Es argentina, pero vive en Nueva York. Y es la mujer con la que me quiero casar", le dijo el príncipe Guillermo a su madre, la Reina Beatriz en 1999. Máxima Zorreguieta había conquistado al heredero al trono de la casa real más rica de Europa. Ante el anuncio de su hijo, la reina no tardó en mandar a investigar a la joven de Buenos Aires. Era una rutina que se activaba cada vez que un plebeyo pretendía ingresar a la familia. Por eso, el príncipe no protestó. Máxima ya estaba al tanto de que su intimidad y la de su familia sería develada. Su enamorado le preguntó si tenía algún secreto, alguna mancha que pudiera entorpecer la relación. Ella fue terminante: "Nada que ocultar, amor". Así fue como un equipo de investigadores viajó a Buenos Aires y a Nueva York para conocer a fondo la historia y el entorno de la rubia que tenía loco de amor al príncipe.
Máxima es la cuarta hija de Jorge Zorreguieta y la primera hija de María del Carmen Cerruti Carricart. Creció en una típica familia de clase media acomodada porteña, donde acceder a una educación de elite era lo más importante. Por esta razón, sus padres hicieron muchísimos esfuerzos para mandarla a uno de los colegios más caros de Buenos Aires: el Northlands. Allí Máxima aprendió hablar inglés a la perfección y entabló amistades tan profundas como fructíferas. Valeria Delger, Samantha Dean y Florencia Di Cocco eran sus íntimas. Las encargadas de contenerla tras un engaño amoroso o después de una discusión con su madre. Con María Pame -como todos llamaban a la madre de la futura reina de Holanda- la relación solía ser tensa. Máxima era desordenada y olvidadiza, algo que exasperaba a su madre que tampoco toleraba que su hija tuviera algunos kilos de más. Máxima intentaba hacer dieta, pero le costaba resistirse a la tentación del dulce de leche. Con el tiempo, se transformó en una joven atractiva, carismática y divertida. La actual princesa era siempre el centro de atención, el alma de cualquier fiesta. Sus amigos aseguran que tenía una encantadora habilidad para las relaciones públicas y para agradarle a todo el mundo.
Una de sus compañeras de colegio, Cynthia Kaufman, vio a Máxima como la candidata ideal para uno de sus grandes amigos. El príncipe. "Alex te quiere conocer", le aseguró. A Máxima le pareció un disparate. Además, estaba viviendo con su novio, Dieter, un joven alemán al que quería, pero no lo suficiente para pensar en un futuro a largo plazo. Luego de mucha insistencia por parte de Cynthia, Máxima tomó un avión hacia Sevilla para por fin encontrarse con el príncipe azul del que tanto le había hablado su amiga. Allí, en una fiesta que se realizaba en Expo Sevilla, comenzó la gran historia de amor.
Pero las investigaciones que había solicitado la Casa Real de Holanda marcaban un gran defecto en la vida de Máxima: el pasado de su padre era un problema grande. Zorreguieta se había desempeñado como subsecretario de Agricultura de Jorge Rafael Videla, ex dictador de Argentina y primer presidente de un gobierno militar de facto al que se le atribuyen 30.000 desaparecidos. Los políticos holandeses no querían tener como princesa a la hija de un aliado a una dictadura. Al príncipe no le importó el pasado de su suegro y le propuso casamiento. Pero antes debía aprobarlo el Parlamento holandés.
Máxima se había esforzado muchísimo para convertirse en una "holandesa". Ya hablaba el idioma a la perfección y era una especialista en todo lo referido a los Países Bajos. Estaba dispuesta a convertirse a la religión protestante, tal como le exigía el protocolo de la Casa Real y a guardar en un cajón su título de Licenciada en Ciencias Económicas para acompañar a su futuro marido en sus tareas reales. Durante varias semanas, Máxima vivió momentos de angustia. Para su alivio, los legisladores autorizaron la boda, casi por unanimidad, siempre y cuando Jorge Zorreguieta renunciara a su derecho de participar del enlace real. Así fue como el 2 de febrero de 2002 Máxima se convirtió en Princesa Real de Holanda, Princesa de Orange-Nassau y Señora de Amsberg. La boda no fue precisamente la de un cuento de hadas. No estaban sus padres y de los 1.700 invitados a la boda, sólo le habían permitido invitar a 57 personas.
Su romance con el pueblo holandés llegó a su punto cumbre cuando, durante su boda, no pudo contener las lágrimas al escuchar "Adiós Nonino", el tango favorito de su padre, ejecutado por un músico que logró arrancarle varias lágrimas. Máxima se limpió sus ojos húmedos con un pañuelo, apretó la mano de su flamante esposo y trató de contenerse. En ese momento se selló para siempre la relación de amor entre Máxima y los holandeses (actualmente, según las encuestas, es la figura más popular de la Familia Real para los holandeses).
Doce años después, logró imprimirle su estilo y algunas costumbres criollas a la Casa Real. Cada diciembre vuelve al país que la vio nacer para pasar las fiestas en Villa La Angostura (en la provincia de Neuquén), adquirió campos en la Patagonia, contrató una niñera argentina para que cuide a sus hijas y hasta las reta en castellano. El próximo 30 de abril se convertirá en reina y, según vaticinan los holandeses, podría ser la mejor de la historia.