Hay veces en que la ciudad asfixia, las cuatro paredes son una cárcel y es mejor largarse al refugio más cercano, o lejano, para ver si las ideas fluyen. En 1988, un grupo de creativos de la campaña del No acuñó el eslogan "La alegría ya viene" en la provincia chilena, cerca de la costa central, por ahí por Santo Domingo. Según la película No, de Pablo Larraín, todo fue en la playa, entre roqueríos, arenas y abundante vino, después de una comida pantagruélica, al lado de la casa de veraneo de un político pudiente.

El filme es una ficción realizada a partir de una investigación de cuatro años, encabezada por el guionista Pedro Peirano y la periodista Lorena Penjean. Por lo tanto, su tronco son hechos verídicos y sus frondosas ramas entran en el campo de la ficción. Una de las fuentes consultadas por los creadores de No fue el publicista y actor José Manuel Salcedo, tal vez el más carismático de los gestores de la campaña, hombre de anécdotas infinitas, ligado a la Democracia Cristiana, ex miembro del Ictus y quien con memoria implacable, explica: "Mire: todo fue tal cual aparece en la película, en una casa fuera de Santiago, pero de playa no había nada. Era cerca de Santo Domingo, pero no en la costa".

Con estreno fijado para este jueves 9 de agosto, con 43 copias, No es una de las películas chilenas más esperadas de 2012. Le dieron este año el principal premio de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, la crítica internacional la aplaudió y su protagonista es Gael García Bernal, un actor que es estrella hace varios años. Es un ejercicio libre y tragicómico sobre la propaganda que derrotó a Pinochet. "Qué puedo decir: es un trabajo excelente. Retrata muy bien las emociones y el ambiente de ese momento", explica Eugenio García, uno de los principales publicistas de la franja y el más cercano en personalidad a René Saavedra, el rol que interpreta García Bernal.

En la trama, Saavedra logra darle a la franja del No el tono festivo que le colocó un pie encima a la campaña del Sí. Le cambia la cara a la publicidad política del momento: en ese intento no muere, sino que logra que varios en su comando resuciten y olviden el panfleto político. Es un motivador y por eso tiene mucho también de Salcedo, el otro modelo que según Peirano y Penjean sirvió para crear a René Saavedra.

"Hay que entender que nadie es alguien específico, sino que los personajes son símbolos", dice Peirano. "Habría sido extremadamente latero e impracticable recrear a cada uno de los tipos reales en la película. Existían como 35 creativos en la franja", explica Juan Forch, también responsables en la campaña. Para él, que luego dirigió el canal Rock & Pop, el ritmo vertiginoso del largometraje da una idea de la temperatura laboral del 88. "Dormíamos tres horas, cuatro a lo más", cuenta. Quedarse más tiempo pegado a la almohada hubiera sido una bofetada a la frenética agenda contrarreloj de los camaradas.

"La película es excelente, pero debo aclarar algunos puntos. No creamos los spots en pocas semanas como se ve ahí. Era un trabajo largo y algunos estaban hechos de varios meses atrás. Pero entiendo que para efectos de ritmo se deba colocar así", reflexiona Eugenio Tironi.

Los otros tres grandes personajes de la película son Urrutia (Luis Gnecco), el político que coordina la acción entre el equipo creativo y los partidos; Lucho Guzmán (Alfredo Castro), el frío y pragmático jefe de la franja del Sí, y el ministro de la dictadura interpretado por Jaime Vadell, un rol que tiene algo de Sergio Fernández, titular de Interior en la época, pero sobre todo de la propia cosecha de Jaime Vadell. Urrutia alude al político DC Genaro Arriagada, jefe de la campaña del No, pero más que nada al socialista Juan Gabriel Valdés, otro de los directores de la franja del No. Como en la película, a Valdés le tocó presenciar discusiones entre los creativos más militantes, que consideraban el eslogan de la "alegría" demasiado blando, y los que lo defendían como la única forma para encantar a la gente.

"Hubo discusiones en una primera reunión en casa de Andrés Zaldívar y luego en Filmocentro. Curiosamente, varios de los mismos que al principio encontraban muy blanda la franja terminaron criticando ciertos contenidos por 'duros'", afirma. La película describe este enfrentamiento de posiciones representado por Saavedra (el responsable del concepto de "alegría") y Fernando (Néstor Cantillana), un hombre que desprecia el jingle fácil y prefiere la denuncia de atropellos a los derechos humanos por sobre todas las formas de lucha en TV.

Hay un cierto consenso en reconocerle a Eugenio García la paternidad del concepto "La alegría ya viene". Como publicista, él ya tenía una exitosa trayectoria. Había estado tras las campañas de chocolates Costa (la frase "déjame uno" fue un pequeño hit en la TV de los 80) y de Financiera Atlas (con el spot del oficinista que decía: "Y yo ni me moví de mi escritorio"). "Fui uno entre varios -dice él-. Fue un trabajo colectivo: no importaban los egos y sí la humildad. Todos querían aportar y nadie se enojaba si su idea no gustaba. Había que echarle para adelante. Teníamos poco tiempo. Nos jugábamos demasiado".

Tras el triunfo del No, Eugenio García se desvinculó de la publicidad y vendió su participación en la empresa. "¿Qué más podía hacer? Estuve en la madre de todas las campaña y ganamos". Para el futuro quedaría una buena historia que contar, recrear y reimaginar. Ese material es el que sirvió de base a la película.