Soy nacido y criado en Valdivia. Vengo de una familia de seis hermanos, pero el primero falleció antes de que yo lo conociera. Me tocó vivir el terremoto a los ocho años, algo me acuerdo. Edificios cayéndose, gente gritando, mucho pánico. Mi casa se cayó y no quedó nada. Vivimos cuatro días en la plaza pública, tomando café y chocolate de la confitería Sur. Llovía todos los días.

Estudié en el Instituto Salesiano de Valdivia, que era de puros hombres. Era un colegio particular que mi padre pagaba trabajando allí en contabilidad, después de su jornada habitual. Mi educación fue buena. Yo no fui un alumno brillante, estaba sobre el 5,5 normalmente, excepto los últimos años que estuve sobre el 6,5 en algunos casos.

Nos íbamos caminando al colegio lloviera o no lloviera. No había estufa ni un lugar para cambiarse de ropa, había que aguantar.

Mi familia es católica y si estuve en un colegio privado fue por un motivo religioso: ellos querían que nos educáramos en un colegio católico. Yo trato de vivir la vida iluminado por esa fe, practico todas las veces que puedo, voy a misa los domingos.

Cómo llegué a ser rector, la verdad es que no lo sé. El año 2000 una persona fue a mi casa en Punta de Tralca y me lo propuso. Se fue juntando gente y uno se empieza a pasar la película. Nos presentamos y me sacaron la mugre. A mí las cosas en general me afectan, pero eso no me afectó, y podría haber sido algo fundamental. Cuatro años después la gente empezó a proponérmelo de nuevo. Y ganamos.

Marchar es un derecho ciudadano. No sé si sirve más que el lobby, pero a lo mejor son necesarias estas expresiones masivas para manifestar el punto de vista. Lo que yo no comparto es que eso termine en violencia, que se destruyan bienes ajenos, que se dañe a personas. Sé que es difícil controlar eso, casi un imposible, pero hay que intentarlo.

Cuando me quemaron el auto habíamos llegado cinco minutos antes. Lo primero que hice fue avisarle a mi señora que estaba bien. Pero no me dio ni miedo ni bronca. La adhesión me llenó de gusto. Me llamó el ministro del Interior, vinieron los estudiantes de la Confech a saludar, mucha gente me llamó. Es rico saber que a alguien le importa uno.

Tengo un hermano que es sacerdote, es el párroco de la catedral de Valdivia. Se llama Tibaldo, como mi padre. Cuando me contaron que se iba al seminario me sorprendí, yo lo pensé de mi otro hermano. Creí que iba a durar re poco, pero ha sido muy dedicado.

Ninguno de mis padres era profesional.

Hasta que me vine a vivir a Santiago jugué básquetbol. En un momento tuve que decidir si estudiaba o jugaba. Entonces no se podía estudiar y dedicarse al deporte. En la universidad nosotros lo hablamos siempre: a los deportistas en la sala de clases les dan con todo. Y yo creo que debería haber un trato especial para ellos.

Mis padres fomentaban que debatiéramos después de comida sobre cualquier tema: los candidatos a Presidente, la vida en otros planetas. Cada uno tenía que tomar una posición y fundamentarla. Todos fuimos profesionales finalmente, a punta de varilla. La letra con sangre entra. Eran otras épocas.

Mi mamá se llamaba Zaida. Nació en Gorbea y estuvo siempre en la zona. Era empleada bancaria, pero cuando nació su primer hijo enfermo, ella se dedicó a él 100%.

Ella tenía ciertas preferencias entre sus hijos y yo no era de esas preferencias. Mi mamá dormía muy pocas horas, se quedaba hasta las 4 de la mañana bordando, zurciendo calcetines, cosiendo. Cuando Pedro Carcuro empezó con el programa Guantes de Oro, yo veía con ella el boxeo. La acompañaba, sentía que no podía dejarla sola.

Me gusta leer sobre la segunda Guerra Mundial. Sobre la Primera también y sobre la guerra civil española, sobre la situación de Europa en esos años. Es la obsesión por conocer distintas visiones de un mismo tema. Y cómo los países fueron cayendo en una estupidez tan grande, cómo fue posible que en Alemania una persona como Hitler haya llegado a tener el poder que tuvo.

Estoy casado hace 37 años y tengo dos hijos, una mujer y un hombre. No somos del nanai ni del besuqueo, pero si hay un hijo que me necesita, pase lo que pase, yo siempre voy a estar ahí. Esa es mi definición de cariño. Tengo dos nietos también, me dicen nono.

Al segundo semestre de Ingeniería Civil Eléctrica en la Universidad Técnica del Estado en Valdivia, yo ya era ayudante de matemáticas. Parece que hacía buenas clases. Al tercer año me vine a Santiago. Terminé la universidad sin echarme ni un ramo, nunca di una prueba de repetición. Hice una maestría en la Universidad de Chile y un doctorado en la Católica. Me especialicé en temas energéticos.

El movimiento estudiantil lo he vivido muy de cerca. Creo que he sido el rector que más reuniones ha tenido con ellos.

Creo que las demandas de los estudiantes son justas. No digo que educación gratis sea justo, eso lo definirán los técnicos. Pero pedir una educación más acorde a lo que yo puedo pagar me parece que es legítimo. Una educación de calidad me parece que es legítimo. Una educación en la cual alguien que recibe plata del Estado no se la lleve para la casa, me parece legítimo. Una educación en la que el tipo no quede endeudado en el 30% de su renta también es legítimo

HidroAysén hay que hacerlo y ya. Estamos perdiendo el agua, que se va y no vuelve. Que pase por una central en su camino no nos viene mal. Dios puso las cosas para que las aprovechemos en su justa medida; no para que las echemos a perder, pero tampoco para que las dejemos ir.

Yo estoy a favor de que Chile tenga una central nuclear. No tenemos ninguna expertise, hay que capacitar gente y levantar ese proyecto.