Siempre digo que nací en Lautaro, porque vivimos en esa época ahí. Pero muchas familias de esa época, por la seguridad del parto, iban a tener a sus hijos al hospital regional de Temuco. Nací ahí, pero siempre viví en Lautaro.
Estudié en escuela pública, soy un bicho raro para el Senado. Somos muy pocos los que estudiamos en escuela con número, la mía todavía existe: Manuel Rodríguez D-497, a los pies del cerro.
Una de las series que más veo es CSI. Las películas neoyorquinas policíacas me fascinan. Me gusta la investigación, el misterio, develar los casos, las responsabilidades. Desistí de ser detective después de octavo básico, cuando entré al liceo. Ya no dan la serie, pero la inteligencia de Columbo era algo que me deslumbraba.
El mayor cambio en mi vida ocurrió hace ocho años, cuando nace mi hija mayor, Isidora. Estaba todo bien el embarazo hasta que se adelantó el parto y nació prematura extrema. Esto la transformó de la noche a la mañana en una niña discapacitada. Nada ha cambiado más mi vida que ese momento. Ella no camina ni habla, está en silla de ruedas. Cuando nació pesó 850 gramos y al tercer día, le dio una hemorragia intracraneana muy severa y el pronóstico nunca fue alentador. Fue muy difícil, por tres meses tuvimos que ir todos los días a la clínica. Ser padre en esas condiciones es muy difícil.
Estudié Letras en la Católica de Temuco cuando era pontificia, y luego estudié Derecho en la Universidad de Temuco, pero no me titulé. Me quedaba un año para egresar, pero me salí luego de mi primera campaña en 1997, hasta ahí llegué. No fue frustrante no terminar la carrera. Yo ya estaba formateado por la política.
Llegué a Santiago cuando asumí como diputado. Me costó mucho acostumbrarme. Hasta hoy vivo en hoteles. Cada vez lo asumo de mejor manera, pero me cuesta. El sistema de vida es completamente distinto. Es una dinámica de vida más impersonal, más rápida. La gente del sur se preocupa por ti, el tiempo que se dan de hablar, eso no pasa en Santiago.
Lautaro es una pequeña ciudad, un pueblo para la gente de Santiago. Es tranquilo, la gente es cariñosa. Soy un provinciano a mucha honra.
Mi problema con el fútbol es real. Soñaba con ser futbolista, me veía en grandes partidos, jugando en cancha de pasto, porque sólo jugaba en canchas de tierra. Más de una vez jugué con Marcelo Salas. Vivíamos en el mismo barrio. Pichangueamos. Siempre he sido un entusiasta del fútbol, pero sin talento. Cuando era chico, me elegían en los equipos cuando faltaba alguien.
En la universidad fui ciclista federado. No pude seguir haciéndolo. Estaba en un buen nivel, pero mi papá no me pudo comprar ruedas de titanio, para llegar a un nivel profesional. Podría haber dado la Vuelta Chile, incluso.
Me he ganado el respeto, que es recíproco, del pueblo mapuche. Yo puedo entrar a Temucuicui sin ninguna dificultad, sin escolta policial. No sé si hay otro parlamentario que pueda decir lo mismo. Yo puedo entrar a cualquier comunidad de Ercilla, con el discurso que he tenido siempre.
Comencé a coleccionar espadas por el estudio de literatura. Siempre me impactó que usaran esas armas. Tengo armaduras, unas cinco o seis espadas, tengo réplicas auténticas del Cid Campeador, de la Tizona y la Colada. Tengo cuchillos. A veces sostengo las espadas y las muevo en el aire y cuando estoy aburrido molesto al perro.
Siento que rindo mucho desde las 11 de la noche hasta las 2 de la mañana, no puedo quedarme dormido antes y no duermo más de 5 horas. Estoy programado de esa manera.
Se va a enojar mi señora, pero cuando voy saliendo del hotel, me gusta ver en la tele a Tonka Tomicic cinco minutos en la mañana, me deja contento. Otro placer culpable es cuando viajo de Valparaíso a Santiago: me como una barra de chocolate entera.
Me gusta ir al volcán Batea Mahuida, que está en el límite de las comunas Lonquimay y la argentina Pehuenia. Trato de ir todos los años, a veces voy con la familia, amigos o con algún político con el que he tenido algún quiebre. La energía de estar en una parte tan alta del planeta me sirve para arreglar las cosas. Una vez fui con el diputado Fernando Meza, después de una pelea, y nos arreglamos arriba del volcán.
Algunos dicen que yo soy el sepulturero de la Concertación, pero yo quiero salvar el honor de la Concertación. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de que la huella de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet pueda ser borrada. Hay que entender que las cosas se terminan y que hay que construir algo nuevo. Yo estoy por la coalición de mayoría, claramente la Concertación ahora no está por la mayoría.
Yo creo que después de la muerte llegamos a otro planeta. Yo me imagino un planeta con otras especies, otros seres vivos, tal vez con menos agua que en la Tierra. No me imagino que se separen por los buenos o los malos, como en el cielo.S