnífico, se discutió si sería posible darle de nuevo otro Nobel. Pero se decidió que nunca se podría otorgar el premio a la misma persona en la misma categoría.

Dice que tampoco la cronología es un factor importante en la decisión. Ni la edad de los escritores ni la sucesión de lenguas o países.

No tienen nada que ver a la hora de decidir... También se dice que Vargas Llosa podía haber ganado el Nobel en los años 80 o 90. Y lo mismo se dijo de Doris Lessing. De lo que la gente no se da cuenta es de que el mismo candidato puede optar en varias ocasiones, sin alcanzar en ninguna de ellas la mayoría de los votos. Hasta que logra esa mayoría.

¿Podemos asumir que Vargas Llosa era candidato desde hace más de 20 años?

Sí. Porque todo buen escritor es varias veces candidato. Al igual que el mismo país o la misma lengua pueden optar al mismo premio en ocasiones sucesivas. Lo del país o la lengua no es importante. Lo importante es el escritor. De hecho, en las listas de los Nobel no aparece el país.

Hablemos un momento del Nobel de este año. ¿Cómo ha seguido usted la carrera de Vargas Llosa?

Le he seguido durante décadas. Ha sido uno de mis escritores favoritos. Y La Fiesta del Chivo es, sin duda, uno de mis libros favoritos. Muchos escritores han escrito sobre los dictadores de sus países, pero, en mi opinión, ha sido Mario el que mejor lo ha conseguido... Destaco su capacidad de innovación, su concepto de la novela total.

Después de leer su libro, uno se siente más comprensivo con la historia del premio. ¿Hay errores en la historia del Nobel que usted no podría explicar?

Por supuesto. A mi parecer, los premios que se otorgaban al comienzo eran muy malos. Creo que esto se debía a que el jurado, a pesar de ser muy leído, votaba por aquellas obras que tuvieran que ver con sus valores personales. Al secretario podían gustarle los temas del altar, la corona y la familia. Por eso se acabó rechazando a Tolstói y a muchos candidatos muy buenos. Defendían autores con valores tradicionales. Creo que no hay más allá de dos o tres escritores elegidos en los inicios que me gusten. A partir de los años 30 se produjo una época populista muy cuestionable. Tendrían que haber optado por Virginia Woolf y James Joyce. Pasaron. Pero no podían elegir a Proust o a Kafka, no tenían aún obra suficiente, y cuando pudieron ser elegidos era demasiado tarde. Kavafis y Pessoa también murieron antes de poder ser seleccionados.