Señor director:

Las utilidades que genera Metrogas causaron revuelo la semana pasada. Según antecedentes de la Comisión Nacional de Energía, Metrogas no debería tener una rentabilidad superior al 6%. De esta manera, se entiende que se le permite a estas empresas rentar 6% sobre el capital empleado. Esto provoca trastornos que van en desmedro de la eficiencia de las operaciones, exacerbando la herencia de empresas estatales o monopólicas. El cuestionamiento que surge es para qué elevar la eficiencia si el aparato estatal me va a sancionar por ello.

Hay mecanismos de fácil implementación a la hora de mantener la rentabilidad en niveles que a la autoridad -y a la ciudadanía- le agraden: aumentar salarios de ejecutivos, invertir en proyectos no rentables, generar compras de activos caros, contratar servicios innecesarios, etc. La creatividad no tiene límites. Pero todo indica que Metrogas no accedió a la alternativa de la operación ineficiente. Entonces, ¿cuál es la importancia para los consumidores de que empresas de servicios tengan mucha o poca utilidad? Creo que no debería ser mayor a que la empresa preste el servicio con calidad y que el precio que se paga por éste sea competitivo.

En este escenario, palabras como lucro, utilidad o rentabilidad están desprestigiadas y pareciera ser mejor no utilizarlas. Da la impresión de que el nuevo ciudadano no es partidario de que se genere el excedente empresarial.

Metrogas se presenta como una empresa eficiente que ha sido acreedora durante varios años del Premio Nacional de Satisfacción de Consumidores, razón de la calidad que imponen en sus procesos. Si se ha violado alguna regulación en cuanto a límite de rentabilidad, la actitud más rentable para todos es cambiar la regulación para motivar la eficiencia empresarial y no condenar al “mateo del curso”.

Marcos Prats

Country Manager de Falcon