Sé que he dejado de hacer cosas por estar en política. Me gustaría, por ejemplo, tener un poco más de tiempo para tomar clases de baile con mi señora. Ahora en general soy muy sedentario. Lo que sí me gusta, cuando voy a fiestas, es bailar. Bailo de todo, la música me encanta. Cualquier tipo de baile, no soy prejuicioso con la música. Y además que tengo mucha música, desde salsa hasta rock pesado, pasando por música clásica.
La labor de ministro no ha sido fácil, porque la jornada laboral es bien extensa. Al final del día deseo llegar a mi casa para compartir con mi mujer y mis hijos. Llego a mi oficina en La Moneda antes de las ocho de la mañana y estoy llegando a mi casa -dependiendo del día- entre las 21 y 23 horas. Y además es de lunes a domingo, entonces mis hijos me reclaman que me ven poco en la semana. Mis hijos son grandes, están en la universidad, pero yo les reclamo que los veo poco los fines de semana porque ellos carretean. Entonces, tenemos horarios que no se concilian del todo.
Soy bien despreocupado de mi imagen. Patricia, mi mujer, me obliga a comprarme cada cierto tiempo ropa, a actualizar mi vestimenta. Obviamente, ahora me tengo que preocupar más y, además, tengo una obsesión de que siempre la corbata esté ordenada. La imagen es importante, pero nunca ha sido tema. No sé si existe el voto hormonal, pero efectivamente en la política moderna, donde el principal medio de comunicación es la televisión, la imagen es relevante. Nunca debemos olvidar, eso sí, que es sólo una cáscara, que lo importante son las ideas, el fondo.
Soy pelado desde chico. A los veintitantos años empecé a perder el pelo. Es algo hereditario de mi papá y mi abuelo paterno. Al principio se las cobré y bromeaba con ellos por esto, porque, además, cuando joven tenía mucho pelo, así como los Jackson 5. Siempre he tenido poco pelo, es parte de mí. Me mantengo el pelo corto, a veces voy a la peluquería, pero en general yo mismo con una máquina me lo corto, aunque a veces mi hija ayuda.
El mejor consejo que me han dado para ser vocero es que hable más lento. Hablo muy rápido. Tengo que luchar todos los días contra mi naturaleza, porque me nace hablar muy rápido. Me esfuerzo por hablar lento, pero cuando me confío, hablo como si estuviera en el living de mi casa. Todo el mundo me hace siempre esa crítica. Cuando hago las vocerías prefiero tener un lápiz en la mano, porque así tengo las manos ocupadas y no aleteo.
Hace mucho tiempo que aprendí que la línea entre el bien y el mal no es una línea que divide a las personas, sino que es una línea que atraviesa por el corazón de todos. Y donde uno tiene que trabajar para que siempre prime el bien en su corazón, por sobre el mal. ¿Qué significa eso? Que si alguien no comparte mis ideas, no por eso lo voy a considerar una mala persona. Una de las cosas que son lamentables en política es que quienes a veces piensan distinto de ti, por ese solo hecho, te pueden considerar una mala persona. Y eso es expresión de prejuicios. Si en la política lo importante son las ideas, no podemos comportarnos como barras de fútbol, y menos aún como barras bravas. Por eso nunca he compartido las visiones maniqueas.
Respeto la pega de los periodistas, pero como en todo tiene mucho que mejorar. Me parece que a veces estamos demasiado concentrados en la contingencia y en lo adjetivo, por sobre lo sustantivo. Más preocupado del cahuín político que del tema de fondo. La política debe tener menos de farándula y más de propuestas, porque son ámbitos distintos. No tengo desprecio por la farándula, pero no me gusta que se combinen estas dos cosas. La gente es la que finalmente tendrá que ver qué le interesa.
Si fuera empresario, me gustaría estar en el rubro del turismo. El turismo antropológico, para que la gente conozca culturas distintas. Una de mis aficiones es viajar para conocer culturas distintas. Tengo una vida generalmente austera, pero en lo que sí invierto es en viajes. Me gusta ir a países donde hablan otro idioma, donde profesan otras religiones, donde hay una cultura diferente y aprender de cómo vive la gente. He estado como en 80 países distintos y me han gustado varios. He estado en todos los continentes. Como fui presidente de la Unión Mundial de Juventudes Socialistas, en ese contexto estuve en muchos lugares. A mí me encantan los seres humanos y soy lo más desprejuiciado que hay. Si hay algo que me gusta de la especie humana es la diversidad, que tengamos distintos olores, idiomas, religiones, culturas.
Colecciono copias de El principito, lo tengo en muchos idiomas distintos. Cuando empecé a viajar, decidí tener un libro en todos los idiomas del mundo. Y como El principito tiene ilustraciones, me gustaba y está traducido en varios idiomas. Cuando chico leí el libro y me gustó mucho, y después me pareció interesante seguir esta tradición.
Siempre las cosas se pueden hacer mejor, así es que las críticas constructivas son bienvenidas. Yo también soy muy autocrítico, creo que hay que esforzarse por hacer las cosas de mejor manera todos los días. Ahora, muchas de las críticas a la Presidenta Bachelet están basadas en prejuicios, y que finalmente son excusas para oponerse a algo. Si uno habla de reforma tributaria o educacional, lo que hay son visiones distintas. Desde muy chico que estoy en política, entonces uno aprende a convivir con críticas malintencionadas y a no considerarlas.