La gente piensa que soy sacerdote. Cuando me lo dicen, les muestro mi argolla de matrimonio, pero muchas veces me responden: "¿Y hace cuánto que dejó de ser cura?". Debe ser porque lo relacionan con mi trabajo dentro del Hogar de Cristo. En mi adolescencia pensé en serlo, pero nunca llegué a pisar un seminario. Durante la última reunión que tuve con la Presidenta, el edecán de Carabineros en La Moneda me trató todo el rato de "padre". Me pasa siempre y me lo tomó con humor, finalmente soy padre, pero de familia.

Conocí a Lorena, mi esposa, en Sicología. Coincidimos mucho en los valores y en los proyectos que teníamos. Nos casamos y nos fuimos a vivir a un barrio más modesto, que es donde vive casi todo Chile, pero nosotros no vivíamos en ese tipo de barrio. El Hogar de Cristo nos asignó a una hospedería de niños y descubrimos que podías dedicarles tú vida a los demás. Cuando nos enteramos de que no podíamos tener hijos biológicos, ya sabíamos que éramos capaces de amar a personas que no tenían vínculos sanguíneos con nosotros.

Escribo poesía. Tengo varios cuadernos escritos en la casa, pero nunca he pensado en publicar: tendría que revisar las notas para ordenarlas y no tengo tiempo para eso. Quizás cuando me vaya retirando me podría dedicar a eso. También me apasiona mucho la lectura de todo tipo, desde ciencias políticas hasta novelas.

He participado en varios consejos de gobierno. Ahora soy miembro del Consejo de Observadores y todo ha sido distinto, porque en otras ocasiones lo que teníamos que hacer era definir una nueva política y hacer sugerencias a la Presidencia. Hoy estoy trabajando en algo más grande y ha sido un gran aprendizaje. Me he encontrado con personas notables, con las que tengo conversaciones muy distintas a las que había tenido en otros consejos.

No me han sorprendido los casos de corrupción política. En distintas ocasiones conocí a muchas de las personas que estaban involucradas y uno notaban que no eran transparentes. No me sorprendió, porque creo que tenemos hábitos históricos que han sido dramáticos en torno a esto. Yo diría que, lamentablemente, la corrupción es parte de nuestra identidad como chilenos y como latinoamericanos.

En mi casa no se celebró el Golpe Militar. Percibía que mi familia no estaba contenta ni de acuerdo con el gobierno de la Unidad Popular, pero también vi que no estuvieron de acuerdo con el período de la dictadura. Yo recuerdo haber protestado en contra de la Escuela Nacional Unificada de Salvador Allende sin saber de qué se trataba; hasta hoy me da vergüenza haberlo hecho. En los 80 me tocó vivir muy de cerca la dura represión en las poblaciones, de los detenidos y torturados. Fue muy duro.

Me han ofrecido cargos en todos los gobiernos desde el retorno a la democracia. Los ofrecimientos han ido desde ministerios y subsecretarías hasta candidaturas a diputado o a alcalde. Y siempre he dicho que no. Me han tratado de seducir, pero creo que no tengo la habilidad necesaria. Hay personas que nacen con capacidades para lo empresarial, para lo político o para lo civil. Yo creo que las mías van en el mundo civil: ¿Para qué me voy a meter en algo que no tengo tanta habilidad como en lo que hago actualmente?

Tengo una buena relación con mi hermano Bruno. Es político, fue ministro de Desarrollo Social en el gobierno de Sebastián Piñera y tenemos distintas visiones acerca de la realidad, pero con un sustrato común, que es el respeto a la dignidad humana. Desde pequeños aprendimos a dialogar temas muy distintos sin ningún tipo de problemas; nuestros padres nos criaron así. Tenemos muchas cosas en común y nos ayudamos en las cosas que ambos realizamos. Y así también con mis otros hermanos y hermanas.

Mis abuelos emigraron desde España a Chile. Llegaron a Santiago debido a que estaban pasando muchos problemas económicos después de la Primera Guerra Mundial; España era un país muy pobre y ellos debieron escapar de esa situación. Acá se desarrollaron como panaderos, con lo que pudieron salir adelante y formar una familia.

Entre quinto y sexto básico estuve condicional. Yo era muy inquieto en el colegio, medio indisciplinado y me movía mucho. Tenía esa inquietud motora porque estaba acostumbrado a criarme al aire libre y dentro de la estructura escolar me sentía oprimido. Mi profesora jefa me salvó en ese período, porque me tuvo muy cerca de ella. Después, cuando empecé a hacer deporte pude ordenarme, subir las notas y liberar toda esa energía que tenía acumulada.

Tengo una huerta y me encanta cosechar. Vivo en La Pintana, en una zona de campo, por lo que me toca harto trabajar la tierra. Ahora tenemos habas, arvejas, pusimos lechugas y después vienen el maíz y las papas.