Mis papás eran profesores normalistas. Trabajaban en una escuela rural en Colonia Freire, en la IX Región. Allí había puros mapuches y yo era el único huinca. Cuando tenía cuatro años no me dejaban ir a la escuela, pero yo me metía igual. Una vez un niño tenía que leer la palabra zanahoria y sólo decía "zana", yo no me aguanté y le dije "horia". No me dejaron ir a la sala por harto tiempo.
Mis abuelos llegaron de Francia en 1885, a Traiguén. Ellos tenían costumbres bien francesas. Un tío abuelo peleó en la II Guerra Mundial, y mi tío Fernando, el papá del poeta, todos los 14 de julio izaba la bandera francesa y cantaba La Marsellesa.
Mi primo Jorge Teillier se iba a pasar las vacaciones a Colonia Freire. El era 10 años mayor que yo. Mientras jugábamos, él se iba a la cocina a conversar con mi mamá. No salía a jugar, leía y hablaba de libros.
Quería ser piloto de aviones. Postulé a la Escuela de Aviación de la Fach, fui preseleccionado y cuando me fueron a buscar, me arrepentí. De todas maneras igual llegué a la Fach, pero por otros motivos: cuando caí preso me llevaron al subterráneo de la Academia de Guerra de la Fuerza Aérea y me tuvieron seis meses allí.
Para el golpe me salvé, porque un suboficial de Carabineros me protegió. El me avisó de que sabían dónde yo estaba escondido. No éramos amigos, pero una vez le hice un favor, consiguiéndole un médico. El me devolvió la mano salvándome.
Estuve dos años detenido en la dictadura. Los primeros seis meses estuve con los ojos vendados y me torturaron todos los días.
Estudié Pedagogía, pero no me titulé. Hice clases en Valdivia y Pitrufquén, por cuatro años. Me gustaba hacer clases. Dejé de hacerlo cuando tuve que hacer política, fue un sacrificio. Uno tiene que salir de la producción y tiene que arreglárselas con una ayuda mínima. Igual yo tengo una forma de dirigir el partido como si estuviera haciendo clases, explicar las cosas en una pizarra, que se entiendan.
Casi ningún político baila cueca. Yo bailo cueca bien, aunque no he ido a una escuela. La salsa me gusta harto, le hago empeño. Las cuecas que más me gustan son La cueca de los poetas, de Violeta Parra; Adiós, Santiago querido, y de las tradicionales, La rosa con el clavel. Si tuviera que dedicarle una cueca al gobierno, a estas alturas, le pondría la Cueca del guatón Loyola.
Me puse a escribir; hice un par de libros mientras estaba clandestino en el gobierno de Aylwin. Escribí una novela por entrega para el diario El Siglo y tengo hartas cosas escritas que no he podido publicar.
Mi esposa tuvo que apechugar con los hijos y con lo económico. Cuando me tocó salir fuera de Chile, en 1978, ella falleció y mi mamá tuvo que criarlos hasta que yo pude hacerme cargo. Trato de tener una vida de familia relativamente formal. Tengo tres hijos: uno vive en el sur, otro es actor de teatro y ha hecho un poco de tele, el tercero vive en Praga. Nunca me pasaron la cuenta por estar lejos de ellos tanto tiempo.
Me habría gustado ser siquiatra o sicólogo. Cuando traté había becas para estudiar, pero había que venirse a Santiago y asumir todo un gasto que no podía, por eso opté por ser profesor.
Salí a pedir armas durante el régimen de Pinochet. No estoy por la vía armada, sino por el derecho a rebelión. Nunca vi una salida armada a la dictadura, sino que la gente se levantara como en el Norte de Africa. ¿Cuándo se debe plantear la lucha armada? Ojalá que nunca.
Me gusta el restaurante Guria porque hacen comida catalana. También me gusta la comida peruana. Cocino de todo. Me gusta inventar platos y siempre me alaban por lo que hago. Cocino carnes, pescados, porotos, ensaladas, tortillas de verduras. Pastas no cocino, porque encuentro que todas son iguales.
Siempre he sido comunista, entré al partido en 1958. Un comunista tiene derecho a vivir en cualquier lado. En nuestro partido hay gente que tiene mejor situación económica y otros no. Un comunista puede vivir perfectamente en el barrio alto, aunque la mayoría no lo hace. Yo prefiero tener una vida modesta, que me deje vivir.
No es fácil saber quién será el próximo Presidente de Chile. Muchos dicen que la derecha está derrotada, yo no lo creo. Otros dicen que Michelle Bachelet es candidata segura, tampoco lo creo. No podemos tener un candidato sin tener un contenido programático distinto. Nosotros estamos por derrotar a la derecha, pero no estamos por un gobierno de la Concertación.
A veces uso Twitter. Todos los diputados tienen Blackberry. A mí se me han echado a perder dos y creo que es por la intervención telefónica.
El funeral de Gladys Marín fue un movimiento ciudadano. No quiero imaginar el mío. No busco la gloria después de la muerte. Yo creo que después de morir no pasa nada.S