Leo muchísimo, tres o cuatro libros simultáneamente. Leo en papel y en Kindle. Estoy leyendo una novela sobre la guerra de Vietnam, The tree of smoke. Me fascina entender EE.UU. Clodomiro Almeyda siempre me preguntaba: ¿usted entiende a esta gente, Juan Gabriel? Y nunca pude contestarle que sí. También estoy leyendo la novela Todos los hombres del Shá, que trata de Irán, un país que me parece seductor al extremo.
Mi abuela Blanca, la madre de mi padre, fue la persona con mayor influencia de mi vida. Vivía al lado nuestro, yo pasaba el día en su casa y de alguna manera fui su preferido. Ella hizo voto de pobreza, se vistió siempre de gris, iba a misa a las 6 a.m., decía que la política era para los pobres, era amiga del padre Hurtado. Era de convicciones fuertes.
Soy de izquierda por mi abuela y porque leí Sandokán. La idea de la lucha contra el Imperio británico y la libertad de los pueblos más pobres eran ideas muy fuertes para mí. También leyendo Víctor Hugo supe que la injusticia social era abominable.
Desde chico vivía pensando en vivir en otros países. No sé si pensaba ser canciller, pero cuando era bien chico y me contaron que en Sudáfrica se explotaba a los negros, me quedó varios días dando vueltas.
Alfredo Moreno ha hecho una buena tarea. Se ha mostrado como un canciller distinto a lo que era la tradición, lo que provocó sensaciones de inseguridad. Lo veo inteligente, buen negociador, prudente, que tiene claros los intereses de Chile y cercano al Presidente, lo que es muy importante. Lo que viene con Perú y Bolivia no va a ser fácil.
Uno de los momentos complicados de mi vida fue la detención de Pinochet en Londres. Celebré a brazo partido su detención. Defender el interés del Estado poco tiempo después fue muy difícil, pero estoy convencido de que no nos equivocamos. Si no hubiera pasado lo que pasó, la relación con Pinochet sería distinta.
Honestamente, no cocino. Quizás es una mala herencia, no recuerdo a mi papá cocinando un huevo siquiera.
Soy un loco del cine. Fui con mi madre, mi esposa, mis hijos y mi hermano Enrique a ver James Bond. Trato de ir lo más seguido posible, me fascina todo el cine. He visto Casablanca 12 veces, y hay películas de Fellini que he visto unas 15 veces. Y sí: compro bebida y cabritas cuando voy al cine.
Para bailar soy dado a los ritmos tropicales. Puedo hacer un papel razonable a la hora de bailar salsa. En Haití, cuando me vieron bailar, me dijeron que yo tenía que tener un gen negro, porque nadie podía bailar así sin ser negro. No soy un bailarín de rock and roll y la cueca es mi asignatura pendiente.
Con Insulza nacimos el mismo día, el 2 de junio, él antes que yo. Hemos celebrado nuestros cumpleaños juntos en muchas partes del mundo. Nos parecemos en la habilidad para contar cuentos y esta capacidad optimista de ver la vida. No nos parecemos en que yo no soy tan bueno para la comida.
Tengo una relación un poco obsesiva con Francia. Fui a la Alianza Francesa, aprendí a leer y escribir en francés antes que en español. Cuando llegué a Francia la primera vez, me sentí como en mi casa. Si tuviera que elegir un país donde vivir, sería ese.
Para el golpe estaba estudiando mi doctorado en la Universidad de Princeton. En la noche llegó Claudio Teitelboim (hoy Bunster) y me ofreció sacar una antena del Departamento de Física para ponerla arriba. Ese día, todos los chilenos llegaron a mi departamento a escuchar la radio Moscú.
Cuando terminé el doctorado me fui a trabajar con Orlando Letelier. Lo más horroroso que me ha pasado fue su asesinato, eso fue el descubrimiento del mal absoluto. Letelier era civilizado, hacía un esfuerzo político. Cuando le hablaba de que estos tipos eran capaces de cualquier cosa, él siempre decía: "Nunca me van a hacer nada en Washington, así que me río de ustedes".
A los 14 años mi papá me regaló una motito para la Pascua. Y me saqué la cresta en esa moto. Ahora me compré una Vespa, inducido por mi hijo Bernardo que tiene una. La Vespa me recuerda mi juventud en Italia.
Soy hijo de Gabriel Valdés, pero soy socialista, porque muchos de mi generación nos fuimos al Mapu. Lamento haberme ido de la DC, pero los hechos demuestran que era imposible reformar la sociedad chilena si había discrepancia entre la DC y la izquierda. Pero el Mapu partió como un movimiento de gente de 20 años que, cuando despertó después del golpe, tenía 40. Tuvimos la necesidad de unirnos a un tronco de la izquierda que nos hizo converger con el PS.
Quiero ser candidato a senador por la Región de Los Ríos, es la primera vez que participo en elecciones. Me siento un viejo diplomático y un joven político, lleno de adrenalina. Además, estoy descubriendo lo que mi padre hizo allá. Cuando entro a una casa, me dicen: acá se sentaba su papá. Pero mi relación con esa zona va más allá: era mi lugar de vacaciones, en Valdivia vivía mi tía, mi tío era obispo.
Creo que las primarias de la Alianza van a ser extremadamente duras. Allamand es de los que dicen que la política es sin llorar, sin quejarse. A Golborne no lo conozco, no sé si va a hacer un judo contra Allamand o va a contestar de la misma manera.
Mi problema con Golborne es que, además de carecer de experiencia política e internacional, tiene una visión mercantil del mundo. La visión de que la sociedad debe ser regida por el mercado me repugna.
Trato de hacer ejercicio, pero no practico ningún deporte en particular. Jugué fútbol entre los 10 y 20 años, todos los días a las 6 p.m. En calles, plazas, la universidad. Naturalmente que mis meniscos fregaron y tuve que operarme las dos rodillas. Era volante, número 6, admirador de Eladio Rojas.