En 1961, un matrimonio de arqueólogos noruegos -Helge Ingstad y Anne Stine- descubrió ruinas vikingas en la costa norte de Newfoundland. Allí hallaron elevaciones cubiertas de hierba que resultaron ser los restos de una aldea vikinga en la zona de L'Anse aux Meadows. El lugar tenía ocho edificios, un taller de carpintería y tecnología de extracción idéntica a la de los vikingos.
De todos modos, se encontró poca cantidad de artilugios, por lo que se supuso que el lugar había sido abandonado voluntariamente, lo que coincide con narraciones que cuentan que los exploradores no se mantuvieron en el lugar por más de 10 años.
Hasta hoy, el lugar representa el único asentamiento nórdico conocido en América del Norte y en 1978 fue nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.