El desquite es como la fiesta al final del rencor. Trato de perdonar, pero no se me da fácil. Soy rencoroso a un nivel terrible. Perdonar es un ejercicio importante, consciente y de voluntad. Lo he hecho y es demasiado el esfuerzo como para después decir que me equivoqué en hacerlo. Me cuesta. El rencor lo tomo como un ejercicio de memoria, y me parece relevante la memoria. Tampoco se puede ser rencoroso si no esperas desquitarte. No estoy orgulloso de eso, no quiero recomendarlo como una forma de vivir, pero por alguna razón eso se transformó en un rasgo importante de mi vida.

Prefiero morirme antes que todos. Es lo más práctico. Mis 40 fueron complejos. Murieron dos de mis amigos más cercanos del colegio de manera muy trágica. Esas muertes marcaron mis 40, edad que ellos también cumplirían. Hoy, tengo pesadillas con que se me mueren amigos. Antes, en 2007, había muerto mi mamá de una aneurisma. Estuvo dos semanas en coma y era muy difícil que saliera de eso. Fue fuerte y me es difícil describirlo, porque yo sabía que no había posibilidades y lo asumía, pero el hecho de no verla nunca más era muy duro. A raíz de esas muertes, no tengo conflicto con morirme, pero sí con que se me muera gente cercana, sobre todo que mis amigos se mueran antes que yo. En eso soy súper egoísta, prefiero irme yo primero que ellos.

Es raro cuando me preguntan cuándo me decidí por mi sexualidad, como si esas cosas se decidieran. Nunca tuve dudas de mi "orientación sexual". Nunca me lo cuestioné, simplemente era así. No tuve que buscar a alguien que me dijera por dónde ir. Eso es una cosa que me llama la atención de Chile: la necesidad de mucha gente de que alguien les diga lo que tienen que hacer. Tanta gente que necesita que un cura para tomar decisiones, por ejemplo. Me irrita. Es raro cuando te preguntan los pormenores de tu orientación sexual, porque generalmente te lo pregunta una persona heterosexual, entonces si tú le preguntas a un heterosexual lo mismo, obvio que te va a mirar extraño. Es una pregunta muy extraña, pero la gente no se da cuenta de eso. La gente se da cuenta de muy pocas cosas.

La izquierda chilena es misógina y homofóbica. Tiene unos titulares enormes con el "pueblo", pero el "pueblo" para la izquierda chilena es masculino, es el hombre heterosexual que no le plantea mayores discusiones a una forma de vida que ellos ya tienen preplanteada. Es una vida prepicada idealizada. Eso fue, eso ha sido. Aunque sospecho que está cambiando. Me parece gracioso que Camilo Escalona después de decir que la única ventaja que tiene la candidatura de Isabel Allende sea ser mujer, lance un documento en el que nos cuenta que las mujeres, fíjate, sí tienen derechos y que son iguales en muchos sentidos. Escalona está descubriendo el feminismo hace media hora.

Hay una lógica muy extraña en donde se cree que escribir no es trabajar. Muy poca gente puede vivir de los libros que vende en Chile, porque, además, hay que publicar muchos si se quiere vivir de ellos. A mí me ha ido bien. Los libros me sirven como una especie de plataforma. Pero no es algo fácil para nadie, porque la gente en nuestra cultura piensa que escribir es una especie de pasatiempo, no es un trabajo. Una vez de una fundación de gente con mucho dinero me pidió que les regalara libros. Era gente con mucha plata y me pedían que les regalara libros, para ellos, a su vez, regalarlos. No les dije que no; fui un poco más elegante y les dije que podían contactarse con la editorial y comprarlos ahí.

Me irrita cuando dicen que lo que escribo es chistoso. Hubo gente que me dijo: "Ay, ya leí Siútico: arribismo, abajismo y vida social en Chile, libro que publiqué en 2008, y me reí mucho". Yo digo: o no lo entendieron o no lo leyeron. Yo le quité el saludo a alguien que me dijo sonriendo, pensando que era un halago, "experto en siútico". Desde ahí me dio lata mirarle la cara de nuevo. Siútico es un libro terrible, no es gracioso.

Mi vida de adolescente en Curicó era aburrida. Soy un provinciano de clase media y allá me aburría mucho y lo peor es aburrirse. Es una ciudad donde los domingos no pasaba nada. Bueno, los sábados tampoco. De lunes a viernes tampoco era que pasara mucho más, pero al menos podía chocar un auto en la esquina o incendiarse algo. Era fome; era la ciudad donde no había protestas. Todo lo que yo aprendía de lo que pasaba en el mundo y de lo que leía era por las revistas que mi papá compraba que eran todas las de oposición.

Una de las mejores cosas que se hizo a principios de los 90 fue la Blondie. Iba harto para allá, hasta que me empecé a acercar a los 30 y dejé de ir. Ya no voy hace mucho tiempo, pero tocaban la música que a mí me gustaba y el ambiente era diverso y con todo mezclado, donde se encontraba a todo tipo de gente. Hoy, en cambio, soy más visitante del Normandie. Ya estoy viejo.

Mis resacas son con mucha culpa, aunque nunca haga nada malo. Siempre quedo con una culpa de que pude haber dicho algo que no correspondía, haber dicho algo de más o haber metido la pata. También me revoletea el espíritu de la escalera: cuando estoy discutiendo con alguien y después, pasado el rato, se me ocurre qué haberle dicho, cómo haber contestado bien eso.

Molly y Tobías, mis perros, desordenan todo, pero, a la vez, ordenan todo. Molly se llama así por la actriz Molly Ringwald y Tobías, por mi escritor favorito, Tobías Wolff. Mi estructura diaria de rutinas tiene que ver con los paseos de ellos. Tienen carácter muy distinto entre sí. La Molly es displicente, entonces la gente se le acerca, le dice cosas y ella pasa de largo. Por ella siempre ando con los pantalones medio rotos, porque a Molly le dan ganas de atacar perros que son cuatro veces ella, yo sostengo la correa y ella me muerde a mí para que la suelte. A ella la tengo hace más tiempo que a Tobías.

Jamás tendría hijos. Encuentro que es muy fuerte lo que significa para la gente criar a otra persona, ser responsable de que sea feliz a pesar de todo. No sería capaz y nunca he querido tampoco. ¿Y si sufre? Ver sufrir a un niño es espantoso. Creo que la gente que tiene hijos es bien irresponsable en el fondo, porque imagínate criar, sobre todo en un país como este, a niños. Además, eso de buscar colegio acá en Chile es feroz. He escuchado que los padres se tienen que someter a una tiranía del sistema. Más encima, tienen que soportar las reuniones de apoderados que son una especie de tortura social. A mis amigos con hijos no les comento estas cosas, pero me sorprenden y los admiro, porque ellos son muy buenos padres.