"LA VIDA es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer". Este verso (no casualmente de un antiguo ex candidato a la presidencia) da cuenta de la asombrosa facilidad con que nuestros políticos recurren a los equívocos, doble estándares, aplausos fáciles, todo por un voto, la limosna con que se pagan (peor es que se hagan sobornar). "Mago, he ahí tu paracaídas, que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como el relámpago…". No hay nada más surrealista que Chile en vísperas de elecciones.
Bachelet llega, después que nunca se fuera, empuñando el lucro para así escenificar y amortiguar su propio descenso, mientras al ministro de Educación se lo cocinan. Por su parte, Harald Beyer (también un político, aunque él no lo crea) nos ha estado tratando de convencer de que el lucro es una consigna, "un gran bluff" (sus propias palabras). El problema del lucro no sería real. Existiría y no existiría. La educación estaría y no estaría mal, definitivamente, no en crisis. "Chile es el país que más ha avanzado después de Letonia en los últimos 20 años", y en lo que respecta a las universidades, nunca se ha adelantado tanto, se ha desarmado ese antro que era la Universidad del Mar. Bastante más que lo que gobiernos anteriores habrían tolerado (¿incentivado?), haciendo vista gorda durante 20 años, incluyendo el de la recién aparecida ex mandataria, quien, ahora, aunque usted no lo crea, viene de vuelta, viene renovada, 0 kilómetro. Según el senador y jefe PPD, Jaime Quintana, "faltaron definiciones firmes en gobiernos anteriores, pero ahora ella tiene convicción". No nos confundamos. Todos podemos equivocarnos, luego cambiar. Al ministro, sin ir más lejos, lo han estado avalando destacados personeros de gobiernos anteriores que tampoco fiscalizaran. Es que no tenían facultades legales para hacerlo, ha dicho el ex ministro Bitar.
Y en qué están los académicos, qué opinan, preguntaba tiempo atrás el ministro Beyer. En Garrido, Herrera y Svensson, La excepción universitaria. Reflexiones sobre la educación superior chilena, 2012, sus autores le dan y no dan razón al ministro. El lucro no sería "una materia a mirar en menos o esconder" como solía estilarse. Habría avances: "Recién parece empezar a ser universalmente entendido que la crítica al lucro es una crítica al retiro de excedentes, no a la participación privada en la educación". Concedo, el argumento es más complejo -lean el libro-, pero comentarios de ese tipo no aclaran el entrelíneas aún por descifrar.
En definitiva, platas públicas y privadas están siendo mal gastadas en instituciones públicas, privadas y raras, lo que hace suponer, no sin razón, que alguien, muchos, están haciendo un puro negocio, ergo lucrando, y no poco. En ámbitos, además, en que tradicionalmente se ha sido más pudoroso o, en que se les está expresamente prohibido hacerlo: las universidades. Si hasta en dictadura se les prohibió legalmente perseguir fines de lucro. Por eso el juicio, en lo que versa sobre fiscalización, es válido, no pura politiquería, aunque nuestra política sea transversalmente demagógica (obvio), también la de quienes dicen no hacerla, la de los técnicos. En fin, están como siempre, empatados/empantanados, todos pisándose sus propias huascas.