No fui cómplice de la dictadura como algunos dicen. Me tocó ejercer en un período complicado y yo no podía hacer más de lo que me pedían. Durante el régimen militar traté de hacer mi trabajo lo mejor posible y dentro de lo que se podía. Hay mucha gente que habla sin saber, sobre todo aquellos que no nacían todavía y juzgan a diestra y siniestra. A lo mejor los medios y periodistas sí cometimos muchos errores y no informamos más de lo que debíamos, pero los periodistas no somos dueños del medio; el periodista debe guiarse por la línea editorial que tiene su lugar de trabajo, y si no le gusta se tiene que ir nomás. Esa es la realidad. Fría, pero es lo que hay.

Mi padre marcó mi carrera. El era periodista de la vieja guardia, el periodismo de verdad. Nada que ver con lo de hoy. Fundó el Colegio de Periodistas, el Círculo de Periodistas y fue parte de la creación de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Como viví desde muy chico rodeado de periodistas, estaba al tanto de todos los temas de actualidad. Mi papá me llevaba a sus clases y cuando les tomaba pruebas a sus alumnos también me las tomaba a mí. Recuerdo que muchas veces me saqué mejores notas que ellos.

Estudié en el Instituto Nacional, lo que me hace imposible no tener una opinión formada sobre las cosas que ocurren hoy en educación. A los estudiantes que marchan los respeto y apoyo por la energía que tienen al manifestarse. Me alegra más todavía que puedan hacer públicas sus demandas. Otra cosa son los que hacen destrozos. Dudo que sean estudiantes. Y si lo son, sé que no son todos los que hacen maldades. Si fueran sólo estudiantes casados con la causa los que marchan, apuesto que todo terminaría bien, pero no falta el grupito de encapuchados que destroza por placer y que, lamentablemente, los mismos estudiantes no han podido controlar. A ellos hay que aislarlos y controlarlos, porque llegamos a un punto en que hasta Carabineros está de manos atadas.

En el colegio tuve un grupo de teatro con Michelle Bachelet. Nos juntábamos los del Instituto Nacional con las niñas del Liceo 1. La Presidenta, recuerdo, participaba en todo. Era bien entretenido. Ahora de grande, fui uniendo cabos y me di cuenta de que de ese grupo salieron varias actuales amigas de Bachelet. No me acuerdo mucho de cómo era, porque era muy tranquila, sólo recuerdo que era muy flaca. Con ella presentamos una o dos obras, pero no hubo relación más allá de eso. Además, no me interesó seguir la línea del teatro, porque de niño supe que quería ser periodista, por lo que nunca me involucré tanto.

Fui un niño maldadoso, pero nunca rebelde. Jamás tuve una pelea grande con mis padres ni me fui de la casa. También nos llevábamos muy bien con mi hermano. El era el que me defendía en el barrio cuando hacía alguna travesura. Como era más maceteado, actuaba de guardaespalda. Crecimos en el Paradero 6 de Gran Avenida. Ahí tuve muchos amigos, fui scout, iba al estadio y sacábamos peces de una pileta que quedaba cerca, de la que teníamos que arrancar porque los guardias nos perseguían siempre. Mi infancia fue feliz

Le tengo miedo a la vejez pobre. Me da pánico no tener para los remedios o estar botado y solo. Eso me da mucho miedo, porque yo he visto casos así y son realmente dolorosos. Hay familias que dejan tirados a los viejos en un asilo cualquiera y eso es lo que no quiero para mi vida, por eso me he preparado para ese momento: me preocupé de ahorrar para la vejez. No es mucho, pero algo se hace para no llegar en condiciones deplorables a la vejez.

Nunca demuestro mis sentimientos, pero en el fondo soy muy sensible. Cubriendo noticias hago como si no me pasara nada, pero hay cosas que me afectan mucho. Me puede hacer llorar fácilmente todo lo que tiene relación con los niños; abusos sexuales, maltrato, accidentes, o lo que sea que les afecte. Cuando esas cosas pasan, pienso en mi nieta y la que viene en camino. También pienso en mi hija cuando era niña. Me afecta profundamente. Pero fuera de eso, no soy de llorar. No lloro con películas ni con una canción extremadamente buena o cebollera.

En ciertos casos la eutanasia debería estar autorizada. Antes no pensaba así, pero después de vivir la muerte de mi padre cambié de opinión. Fue un momento muy duro, porque éramos muy unidos, muy amigos. Viví con él mucho tiempo, porque me casé tarde. Murió de viejo, estaba sobre los 90 años, pero no dejó de ser una situación fuerte. A raíz de eso creo que hay veces en que la persona quiere descansar. Me lo empecé a cuestionar muy fuerte últimamente. Ya no sirve de nada que algunos enfermos estén llenos de máquinas. Eso es un gasto tremendo para la familia y no es sólo económico, sino que también psíquico, personal y humano.

Los tiempos del mundo laboral me pasaron la cuenta. Muchas veces dejé pasar cumpleaños o no estuve presente en cosas familiares importantes. Eso lo conversamos con mis hijos y lo fuimos sanando. Tuve que aceptar que mi ritmo de trabajo fue, en gran parte, el motivo de mi separación. Pero me casé de nuevo. Con Cecilia llevamos cinco años de matrimonio y lo pasamos increíble. Viajamos, salimos de Chile o Santiago cada vez que podemos. A estas alturas, uno se acompaña y se tolera más, y eso se lo agradezco.

La gente siempre ha creído que vivo en el cuarto piso de tribunales, pero eso no es así. Esas cosas me dan risa, pero lo cierto es que con los años se me ha hecho indispensable descansar y olvidarme del trabajo en mis ratos libres. Es difícil, pero lo logré después de años de carrera. Desde que jubilé me mantengo en Canal 13 boleteando, y me acomoda mucho, porque así elijo si voy o no. Deben querer que siga en el canal, porque todavía les sirvo. Al final, la experiencia y los contactos siempre son valiosos en el periodismo, y eso es lo que deben valorar, pese a mis años, de mí.