El diésel usado en los automóviles que circulan decenas de kilómetros por día en la ciudad deja un rastro en el planeta. Y aunque esta "huella" es invisible, en realidad se trata de toneladas de carbono (CO2, o dióxido de carbono), gas que genera el calentamiento global del planeta. Debido a ello, SCX Bolsa del Clima de Santiago, un proyecto creado por Celfin Capital y Fundación Chile, está promoviendo que los conductores midan su "huella" y entren al sistema de compensación de estas emisiones, colaborando con iniciativas internacionales sustentables.
Hasta ayer, 1.112 automóviles habían medido las toneladas de CO2 que generan y obtuvieron un certificado "verde". Este grupo totalizó 3.225 toneladas de carbono. Del total de vehículos que se sumaron al proyecto, un 6% correspondió a motocicletas.
Carlos Berner, gerente de SCX, cuenta que a la iniciativa se han plegado personas interesadas en la lucha contra el cambio climático. Según las cifras del organismo, el 48% de los interesados fueron hombres y un 52% mujeres.
De acuerdo con las estadísticas, las conductoras declaran emitir 2,4 toneladas de CO2, en promedio, anualmente. Mientras, los hombres producen, en promedio, 2,9.
Cómo se mide
Berner explica que esta "huella" se calcula a partir de los datos internos del automóvil, como la cilindrada (capacidad del motor), kilómetros por año que recorre y el tipo de combustible que usa. Por cada tonelada de CO2 que emite, la persona paga US$ 12. Esos fondos, finalmente, son destinados a proyectos sustentables en China, India y Rusia. "Se seleccionaron estos proyectos, porque tienen la característica de dedicarse a rebajar sus emisiones mediante procesos limpios. Nos gustaría que hubiera iniciativas en Chile que también lo hicieran", dijo.
Los proyectos a los que se contribuye son una empresa de celulosa que se autoabastece de energía con biomasa, en Novodsvinsk, en Rusia. La otra iniciativa es una planta con gas natural con la que se produce electricidad en el estado de Tamilnadu, en India.
También se destinan recursos a una central hidroeléctrica en Zhoubai, en China. Se considera que este mecanismo es sustentable debido a que no se utiliza carbón, pese a que la mayor parte de la energía en ese país corresponde a combustibles fósiles. Todas estas empresas certifican internacionalmente que efectivamente rebajan sus niveles de CO2.