El primer recuerdo que tengo de mi padre es visitando a mi abuela. Estábamos los dos solos y yo con una especie de carterita escocesa. No nos abrían la puerta. Así que nos pusimos a tirar piedritas, a gritar, era una casa grandota en El Golf y no nos escuchaban.
En el Hospital Militar es el último recuerdo que tengo de él, cuando lo fui a ver para su cumpleaños, en febrero (1974). El estaba incomunicado, pero se le autorizó alguna vez que fuera mi mamá y ese día, su cumpleaños, fuimos varios: mis tías, mi abuela, mi mamá, mi hermano. Yo tenía ocho años.
La casa en que vivimos en México, en el exilio, es paradójicamente el recuerdo más feliz de mi infancia. Donde hicimos una especie de familia en la no familia, donde pese a que era un período tan difícil, fuimos felices. Vivía en Colonia Condesa de Ciudad de México, un barrio con mucha vida, mucha feria, muchos niños, con parques donde comíamos cosas en las calles, sapos y culebras, de ahí que nunca, hasta hoy, me he enfermado de la guata.
Hay pocos placeres más grandes que la comida. Soy buena para comer y cocinar. Los platos que mejor me quedan son el risotto de hongos y de radicchio, el pescado al horno con cubierta de piñones y las ensaladas.
De mi casa materna, todos los recuerdos giran alrededor de la cocina. Se cocinaba todo el día, guisos largos y variopintos. Yo pasaba horas viendo a mi mamá y a nuestra nana cocinar. Se hacía de todo, con harta influencia francesa y del sur de Chile. El exilio en México también dejó su huella: hasta hoy, en la casa de mi mamá siempre hay un stock de ingredientes mexicanos que no se encuentran en ningún lado, como el huitlacoche y la flor de calabaza.
Me encanta descubrir sabores, especias, olores. Mis favoritos son las aceitunas de Azapa, los ajíes y el arroz. El cilantro y la soya son siempre un aporte. Los hongos shitake y portobello. La cebolla morada, los mariscos crudos, los digüeñes y los piñones. Podría seguir...
Soy muy buena para llorar con las películas. La última vez fue un bochorno completo: cuando acompañé a mis hijos a ver Toy Story 3, terminó la película, prendieron la luz y yo lloraba desconsolada. No sabía qué hacer, era un llanto con congoja.
Una escena de película inolvidable es una que, lamentablemente, uno siempre la tiene muy presente en la política: es un momento en que El Padrino le advierte a su hijo, después de una traición que ellos vivieron, que el que se acerque a él para proponerle una reconciliación como intermediario, ese es el autor de la traición. Uno en la política ve muchas cosas así.
Si no me hubiera dedicado a la política, me hubiera dedicado a alguna profesión más artística, como la arquitectura o el cine.
El momento en que me he sentido más expuesta fue para mi separación el año pasado (con Fulvio Rossi). Fue simultáneo a todo ese episodio difícil que viví el 1 de Mayo. Fue una época muy complicada, me sentí en medio de un torbellino de polémicas, totalmente fuera de control y que tenía dimensiones políticas, humanas y súper íntimas, todas juntas.
Tengo claro dónde comienza mi vida privada y mi vida pública. Pero creo que a veces hay que ser mucho más radical en la manera en que uno lo expresa hacia afuera, pues si no se puede confundir esa frontera y el costo es súper alto.
El defecto que más me carga de mí misma es el mal genio, que trato de mantenerlo a raya, pero vuelve a salir a la luz.
No soy tan debilucha como parece. Me gustan los deportes. De chica me destacaba en ballet y luego gimnasia olímpica. Pero tuve unas lesiones muy jodidas que me obligaron a dejarlo. Me quebré el brazo izquierdo en gimnasia. A los 13 años. Fue muy triste.
Nada me avergüenza más que cantar en público, prefiero bailar el hula hula. De chica empecé con clases de guitarra y fue un rollo, porque soy zurda y la profe me trató de enseñar con la guitarra al revés. Estábamos en esa difícil maniobra cuando me quebré el brazo y nunca retomé.
He llevado siempre una libreta donde hago listas, todo mezclado: llamar a diputado por proyecto de ley, comprar Chocapic, llevar a Emilio al doctor. Siempre tengo esas listas incompletas, nunca termino de hacer todos los tickets, pues la lista crece mucho más rápido que los tickets.
Soy buena para viajar y bien aperrada: puedo estar en lugares maravillosos, lujosos, y pasar a otros precarios. Me da lo mismo, lo paso súper bien siempre.
México e Italia son los países que más he visitado. En México hay un lugar precioso, cerca de Puerto Vallarta, donde se pueden avistar ballenas. De Italia, lo que más me fascina es Sicilia: un lugar muy especial, extraño, mágico, una mezcla de Oriente con Occidente, con un clima seco, pero todo lo que florece lo hace con tremenda intensidad.
En Chile conozco hasta Punta Arenas, pero nunca he ido a las Torres del Paine. Tampoco a Isla de Pascua.