"Yo no cambiaría por nada mi vida acá", dice con voz dulce Solange Arteaga, ex alumna del Saint George y hoy dueña de casa. Tiene 46 años y es capitana del equipo femenino del Club de Golf del condominio Hacienda Chicureo, uno de los seis condominios que están dentro del gran proyecto inmobiliario que es Piedra Roja. Hacienda Chicureo es el único articulado en torno a canchas para practicar este deporte.

Las 1.060 hectáreas totales del complejo inmobiliario se comenzaron a habitar en 2002, con el fin de construir una miniciudad con un estándar de vida "premium", con las comodidades del barrio alto, pero en medio de la naturaleza y a sólo 15 minutos de Vitacura en auto.

En Piedra Roja son 600 familias, todas cruzadas con una idea preconcebida: escapar de la ciudad. Lo mismo les sucedió a unos cuantos clanes más, que decidieron instalarse lo suficientemente lejos de la gran urbe, pero cerca de servicios, colegios, centros de salud y naturaleza.

En términos urbanísticos, un suburbio es una zona periférica de la ciudad, y en el Gran Santiago son superficies pobladas que están a más de 10 kilómetros del centro. "El concepto surge de la denominación Garden City, formulada por el urbanista Ebenezer Howard a fines del siglo XIX, en Inglaterra", explica Iván Poduje, arquitecto y socio de Atisba. Según él, esta idea se masificó luego en Estados Unidos, especialmente en el período de la posguerra. "Surgió el modelo clásico de la familia suburbana representado en tantas películas o series animadas como Los Picapiedra".

-¿Sabes por qué no me movería de este sector? -pregunta Solange mientras llena su vaso con bebida light. -Porque aquí mis tres niños se han criado jugando con la araña pollito, la culebrita, agarrando grillitos. Son niños de campo, que en vez de ver tele, ellos hacen deporte -cuenta mientras enciende su cigarrillo.

Al club al que pertenece Solange hay que postular. Después de ser aceptado, hay que comprar un paquete de acciones de 600 UF (más de $ 12 millones) y sumar a eso 200 UF (más de $ 4 millones) de cuota de incorporación.

La particularidad de vivir en este sector de Chicureo es que todas las casas están cerca de un supermercado, un mall, farmacias, colegios (son cuatro) y una laguna de 2.000 m2, donde los vecinos practican deportes náuticos. En la semana es común ver a pequeños habitantes acompañados de sus madres y nanas, mirando la laguna o saliendo de las tiendas, restaurantes y paseando por las calles. Cuando no, están andando en bicicleta con total tranqulidad, porque hay ciclovías que conectan todos los condominios con los espacios comunes.

En este proyecto inmobiliario todo está perfectamente ordenado. Las familias pagan cerca de $ 24.000 de gastos comunes por control, seguridad y parques impecablemente mantenidos. Eso, además de los que debe pagar cada familia de los condominios ahí emplazados.

Todo funciona como reloj. No se ven autos policiales patrullando, pero sí de las empresas Federal y ADT. Eso, a pesar de que hay un estricto control en el acceso de cada conjunto de casas. Los guardias no dejan entrar ni a un repartidor de pizza sin pedirle el carné ni preguntar por citófono adónde va. Adentro, en cambio, las casas no tienen rejas o sólo cuentan con separaciones verdes (arbustos), igual que en cualquier condominio de los suburbios norteamericanos.

La seguridad llega a tal nivel, que los niños que se conocen entran y salen de sus casas y dejan las puertas abiertas y sus bicicletas en cualquier parte. "Seguramente, como era Santiago hace muchos años o como es en algunos suburbios de Estados Unidos", dice uno de los vecinos.

En el condominio Hacienda Chicureo -el más exclusivo y cuyas viviendas pueden costar hasta 15 mil UF (poco más de 300 millones de pesos)- las casas tienen como patio la cancha de golf y una pequeña laguna. Sobrevuelan queltehues y otras especies que aportan a la imagen bucólica. Una de las que disfrutan celebridades como "Pampita" y Benjamín Vicuña, pero también políticos y empresarios.

