BASTA pensar en el primer par de patines para que los recuerdos lleguen solos: las primeras experiencias extremas, los primeros rasmillones de manos y rodillas. Pero a pesar de la fuerza del recuerdo, la verdad es que la vida de los patines, enormemente populares en los 90, era corta. Duraban una temporada o dos y se rompían, pasando a abultar ese rincón del clóset con todas las cosas inservibles. Hasta ahora. Porque de la mano de los adultos que hoy ven en ellos un ejercicio entretenido y efectivo para mantenerse en forma, los patines están de vuelta en gloria y majestad.
El boom se nota al recorrer lugares como el Parque Bustamante y las avenidas Pocuro o Kennedy, donde decenas de patinadores aficionados ruedan por las calles e incluso forman grupos para compartir esta actividad. Tanto ha sido el impacto, que también ha comenzado a llamar la atención de los vendedores. En la tienda Black Dog, la venta de patines Fitness (el modelo más básico) y de Free Skate, los más especializados e ideales para quienes se atreven y recorren la ciudad evadiendo obstáculos, aumentó 60% en el último año. Manuel Vargas, dueño de la tienda especializada Rollervar, reconoce: "Si hace dos años vendimos dos mil pares, el que pasó vendimos cinco mil".
La nostalgia de los 90
El auge de los patinadores no profesionales comenzó a principios de los 90, con los inolvidables Quad skate o patines con cuatro ruedas. Más tarde aterrizaron en el país los Inline skating (patines en línea) o rollers, que marcaron a varias generaciones. Sin embargo, la falta de repuestos o reparadores de patines y la soledad que caracterizaba al patinador de la época hicieron que la actividad casi desapareciera. Pero las ganas de hacer un deporte entretenido y al aire libre, que trascendiera al monótono trote, resucitó la actividad y la situó como una de las preferidas por adultos jóvenes, que organizan rutas por la ciudad. Muchos ya han decidido incluso reemplazar el auto, la micro o la bicicleta.
El Roller Fitness, que usa patines en línea básicos, es la modalidad que apareció con más fuerza. Rubén Tapia (41) lo practica hace un par de meses y cuenta que la mezcla de kilos de más y la nostalgia lo hicieron recurrir a este deporte, que ahora lo tiene recorriendo las calles de Providencia en sus ratos libres. Hasta ahora, dice, el balance es positivo.
Manuel Vargas, de Rollervar, explica que la percepción de la gente ha cambiado: "Ya no hay que ser profesional para ser roller". El nuevo público, que va de los 25 a los 40 años, se compra patines porque quiere hacer ejercicio, salir a la calle e irse al trabajo en ellos. Es el caso de Francisca Hernández (29). Es enfermera y empezó con los rollers hace un año. Todos los días recorre en ellos las cinco cuadras que separan su casa de la clínica en que trabaja. Incluso rueda sobre ellos al supermercado. Si no la dejan ingresar usando estos aparatos, entra descalza. Aunque, claro, no puede evitar las miradas de extrañeza de la gente.
El rollero ya no está solo
La imagen del patinador que recorría la ciudad en solitario cambió. Hoy la mayoría de los rolleros o patinadores por gusto cuenta con un grupo, asegura Alfredo Pérez, de la tienda Open Box Store. El primer grupo se armó en 2010 y se llama Patín Urbano (www.patinurbano.com), que ya cuenta con más de 150 miembros. Para ellos, la idea es que los nuevos patinadores puedan aprender en conjunto y gratuitamente. El único requisito es llegar con patines bajo el brazo y atreverse. Porque si bien hay espacio para todos, sin importar su grado de experiencia, el grupo está incursionando en prácticas cada vez más osadas, como el Freestyle Slalom, que implica evadir una fila de conos.
En Santiago también está el grupo Roller Tour (www.rollertour.cl), que nació en 2012 y promueve la actividad como una alternativa deportivo-recreativa. Samuel Ninzer, uno de sus creadores, cuenta que el año pasado asistieron cerca de 200 personas a cada una de las "patinadas" que propusieron y que este año esperan que lleguen cerca de 500. En la Quinta Región se creó el grupo Viña Patina, que ya cuenta con más de 500 amigos en Facebook. Lo mismo ocurre con Quillota Rollers.
Los escenarios comunes de los rolleros son las avenidas General Bustamante, Pocuro, Irarrázaval e, incluso, la Alameda, idealmente en zonas donde haya ciclovías. Para quienes ya han adquirido mayor destreza, las opciones son Paul Harris, Vitacura, Kennedy y Padre Hurtado. Las juntas masivas se realizan en el Parque O'Higgins, el Estadio Nacional, el GAM, la Plaza San Borja, Los Dominicos y, en el caso de Viña del Mar, el reloj de sol. Una de las gracias del nuevo boom es que no tiene límite de edad. De eso sabe Juanito Tagle, que este año cumple 70 años, y 65 en el mundo del patinaje. Recuerda con nostalgia el sonido que hacían sus patines de fierro al engancharse en el zapato cuando era chico o los retos de su madre cuando los aparatos le rompían los pantalones. Hoy usa rollers de última generación. "Lo mejor para el tata", dice. La insistencia de Tagle, que forma parte del grupo Patín Urbano, se explica por los beneficios deportivos y de vida saludable que ve en esta actividad. Le gusta patinar en Las Condes y enseñarles a los niños, aunque ahora se limita a practicar sólo los fines de semana. "Aunque para los ancianos es extraño verme, para los más jóvenes es gozoso ver a alguien de la tercera edad sobre patines", comenta.