Es el jueves por la tarde y "El Negro" pide atención para explicar cada una de las etapas del exigente juego que está por empezar. Juan Manuel Calles ha trabajado toda la semana junto a sus tres compañeros de equipo para que todos los fierros, piolas de acero, alambres, maderas y latas que forman parte del montaje desplegado sobre el amplio pasto de la parcela funcionen perfecto en la competencia de destreza que días después será vista por miles de personas por televisión. Los hombres y mujeres divididos en dos grupos mixtos lo escuchan. "¡Ya no saben qué inventar!", dice una participante con acento argentino cuando ella y los demás "chicos reality" reciben las instrucciones para trepar una alta estructura de fierro donde deberán colgar una bandera. Ella se ríe, pero la mayoría están concentrados en la charla técnica. Sobre todo "El Negro" Calles, explicando la mecánica de una prueba que, como cada una de las 80 que han inventado hasta ahora en Mundos opuestos, crearon en un contenedor instalado a metros de la casa donde viven los que protagonizan el programa más visto en lo que va del año.
No es fácil llegar a la parcela de Mundos opuestos. Ni el GPS del chofer de Canal 13 le impidió perderse en la laberíntica y campestre ruta al reality. Hay que pasar un conjunto de casas chicas hasta llegar a un peladero que desemboca en un un terreno tapado con mallas y paneles. Cinco guardias cuidan la entrada. Todos tienen radios y las usan para chequear y rechequear que efectivamente los recién llegados sean quienes dicen ser . Luego de unos minutos de espera llega la autorización. La parcela es amplia. A lo lejos se ve la casa blanca del futuro. Hay un pequeño tranque vacío y un sector dedicado exclusivamente al trabajo de los juegos, que no sólo determinan la suerte de los concursantes, porque las competencias también son los segmentos más vistos. El rating de abril dice que de las últimas cinco, todas han subido la sintonía.
Por eso, el trabajo en los juegos es clave para un reality de este tipo. Un contenedor ubicado en la parcela es el centro de operaciones del equipo creativo que trabaja un promedio de 12 horas diarias para dar con las cinco pruebas por semana que exige el espacio. En dos turnos, una escuadra de 20 maestros pone en práctica las ideas de este grupo, formado por cuatro productores de televisión que derivaron en un especialización peculiar: creadores de pruebas para un reality.
"La competencia es un paquete que nosotros entregamos completo, lo creamos, lo diseñamos, lo probamos, se realiza, se fiscaliza al momento de la prueba y luego vamos con otro juego", cuenta Andrés Venegas, uno de los integrantes del team creativo que completan "El Negro" Juan Manuel Calles junto a Cristián López, y que este año sumó a Camilo Chávez en el rol de asistente de producción. El trío base lleva siete años trabajando junto. Partió en La granja, el primer reality en terreno hecho por Canal 13 (el resto era en estudio). Ninguno de ellos es ingeniero, diseñador ni nada parecido. Son productores de televisión que vienen del mundo audiovisual y en el camino se convirtieron en especialistas de la parte más adrenalínica de un reality.
"Cuando hacemos un juego es como inventar una película, tiene desarrollo, un clímax y un final", dice Venegas dentro del contenedor, donde hay un gran pizarrón con el dibujo de la prueba que más tarde tendrá a los participantes, dándolo todo por quedarse con los beneficios de vivir en el futuro y no pasar las pellejerías del pasado. Ahí también hay fotos de cada uno de los concursantes que están y los que estuvieron en el reality. Muchos dibujos de juegos invaden las paredes del sencillo búnker creativo que recibe todo tipo de inspiraciones. "El otro día fui al parque con mis hijos y vi un sistema de equilibrio nuevo que era novedoso, lo comenté acá en la pizarra con los muchachos, le dimos forma y generó un circuito muy atractivo; de repente ves elementos en películas que los modificas y le das vida al juego", cuenta López sobre un proceso de generación de ideas que partió en noviembre, dos meses antes de que Mundos opuestos debutara.
Es la hora del juego en Pirque. Hace frío. Los participantes llegan al lugar de la competencia cubiertos con mantas y ponchos. Miran los fierros tratando de anticipar lo que Calles les explicará minutos después sobre la prueba de postas en siete etapas que definirá el pasado y futuro de los grupos en competencia esta semana. La ambulancia está a un costado. Hay paramédicos, una doctora, una camilla y una bolsa con protecciones para los participantes. Los técnicos ajustan los últimos detalles y los camarógrafos registran primeros planos de cada uno de los concursantes, a excepción de "El Chispa", que figura sentado en el pasto esperando ver la competencia y mejorarse de una lesión.
"El juego tiene que ser televisivo, la gente tiene que entretenerse en su casa viéndolo y para los participantes tiene que tener adrenalina", dice Mirko Morán, que en su rol de director del reality se encarga de decidir los juegos que el equipo de competencias le presenta cada semana. Las sesiones creativas pueden durar hasta un día. "Para incentivar al equipo hacemos apuestas probando los juegos, en verano apostamos bebidas. Yo perdí una parrillada con un maestro", cuenta López a segundos de que empiece la prueba. El productor grita lo último antes de partir. A lo lejos, un par de maestros deja de trabajar para ver en acción lo que ellos mismos construyeron. "Este es el momento más tenso del proceso, se nos aprieta la guata, son como los segundos del actor antes de actuar o del bailarín antes de bailar", dice "El Negro", mientras los dos equipos se reúnen en rondas para conversar la estrategia de la competencia. Se respira adrenalina. Los competidores están a punto de empezar a jugarse la semana. El equipo de los juegos está terminando un largo camino y empezando a pensar el que viene.