Los colegios de la zona saben que el ambiente es idílico y a veces se puede convertir en una burbuja; por eso, dentro de sus planes formativos insertan a los niños en la ciudad. Según cuenta una profesora del Colegio San José -creado hace 10 años por la Comunidad de los Padres de Schoenstatt-, dentro de los paseos que hacen los 714 alumnos está el conocer el centro. "En septiembre, por ejemplo, fueron al casco histórico: estuvieron en el Mercado, el Bellas Artes y la Plaza de Armas, todo caminando para que aprendan a desplazarse por ahí", cuenta Juanita Balmaceda, directora del ciclo de enseñanza media. "También los llevamos a andar en Metro, porque muchos de ellos no conocen esa realidad. Así saben lo que es andar en Santiago sin el auto del papá", cuenta otra de las docentes del colegio.

Piedra Roja es un ejemplo de cómo ha crecido Chicureo en el último tiempo. Durante el segundo trimestre de este año se ha convertido en la zona número uno en ventas de casas nuevas dentro de la Región Metropolitana, con casi un millón de UF. Incluso, superó a Puente Alto, que llevaba la delantera. El gerente general de Piedra Roja, Cristián Cominetti, dice que fue concebido como un "megaproyecto autosustentable, que ofrece todos los servicios básicos de los barrios tradicionales, pero con estándares más altos".

"Acá está lo mejor del ABC1, en cuanto a servicios, pero puestos en miniatura", dice el gerente general de Mall Sport, Pablo Manríquez, quien vive hace seis años y medio ahí. Fue uno de los primeros habitantes del condominio Las Bandadas. "La gente como yo, con niños, que gira alrededor del deporte, es feliz acá. Mis hijos van a una liga de fútbol, juegan golf, hacen natación, andan en bicicleta y en moto por entre las casas, los cerros y las vacas".

Existen otros sectores de Santiago que han recibido a los "escapistas". Uno de los lugares pioneros, de hecho, es la Ciudad Satélite de Maipú, ubicada a 28 kilómetros de la capital. Acá, muchos santiaguinos han seguido esta misma tendencia, priorizando una vida tranquila y aislada del ajetreo urbano, asumiendo largos desplazamientos para llegar al centro de la urbe.

Fue inaugurada a fines de los 80 con el nombre de Los Parques de Maipú, y hoy abarca cerca de 100 hectáreas. Viven allí más de ocho mil familias. La de Yanitza Sandoval (40) es una de ellas. Llegaron en 1992, se instalaron en el sector poniente de la villa y su rutina funciona así: su esposo va todos los días al centro en Transantiago y demora más de una hora en llegar; su hijo mayor hace lo mismo, pero con dirección a calle Carmen, pero sus dos hijos restantes estudian en colegios dentro de la Ciudad Satélite y tardan sólo cinco minutos en llegar. "La tranquilidad, las áreas verdes y los lugares de esparcimiento que tengo a la vuelta de la esquina no los cambio por nada", dice Yanitza.

Así como ellos, son miles las personas que diariamente se trasladan desde esta microciudad hacia otros puntos de Santiago, y están dispuestos a sacrificar el trajín del centro por tiempo de traslado. "Es verdad que al salir uno se demora. Hay cosas que están a trasmano y por eso hay que tener auto. Pero a mí me encanta vivir acá: el fin de semana, en el parque central de la villa, toda la gente anda en bicicleta, sale a trotar, los niños juegan y nosotros mismos paseamos. Antes, mi hijo mayor no tenía amigos de otros lugares, recién ahora empezó a conocer gente de otras comunas", cuenta Yanitza.

Los primeros suburbios en Santiago nacieron a comienzos del siglo XX, cuando se crearon Ñuñoa y Providencia. Luego, se extendieron hacia Las Condes con los loteos de El Golf y San Pascual. Su masificación se produjo en los 60 y 80, cuando la ciudad aceleró su expansión. Entonces, nacieron barrios populares y de clase media.

