¿Qué sería del mundo sin las frases hechas? ¿Qué sería del homo sapiens sin un lugar común al que echar mano cuando la originalidad ni el ingenio bastan? Sin ir más lejos, ¿qué sería de cualquier mortal si de un día para otro se decretara la muerte del cliché, del tópico, del verso? No resulta exagerado responder que sería el fin del mundo. O, al menos, del mundo tal cual lo conocemos.
Existen frases que forman parte de nuestro ADN y sin las cuales pasaríamos a ser una especie diferente, quizás más parecidos a los osos hormigueros o a los topos de nariz estrellada. Desde el "Pan y circo" del poeta latino Juvenal hasta "Yo soy tu padre", de La guerra de las galaxias, cargamos con una herencia transmitida generación tras generación en forma de palabras que se juntan y separan para expresar algo más grande que nosotros mismos.
Veamos el caso de "Yo soy tu padre".
La explicación más obvia de su popularidad es que esta frase quedó grabada en nuestros cerebros porque crecimos cuando la novedad del año eran las espadas láser. Puede ser. Sin embargo, un video que circula en internet y que muestra cómo un par de niños reacciona a la famosa escena de la saga, nos sugiere que se trata de algo más que una moda o pura nostalgia. Uno de los niños, que seguro nació con una consola en las manos, se retuerce en su asiento de la impresión, mientras su cara va de la sorpresa al espanto.
¿Qué explica su reacción casi visceral? Resulta que cuando Darth Vader, uno de los malos más malos del cine, le dice al joven Luke Skywalker que él, su enemigo, es su progenitor, el director George Lucas apela a un arquetipo (la muerte del padre) que está cableado en nuestras mentes desde que los homínidos nos pusimos de pie e inventamos eso llamado civilización.
Esto explicaría por qué algunas frases de las miles y millones que se han pronunciado en reuniones tribales, códigos, libros sagrados, literatura o cine, llegan a convertirse en parte de nosotros mismos porque incluso nos trascienden. ¿Quién no ha soltado alguna vez sin pensar si quiera de dónde viene, sentencias como "La suerte está echada" (el emperador Julio se la copió a su vez a Menandro) o un más pop "Hasta la vista, Baby", de Terminator?
La explicación no está exactamente en nuestro ADN, el de la doble hélice, pero casi. Veamos.
En la reedición de su libro El gen egoísta (1993),Richard Dawkins hizo una elegante pirueta al llevar su idea de selección natural (no actuaría sobre la especie ni el individuo sino sobre los genes) más allá de lo estrictamente biológico. Según el científico, los seres humanos no sólo transmitirían su ADN, sino también unidades culturales o "memes" que evolucionan y están sujetas a fenómenos de transmisión equivalentes a la de los genes. Estos replicadores, en lugar de reproducirse usando células sexuales, saltarían de cerebro a cerebro mediante la enseñanza y la imitación, cableando nuestras mentes durante los años de aprendizaje y más allá. Por eso, para la mayoría de los padres humanos no sólo es importante asegurar que su prole conserve sus genes, sino también su acervo cultural. Y parte importantísima de este patrimonio toma la forma de expresiones que tenemos en la punta de la lengua, como se dice.
Se trata de frases que se repiten a lo largo de la historia de la humanidad con algunas variaciones porque, al igual que los genes, sufren cambios, mutaciones. La ya nombrada "Pan y circo", por ejemplo, se convirtió en España en "Pan y toros" y en el siglo XX, en "Pan y fútbol" y bien hoy alguien podría acuñar en Chile "Pan y Mundos opuestos".
Y, cosa curiosa, en la lista realizada hace un par de años por un sitio para cinéfilos que votaron las frases más memorables de la historia del cine, las que ocupaban los primeros lugares habían sido "mutadas" a gusto del espectador. La número uno -"Luke, soy tu padre"-, originalmente fue "No, yo soy tu padre", y la clásica "Tócala otra vez, Sam", pronunciada por Humphrey Bogart en Casablanca, fue en realidad un discurso mucho más largo del estilo "La tocaste para ella, tócala para mí;(...) si ella la resistió, yo también, ¡tócala!".
Como vemos, las palabras mutaron para acercarlas a los arquetipos del "padre" y de la nostalgia por "el amor que se fue", respectivamente.
Algo similar ocurre con aquellas frases que son reducidas a expresiones latinas por su concisión y fuerza: "Fiat iustitia" ("Hágase justicia") y "Vox populi, vox Dei", por ejemplo.
Ahora, para que una frase adquiera la condición de ADN cultural, no sólo debe ser corta y precisa, sino forzosamente universal -el amor, la muerte, la vida-, experiencias humanas experimentadas tanto por Öetzi, el hombre de hielo que habitó la Tierra hace 5 mil 300 años, como por el niño sorprendido ante la revelación de Darth Vader.
Además, deben ser democráticas y si con el tiempo se olvidó quién fue su autor original, mejor todavía, porque igual que las especies más exitosas que pueblan la tierra, demuestran su poder de adaptación. Un caso doméstico ocurrió cuando Cecilia Bolocco pronunció en un programa de televisión una sentencia que empañó hasta los focos: "Lo que no mata te hace más fuerte", que algunos atribuyen a Nietzsche y que muchos pensaron fue obra de nuestra ex Miss Universo, debido a que ella nació en un país que se ha levantado una y otra vez.
Otro lugar común que, en esta ocasión, sirvió para poner punto final a este artículo.