Mi familia materna es de El Monte, arrendaba una casa y una chanchera. Pasé gran parte de mis vacaciones de invierno con los chanchos, atendía partos y todo. Mi única prohibición era ver cómo se cruzaba la chancha con los sementales; esperaba afuera y escuchaba gritos.

Mi mamá y mi papá son médicos. Hasta 4° año de Sociología en la UC pensé en cambiarme a Medicina. Igual me he dedicado a la sociología de la salud y en Londres hice un magíster en salud pública y después, entré al doctorado. Soy como un médico dentro de los sociólogos.

Cuando pienso en mi infancia, lo primero que me acuerdo es de Estados Unidos, porque mi papá se fue a hacer su beca de especialidad de siquiatría. Vivíamos en Carolina del Norte, en las casas del hospital, y mi vecina tenía de mascota una serpiente. Cuando nos portábamos bien, el premio era ir a los laboratorios de Anatomía. A mí me gustaba ver los cerebros.

Nunca mi papá, Ramón Florenzano, nos mandó al siquiatra. A veces, claramente lo necesitamos, pero él con nosotros ha sido papá, no terapeuta. De chica fui disléxica y nunca fue un tema. Mi papá nos podría haber sobrediagnosticado o llenado de remedios y nunca lo hizo.

Somos una familia italiana achoclonada. Yo de italiana tengo el tono fuerte de voz y esas ganas de disfrutar la vida intensamente. También tengo ese no susto a hacer el ridículo, puedo bailar en público, soy extravertida, me visto como me gusta, soy bien histriónica.

Uso moño hace muchos años y tiene que ver con mi pasión por el flamenco. De chica hice ballet, hasta que opté por el atletismo. Después retomé con danza moderna y conocí el flamenco. Es el baile que más me identifica, lo español y gitano.

Nunca en mi vida me fumé un pito. Soy esta mezcla de haber vivido en California y Londres, pero siempre la marihuana y los remedios me han dado miedo. Me gusta tener el control de lo que está pasando. En un minuto un médico me dio un ravotril, pero fui incapaz de tomarlo. No me siento bien si no estoy totalmente en control.

Mi marido me conoció con la cabeza rapada, short de cuero y bototos. Más que punky, era alternativa, medio grunge. Básicamente, viví lo que en cada etapa hay que vivir, traté de ser lo más honesta conmigo, siempre con esta mezcla de ser matea y responsable y estas ganas de explorar y disfrutar la vida.

Siempre compro ropa en Bandera. Mucha gente me dice ¡pero Francisca, cómo!, pero desde chica compré en la ropa usada. Ahora más encima me queda al lado, voy a Nostalgic y a mis tiendas sin nombre que son favoritas. Prefiero ir a Bandera que a cualquier mall, encuentras ropa muy entretenida. Lavada queda como nueva.

Cuando chica probé el cigarro, pero por lo general soy poco viciosa. Tampoco tomo.

Llegué a trabajar al gobierno por accidente y me quedé por convicción. Buscaron a alguien y les gustó mi currículum. Yo tengo un amor por el servicio público, aquí está en mi corazón. Antes, con la Concertación, del 96 al 2000, trabajé en el departamento de estudios de la Subdere, pero aunque aprendí encontré que todo era muy político.

Yo creo que en Chile es un insulto decirle a alguien no estás en condiciones de manejar, pásame las llaves. En Chile hay un tema con el trago, porque hay un déficit de calidad de vida, asumirnos distintos y una educación basada en los logros académicos, no en la diversidad, el buen desarrollo de la persona o el respeto. Creo que el trago es la forma de desinhibirse, ser choro.

Cuando llego a una parte se produce una incomodidad en la gente. Paso a ser el tema, me rinden cuentas diciéndome que voy a tomar, pero yo ando en taxi o con otro persona que no toma. Siento a veces que camino y la gente ve una botella de vino o un pito de marihuana.

Tengo canas, eso me hizo darme cuenta de que soy vanidosa, porque me tiño.

En mi casa tenemos un sistema de reciclaje total de basura. Hay cinco basureros grandes de papel, vidrio, pilas, metales y plásticos. Ahora estamos instalando paneles solares, las duchas son cortas y las ampolletas sólo de ahorro energético.

Hace poco fui a India por trabajo. Siempre quise ir, pero fue una mala experiencia. Fui con la OMS a estudiar los determinantes sociales de la salud y fue una dicotomía penca: expertos mundiales iban a estudiar la pobreza en primera clase, nos quedamos en los mejores hoteles y afuera en la calle hay una pobreza feroz.

Mi marido es muy maestro, es ingeniero eléctrico y arregla todo. Cuando empezamos a pololear arregló el sistema eléctrico de la casa de mi papá. Me ha enseñado. Hace poco pedí un día administrativo para pintar la casa.

Colecciono vasos de distintas partes del mundo. Con mi marido teníamos el sueño de poner un bar y, claro, sería mal visto con este cargo. Tenemos unos 200 vasos, desde el para el pisco hasta el shoppero.

La película que he visto hartas veces es Pulp Fiction, la imagen cuando tratan de reanimar a la mujer con sobredosis con una inyección en el pecho siempre me impacta.

Por obligación, leo todo lo que tiene que ver con mi trabajo, lo que firmo y los papers científicos que tienen que ver con las drogas. Por placer, leo historia de Chile reciente y periodismo investigativo. No me gusta mucho la novela ni la fantasía.

Después de la muerte creo que no viene nada; la energía supongo, que la materia se reconvierte. No soy muy creyente, pero tengo de cristiana esto que me preocupa: tratar siempre de ser buena persona.