Las ambiciones políticas de los países y sus líderes torpedean muchas veces la racionalidad de sus decisiones. "Y, como en todos los negocios, el carácter es clave a la hora de escoger un socio; cuando hablamos de países, mucho más clave aun", reflexiona Mario Mora, managing director de la firma de recursos humanos Equation Partners, tras leer Bust: Greece, the Euro and the Sovereign Debt Crisis ("Quebrado: Grecia, el euro y la crisis de deuda soberana").
Del periodista de Bloomberg Matthew Lynn, el libro "da una excelente visión de las dinámicas de la Unión Monetaria Europea (UME), un tema que tiene al mundo entero estresado y a Europa sumida en una de sus mayores crisis", dice el ejecutivo.
El análisis que realiza Lynn se centra en Grecia, país que hace casi tres años comenzó a revelarse como la oveja negra de la eurozona y que necesita ser apuntalado por sus vecinos para poder seguir siendo parte de ella.
Pero el libro, además, repasa todos los intentos de Europa por lograr una unificación monetaria en los 70 y en los 80, y las razones que justificaban ello.
"Casi todo el comercio exterior de Europa en esa época era intrarregional; era un mercado de más de 300 millones de personas; las fluctuaciones cambiarias generaban fuertes riesgos para las empresas que participaban en este comercio, y también había razones de seguridad nacional, con el epicentro de las dos guerras mundiales en Europa", sostiene Mora.
Tras implementarse la nueva UME, "todo era festejo, el comercio exterior se había expandido considerablemente, la inflación regional era bajísima, se crearon más de 15 millones de empleos y se decía que el euro reemplazaría al dólar como moneda de reserva", añade. Sin embargo, Grecia era disonante con esta estabilidad, dada una historia política y económica muy disfuncional, con dictadura militar muchos años y, después, gobiernos democráticos que oscilaban entre izquierda y derecha con inmensa rapidez, "y con resultados económicos absolutamente paupérrimos", explica Mora.
En ese contexto, Grecia necesitaba el sello del euro como tabla de salvación para autodisciplinarse y estabilizarse.
"Para Alemania y los países más grandes de Europa, obviamente no era fácil aceptarla, pero les era crucial tener el mayor número de miembros de la región y, finalmente, aceptaron su ingreso al euro. El resto es historia conocida: Italia, Irlanda, España y Portugal, los países más débiles en sus prácticas de manejo económico, se llenaron de deuda barata y descuidaron el manejo de sus cuentas públicas. A Grecia le fue mucho peor: inmensas deudas y déficit, cero inversiones productivas y la peor crisis de su historia moderna", resume Mora.