No creo en la reconciliación política. Cuando era joven tuve un impulso natural de integrarme al Mapu. Tuve mucho temor cuando llegó el Golpe, porque figuraba militando. Viví un primer año durísimo. Mi proyecto personal se volvió totalmente secundario. Soy de la generación que creía que el mundo tenía que cambiar, se podía cambiar y pensábamos que lo estábamos cambiando. Después no me desencanté de la militancia, pero con el tiempo entendí que el proyecto del que formé parte no era viable y se demostró no viable. Fue el fracaso de un sueño. Es fuerte. Todavía me duelen los detenidos desaparecidos. Eso de que somos todos hermanos y hay que perdonarse es hueco.

Fui un privilegiado por haber estudiado en el Saint George's. En ese colegio había gente de izquierda y de derecha. La formación que hacían los curas permitía eso. Es una formación católica con una mirada social muy linda. Adentro y afuera de la sala, todo tenía que ser en inglés. En el recreo, si te pillaban hablando en castellano te colgaban un bloque de madera al cuello y al final del día tenías que hacer un castigo, que era llegar media hora antes de que empezaran las clases y recitar un poema en inglés frente a todo el curso. En más de alguna oportunidad me vi en esa. Era estricto, pero un muy buen lugar. Lamentablemente, cuando tuve hijos en edad escolar el Saint George's era territorio militar y yo no iba a meterlos ahí por ningún motivo.

Cuando mi pareja me dijo que iba a ser papá, estaba aterrado. Yo tenía 22 años. Fue fortuito, pero le agradezco a la vida, porque si hubiese tenido que pensar y decidir, no sé cuánto me habría demorado en tener un hijo. Cuando me dijo Ana María, con quien estaba en ese momento y con quien duré 20 años, estaba con susto, pero también feliz. A mí nadie me enseñó a ser padre. Tuve siempre la imagen de un padre distante, a pesar de que tenía una relación súper buena con él, pero era distante. Antes de los 30 ya tenía cuatro hijos y con todos fui súper estricto, pero también muy cercano.

No voy a misa desde hace muchos años. Tengo formación católica, pero estoy muy distanciado de la Iglesia. Cuando iba al colegio las misas tenían sentido, porque eran dialogadas y cantadas, no era una misa donde el cura estaba allá y nosotros acá. Pero desde chico tuve un tema con eso de la resurrección de los muertos. Siempre me produjo ruido. Entonces, por ahí tomé ciertas distancias. Tenía ciertos cortocircuitos desde niño, desde mi época más creyente. Hoy en día me parece que la Iglesia que predomina pretende imponerle a la sociedad sus dogmas morales y eso, considerando que somos Estado laico, es inadmisible. La Iglesia Católica ni nadie va a imponerles su visión a todos los chilenos.

Soy bastante liberal, pero liberal con valores. Eso sí, no tengo nada de conservador. Ni ideológicamente, ni valóricamente. Creo en los derechos de las mujeres y en que puedan decidir sobre su cuerpo. También en la decisión que deben tener ellas sobre si quieren o no tener un hijo. Creo que el liberalismo tiene el peligro de que si no es acompañado de valores es muy frío y muy cínico. En Chile funciona sólo en lo que es negocio. Esa mirada del mundo la rechazo por instinto. Creo que todo es mejor con una maciza columna vertebral valórica.

Hasta los 29 fui feliz. Luego, a los 30, tuve una crisis de edad importante. Me había ido bien, había ganado premios, pero sentía que dejar de tener 20 y tantos era terrible, porque sentía que no las había hecho todas en mi vida. Era una cosa más emocional y que me comí solito. Ese año, pese a mi crisis, fue un muy buen año. Me fui a TVN para dirigir teleseries. Nunca, en ese momento, racionalicé por qué fue tan fuerte la crisis, pero nunca más he tenido crisis con la edad.

Soy huérfano hace muchos años. Mis padres murieron a los 60 y tantos. También se me murió una hermana. La muerte ha caminado al lado de nosotros, los 11 hermanos que éramos, toda la vida. No tengo una relación conflictiva con eso. Sé claramente que estoy en el último tercio de mi vida. Es una cosa estadística. El mundo dura mientras estás vivo, y comprendo que es la inmensidad de la nada lo que aplasta. Esa angustia no la tuve a la edad en que se tiene, pero a veces, ahora que estoy más viejo, se asoma.

Soy pudoroso, pero no con el cuerpo, sino que con la vida privada. No me hago cargo de la exposición. No tengo Twitter ni Facebook y no sé usarlos tampoco. No tengo ninguna relación con las redes sociales. Ojalá pueda estar con la mayor distancia posible. Yo jamás expondría mi vida privada. No tengo esa necesidad de exponer todo en las redes sociales. Sólo uso WhatsApp y eso para mí es un gesto tremendo con la tecnología. También uso el correo electrónico, pero de redes sociales no sé nada. Considero que la necesidad de exposición pública es reflejo de una sociedad enferma de otras cosas.

En TVN no me dejaron trabajar. Tengo una frustración muy grande con mi salida del canal, porque no pude hacer nada. Mi intención de volver ahí era recuperar ese espacio, que está ahí para ser recuperado, porque el público de la novela de las 8 existe. Lo que no hay es oferta, y yo no pude hacer nada. Ni siquiera fue por presupuesto, fue porque el director de programación que llegó, en su legítimo derecho, tiene otra visión y quiere hacer las cosas como él piensa que hay que hacerlas. Y en su manera de visualizar esto no cabía el que hubiera una persona a cargo de las teleseries. Por eso me fui frustrado. Presenté muchos proyectos que tengo guardados y que, de haberse hecho, TVN estaría en otra situación hoy día. Estoy segurísimo y pongo las manos al fuego de que sería así.

Siempre me han dicho que soy muy porfiado. La porfía tiene que ver con las certezas que se me meten en mi cabeza. Y no está mal, creo, porque hay que seguir el estómago propio, no el de otros. Sobre todo en la cuestión creativa. En ese sentido, la angustia convive conmigo siempre. En el plano creativo, siempre fue un motor para salir y después pegar. La angustia es la autoexigencia, porque cuando estábamos en un proyecto ya tenía que empezar a tener listo el siguiente, y eso genera mucha angustia. Me exigía buscar soluciones e inventar algo. Y salía, porque además soy obsesivo con las ideas.