Tengo 74 años. A mi padre lo perdí cuando tenía dos años y medio. Tengo pocos recuerdos de él. No recuerdo su voz ni ninguna frase que venga de él. Sí me acuerdo que, cuando paseábamos, yo me colgaba de su mano y él me levantaba. Los meses en que el cáncer linfático lo tuvo internado en el hospital, yo cabía parado debajo del catre clínico y caminaba de un lado para otro. Las camas altas me recuerdan a mi papá.

De mi madre, los recuerdos se resumen en su risa. Una risa llena de picardía. Se reía con las manos y con los ojos.

La vida suele sorprenderme. Hay muchas situaciones que me han dejado literalmente boquiabierto. Parece un lugar común, pero cuando nace el primer hijo cuesta creer que sea tuyo. Pero no sólo la vida me ha dejado sin habla, la muerte también. Es una situación límite que uno no puede creer. No recuerdo el instante de la muerte de mi papá, en cambio, tengo nítida la muerte de Isidora, mi primera mujer, la madre de mis dos hijas mayores. Quedé en un completo silencio. Sin entender nada.

Mi carácter pareciera ser el de una persona muy dócil. Pero muchas cosas me dan rabia. Muy seguido. Y lo demuestro como todo el mundo. Puedo lanzar un libro al suelo, hablar fuerte, tirar la chaqueta contra el escritorio.

Estrenar una obra es siempre un gusto enorme. Siento que se ha cumplido algo que quería que se cumpliera. Que trabajé con un equipo para que pudiéramos llevarla a cabo. Me gusta jugar en el escenario, en esta especie de realidad que es representar un personaje, pero que es un juego al final.

Me encanta ir a París. Tengo experiencias de vida importantes allí. Hago teatro allí, me quedo con grandes amigos. Es una ciudad que me abre la memoria de mi pasado, de mi gente. Por lo general, me quedo en el mismo lugar: la casa de mi amigo Oscar Castro. He ido unas 10 veces a París y siempre encuentro algo para lo que estoy viviendo hoy. Hay una máxima de la revolución de los estudiantes del 68 que se repite en los estudiantes que marchan hoy en Chile: "Seamos realistas, pidamos lo imposible".

Nunca tuve una técnica para conquistar a una mujer, al contrario. Para conquistar hay que mirar y ver a qué mujer tienes delante, si no, no sirve. Allí se elabora una estrategia de seducción. No una técnica. Los actores, por lo general, somos muy seductores, es parte de nuestro trabajo.

Nací en la calle Londres, al lado de la Iglesia San Francisco. Allí viví hasta los seis años. Hoy tengo una casa en La Reina. Siempre he vivido en Santiago. Uno tiene una relación amor-odio con esta ciudad. A veces la odias cuando hay taco, o cuando una micro te tira una bocanada de humo en la cara. Pero uno también la quiere, porque está la gente que quiero, mis recuerdos, cuando veo la vida de la ciudad. Cuando miro la cordillera limpiecita, quiero Santiago.

Mi relación con el dinero es bastante lejana. Sólo me importa tenerlo para cumplir propósitos que no tienen nada que ver con la plata: hacer teatro, tener mi familia, poder viajar, compartir con amigos. No tengo ningún tipo de ambición con el dinero.

Yo quería ser actor, pero mientras estaba en el colegio nunca me imaginé que uno podía estudiar para dedicar su vida a actuar. Si me hubieran dicho eso, habría entrado a estudiar Teatro, pero no lo sabía. Cuando entré a estudiar Arquitectura en la Universidad Católica supe que se podía estudiar Teatro como forma de vida. Estudié un año Arquitectura y me cambié a Pedagogía en Castellano y Teatro en la misma universidad. Nunca se me ocurrió hacer otra cosa en la vida que no fuera actuar.

La obra que más me ha gustado es La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Es la obra que más he hecho en mi vida, durante períodos largos de representación. Comencé a montarla en el colegio y la he actuado incluso bajo la dirección de mi hijo Diego. De alguna manera u otra, en un guión u otro, siempre estoy en La vida es sueño.

Hay papeles que cansan mucho. El rey Lear es terriblemente desesperanzado, me agotó mucho. Es la única vez que no he querido seguir haciendo un personaje. Cuando fue la última función sentí un alivio y ganas rápidas de pasar a otra cosa.

Una de las cosas emocionantes que me han pasado es lo que me ocurre hoy: estoy actuando en la obra Un niño, cuya autora es Emilia Noguera, mi hija menor. Es muy lindo trabajar en el guión de una hija. Es muy lindo tener una familia y que sea una especie de gremio de actores. Hace que compartamos mucho, que hablemos de lo mismo, que trabajemos juntos.

Estudié en un colegio católico, por lo que tengo formación católica. Hoy creo que la Iglesia finalmente decidió comunicar hacia afuera lo que estaba pasando, abrir la ventana y decir: "Bueno, se puede mirar para adentro". Esa ventana deberían mantenerla siempre abierta para poder mirar lo que está pasando allí adentro.S