Mario Burgos (57) es un artista. Un artista verde. Al menos así se siente él desde mediados de la década del 80, cuando comenzó haciendo pequeñas figuras en arbustos.

Su sello está impreso en 12 casas de La Florida. Son 10 cuadras a la redonda en un barrio de viviendas que poseen patios de más de 400 m2.

En las calles Brasil, Uruguay, Venezuela o Colombia, Mario y su tío Antonio Burgos (67) dan rienda suelta a su talento. La cosa es así: si ellos quisieran cobrar por algunas de las esculturas que hacen, tendrían que recibir más de $ 300.000 por cada una. Son cóndores, aves como cisnes y patos, también dinosaurios y renos en enormes árboles tallados.

Parece que en un par de cuadras, Tim Burton hubiese enviado a Edward, el joven manos de tijeras, a marcar terreno.

Como no pueden pagar el dinero que Mario y Antonio cobran por hacer figuras, los vecinos establecen una especie de convenio, pero sólo de palabra. Tío y sobrino se hacen cargo de todo el trabajo del jardín durante el año, a cambio de un monto mensual, pero ellos son amos y señores del jardín. Es decir, no es que un cliente les pida tal o cual figura. Son libres de disponer de todos los arbustos del espacio e inventar lo que quieran. "Por ejemplo, esa es una escena, porque hay varias figuras", cuenta Antonio apuntando a cuatro cisnes que parecen tomar agua. Es una de las grandes esculturas en el patio de una de las casas en calle Ecuador. "En esa escena nos demoramos cinco años", apunta Mario, y habla de lo difícil que es que todos entiendan este trabajo: "Una vez, un señor nos preguntó dónde comprábamos las semillas de los arbustos con forma de aves, y otro quería que le hiciéramos una figura en un día, pero esto toma tiempo, años. Somos artistas".

Ambos comenzaron a trabajar en jardinería gracias a su olfato. Nadie les enseñó. Comenzaron a los 15 años cortando pasto, pero hace 25 años se dieron cuenta de que Mario tenía una habilidad especial para hacer detalles con las tijeras. "Yo le dije por qué no hacía relieves en una pared de hojas que había y él hizo una figura. Me di cuenta altiro que tenía talento", relata Antonio.

Desde entonces, Mario es el artista y Antonio ayuda a mantener. Cuidan las mismas figuras hace más de dos décadas, cuando hicieron los primeros contratos de palabra con sus fieles clientes.

"Un día, leyendo una revista de paisajismo, me enteré que hacer esculturas así se llama "topiary". ¿No sabe lo que es?", pregunta Mario como si estuviera a punto de dar una charla de un tema muy complicado. Y sigue: "El topiary es un estilo de trabajo que nació en Europa en el siglo XVI. Se hacían grandes jardines y se construían grandes figuras", cuenta erudito. "Esto es la máxima expresión del paisajimo", comenta, mientras se apoya con una mano en las tijeras que cuelgan de su cinturón. Ambos trabajan todos los días del año, de 9 de la mañana a 21 horas.

Los jardines de Mario y Antonio no sólo aportan con figuras. A la escena se suman piedras y hasta acequias.

Trinidad Bravo, una de sus clientas, dice que lo que ellos hacen, además de ser "verdaderamente un arte", a ella le da paz. "Vienen mis amigos y se admiran de lo lindo que es mi jardín, pero cuando yo estoy sola y me pongo a regar es un momento especial para mí. Veo las figuras y sus colores tras el agua de la manguera y siento que es un privilegio tener este jardín", finaliza.