Creo en la fuerza de Star Wars. Que Dios tiene muchos dioses, que existe y tiene muchas formas. Me interesa la figura de Dios como personaje, la figura de Jesús como personaje más que como algo en qué creer. No tengo fe, y me cuesta tener fe, por lo tanto prefiero declararme agnóstico. No ateo, eso es creer en nada y creo que es imposible no creer en nada.
Me pongo el parche antes de la herida. Antes de que digan "oye, este libro no tiene ningún valor literario". Creo que sí lo tiene. Lo que estoy haciendo tiene que ver con eso, con hacer literatura popular, con hacer literatura comercial, con hacer literatura de aeropuerto, de escape, que no tiene nada de malo. Es, básicamente, literatura de aventura.
En Chile hay una suerte de prejuicio a la literatura comercial. Alguna vez me dio incluso hasta vergüenza haber escrito uno de mis primeros libros, El número Kaifman, publicado en 2006. Es una tontera. Supongo que tenía que ver con que tenía menos edad, pero ahora no. Y no tiene que ver con que ahora a Logia le vaya bien como uno de los libros más vendidos, o que tenga dos libros en el ranking, sino que son opciones. Son canchas en las que uno quiere jugar y me siento supercómodo en la cancha.
A la hora de escribir no empiezo nada hasta que no tenga el título. Soy tan maniático que necesito el título y al menos un epígrafe. Una cita de otro libro, una canción, algo. Me gustan los títulos de máximo tres palabras. Dos palabras con artículo. Y soy de la teoría de que, por lo menos en la literatura que yo hago, funciona mejor la palabra sola. El golpe. Que un libro se pueda definir sólo con el título.
Nací en Victoria, el 74. Mi papá es técnico agrícola, mi mamá es nutricionista, lo que es bastante irónico, porque yo soy obeso. Mi familia es clase media, nunca nos faltó nada, pero tampoco nos sobró. Vivíamos en una casa de madera en el sur, típica. Una casa chica que a mi viejo le costó mucho pagar. No tuvimos teléfono en la casa, porque no había líneas en Victoria. Tuve teléfono cuando me vine a Santiago, a los 17 años, cuando arrendé departamento.
De chico tuve una formación religiosa muy fuerte. Mi familia materna es evangélica. La familia de mi papá es católica. Tenía esos dos polos. A los 13 años fui a la escuela dominical con una polera de una banda de rock. Era la primera polera que tuve. Creo que era de Rush. El profesor me tomó y me dio un sermón acerca de que no era bueno que yo anduviera con esa polera. Hizo una clase especial acerca de los mensajes satánicos en el rock. Yo me sentía mucho más identificado con las letras de The Wall que con lo que me decía el pastor.
Mis lugares favoritos de Santiago son la Estación Central, por una fijación que tengo con los trenes, y la Estación Mapocho. Son los puertos de Santiago. Me gusta mirar los fierros, tratar de pensar en cómo era eso antes, y las iglesias. Me gusta caminar por Santiago. Me gusta mucho la arquitectura. La casa grande que parece barco, esas torres trillizas que hay en varias partes. Me puedo quedar horas mirando. Me gusta que Santiago tenga cerros, me gusta la gente. Mirar gente en Santiago. A pesar de que ya no voy mucho el cementerio, también es uno de los lugares que más me gustan.
Trabajé en un reality una vez. Llegué al programa 1810 por varias razones. A Sergio Nakasone le gustó lo que había hecho en La Historia de Chile en Cómic para Las Ultimas Noticias. La tratamos de contar no como un cómic respetuoso de la historia, sino como una gran historia de aventuras con poses como sacadas de X-Men. Es como si Marvel hubiera contado la historia de Chile. En el Canal 13 dijeron que el reality debía tener cápsulas históricas para educar al público y que tenía que hacerlo un historiador o alguien experto. Igual me complicaba un poco, un reality te puede desperfilar. Fue una experiencia superdivertida, pero no sé si la repetiría. No creo.
Mi hobby es hacer avioncitos. Armo aviones, tengo un montón de cajas allí pendientes, colecciono vinilos. Soy bien bruto, los armo a lo brutanteque, pero algunos no me han quedado tan mal, como las naves de la Guerra de las Galaxias. Tengo una flota de Star Wars. En el fondo, me estoy desquitando de que no las tenía cuando chico y ahora las estoy comprando.
La película que más me he repetido es Encuentros cercanos del tercer tipo, de Steven Spielberg, del año 77. Debo haberla visto 200 veces. Por lo menos, me la repito una vez al mes. Es mi película de Semana Santa, porque encuentro que es una película acerca de la búsqueda de Dios. La vi siendo muy chico y me marcó. Tiene que ver con ovnis, extraterrestres, con búsqueda de respuestas, pero también es una película acerca de un huevón que nunca crece. Un hombre-niño y que es capaz de abandonar a su familia por irse a las estrellas. Si a mí me pasara esa historia, yo también me iría con los marcianos. Me iría con ellos a donde fuera, metafóricamente hablando.
El movimiento animalista está super manoseado. Los animalistas se informan poco. La ciencia ficción tiene la gracia de que usa el presente para hablarnos del futuro. Y no es gratis que la mayoría de las películas sobre apocalipsis, sobre finales dramáticos para la humanidad, tengan que ver con animalistas irresponsables que rescatan animales y desatan una plaga.
No votaría de nuevo por la Nueva Mayoría. El gobierno de Bachelet ha hecho varias cosas, y más de las que nos damos cuenta, pero también está la cagá. Siempre había votado por la Concertación y Nueva Mayoría. Yo voto y siempre voto. Para mí es un deber, una cuestión republicana. Creo que a este país le costó mucho recuperar la democracia como para estarnos farreando o quedarnos en no votar. Con el tiempo he entendido que no votar es también una manera de ejercer el derecho a votar. Creo que en este país lo que más falta son movimientos, quiero que se repitan movimientos como el estudiantil, pero con otras áreas, como la salud o los abusos bancarios. Siento que Chile de repente va a explotar.