Iván Poduje explica que las inmobiliarias captaron de inmediato el negocio: "Ya a principios de siglo se hicieron grandes fortunas urbanizando los terrenos de las familias Lyon y Errázuriz, en Providencia, y El Golf, Alessandri y Cañas, en Ñuñoa. En los 70 también hubo loteos emblemáticos en Vitacura y Las Condes, mientras que en los 90 destacaron suburbios planificados en Santa María de Manquehue, La Dehesa, San Carlos de Apoquindo o El Carmen de Huechuraba". Según los registros de Atisba, los de más rápido crecimiento han sido El Golf de Manquehue, en La Dehesa (Los Trapenses); San Carlos de Apoquindo, en Las Condes; Santa María, en Maipú; El Carmen, en Huechuraba, y Ciudad de los Valles, en Pudahuel.

Con el tiempo, los santiaguinos comenzaron a mirar al norte de la ciudad. En julio del año pasado, Lidia Muñoz decidió que no quería vivir más en La Granja. Convenció a su esposo y a sus padres, y en menos de un mes estaban todos instalados en una de las dos mil casas de la Hacienda Larapinta, cerca de la Ruta 5 Norte, en Lampa. "Cuando les conté a mis amigas, no lo podían creer. La gente piensa que es una locura, porque es muy lejos, pero realmente vale la pena". Y su vida cotidiana cambió: "Compro huevos de campo, verduras frescas y leche directamente de la vaca. Los fines de semana vamos a la Granja Educativa y los niños pueden estar en contacto directo con los animales".

Manuel Tironi, profesor del Instituto de Sociología de la Universidad Católica, afirma que ya no es tan caro alejarse y escapar del esmog de la ciudad. "Hay una nueva clase media y por eso se levantan estas urbanizaciones".

Otro ejemplo de este estilo de vida está en Ciudad de Los Valles, ubicada en Pudahuel, a un costado de la Ruta 68. Allí viven hace más de cinco años el periodista Claudio Galaz (32), su esposa y su hijo de ocho años. Fueron una de las primeras familias en llegar. Hoy son casi dos mil. Claudio viaja todos los días en su auto hasta el centro, donde trabaja. Se demora 20 minutos por la Ruta 68. "Cuando llegamos, andaban zorros en el cerro. Ahora ya no queda eso, pero vemos vacas y caballos pastando durante el día. Vivir aquí me da la posibilidad de escalar con mi hijo los fines de semana, hacemos deporte y estamos aislados del ruido. Lo único que escuchamos son los pájaros en la mañana". Su hijo y su esposa, eso sí, no salen del condominio. "Aquí está el colegio para mi hijo, centros médicos y supermercados. A veces me dan ganas de caminar a las 2 ó 3 de la mañana y salgo sin miedo. Si hasta el alcalde (Johnny Carrasco) vive acá, eso es una señal de que es lo mejor que hay en seguridad", comenta riendo.

A pesar de esta realidad, según Poduje, los suburbios dejarán de crecer, ya que "está cambiando la composición de los hogares santiaguinos. Por ello, los departamentos han aumentado y lo seguirán haciendo".

Mientras tanto, y a pesar de la imagen bucólica de estos condominios alejados de la ciudad, Pablo Manríquez suma una advertencia: "Es lindo todo esto mientras no caigas en desgracia", dice, y sonríe como si estuviera a punto de revelar un secreto sacado de Vía Revolucionaria, de Richard Yates, que narra el derrumbe de las expectativas de un matrimonio suburbano de los años 50: "Cuando tienes carencias internas buscas lo perfecto en lo externo. Acá en Piedra Roja se ve un poco eso. Hay familias que duran años, pero la perfección de afuera no sirve para arreglarles la vida. Cuando caes en desgracia quizás no es tan entretenido. Si te separas, todos lo van a saber. Es como un pueblo chico".