Mi mamá siempre fue de izquierda; mi papá, en cambio, fue más neutro: es de esas personas críticas y desencantadas de la política. En los últimos años, por mí, se han acercado más al partido (PC). Votan por nosotros, me apoyan en esto, pero no tienen una definición militante.

Nací en 1987. Lo primero que se me viene a la cabeza cuando pienso en mi niñez son los viajes familiares en los veranos a Purén, IX Región. Ahí nos juntábamos con mis primos, hacíamos fiestas familiares, nos íbamos de campamento al lago.

Mis familiares paternos eran comerciantes. No estaban muy contentos con la Unidad Popular, no la respaldaban, pero tampoco estuvieron con Pinochet.

Crecí en la Villa Atenas de Peñalolén. Cuando tenía 15 años mis papás se separaron. Fue un proceso duro en ese minuto, pero no me afectó en nuestra relación.

Toco guitarra y canto, de chica era parte del grupo folclórico Los Terroncitos y después el Antauco. Mi profesora de música era comunista. A mí me interesaba la historia, entender la Revolución Rusa, la cubana, la II Guerra Mundial... Así empecé a acercarme a los temas políticos, a vincularme con la figura del Che, con unos vecinos anarquistas nos comprometimos con la causa mapuche, comencé a ir a las marchas, lanzábamos volantes y todo sin permiso de mis papás. En el camino tuve un pololo que era hijo de exiliados, entramos a la Jota.

Cuando di la PSU postulé a Concepción y Valdivia; quería irme. Quizás fue mi manera de rebelarme a la separación de mis papás. Viví en una pensión y me cambié varias veces. El mundo político se me abrió de par en par en Conce.

Para mí, la ciencia es un camino de conexión con la realidad cotidiana. Me llamó la atención Obstetricia, porque las matronas son de las profesiones más cercanas a los individuos y la familia, sobre todo en los sectores populares. Las matronas se desarrollan principalmente en los centros de salud pública.

La primera vez que atendí un parto, lloré, me emocioné harto. Fue un parto de dos adolescentes, fue muy natural y ellos estaban muy emocionados. Yo estaba muy nerviosa y salió todo perfecto.

Como matrona, he trabajado en el Hospital Regional de Concepción, el Hospital Luis Tisné, en la Clínica Cordillera y la mayor parte del tiempo en la Clínica Dávila. Trabajé todo el 2011 en la Dávila, vivía en Recoleta, era secretaria general de la Jota y estaba en el movimiento estudiantil. Tuve que decidir si me quedaba contratada en la clínica o me hacía cargo de las Juventudes Comunistas, y tomé la decisión que se conoce. Para mí fue la más acertada.

La actividad doméstica que más me gusta es cocinar: mi plato estrella es chapsui de pollo con arroz. Todo lo compro en La Vega.

Estuve dos años en la Academia de Teatro del Instituto Nacional y siempre he estado vinculada al teatro. Una de mis frustraciones en la vida fue no haber sido actriz. El personaje que más he representado es Kamala, de Siddhartha. En la universidad también hicimos un grupito de teatro.

Cuando alguien en la calle me grita un piropo, yo me doy vuelta y le digo: "Buenas tardes". El afán de los piropos es inhibir, y yo no me inhibo.

Tres leyes que le urgen a Chile: primero, cambiar la Constitución; luego, la educación gratuita y de calidad, sin que pongan al centro la exclusión o la discriminación como es hoy; y tercero, para mí una de las más importantes, una reforma profunda de salud pública, que priorice la calidad y equidad por sobre el servicio que entrega.

Mi primer trabajo fue de volantera, entregaba papeles de una inmobiliaria en las esquinas.

Lo mejor del gobierno de Piñera ha sido poner al país en un nivel de crecimiento que no es menor. Lo peor es que ese crecimiento por la vía de las políticas públicas no se ha visto reflejado en la distribución equitativa de los recursos.

Con Camila Vallejo somos cercanas. Al principio había una comparación bien odiosa entre nosotras. Las dos somos militantes de la Jota y dirigentas estudiantiles, pero vivimos etapas distintas, jugamos roles distintos en el partido, tenemos inquietudes, objetivos y necesidades distintas.

Lo peor que se ha dicho de los comunistas es que nos comemos las guaguas y que somos violentistas. Esta es una de las marcas que nos dejó la dictadura; nuestra única intención es que se haga justicia en un país con la gente que ha vivido la indignidad de este modelo. Hoy la gente ha vuelto a creer en nosotros.

Colecciono libros. Uno de mis principales orgullos es tener las Obras completas de Lenin. Son 55 tomos que compré en Cuba y los resguardo con mucho cuidado.

Soy bautizada por la Iglesia Católica en contra de mi voluntad, porque nunca me preguntaron. Yo soy agnóstica.

Hacer campaña con Michelle Bachelet ha sido un tremendo desafío. Además, he tenido la oportunidad de acompañarla y para mí ha sido interesante conocer su mundo, la política más institucional. Ella me parece una mujer muy sencilla, afable, carismática, con capacidad de aunar a la gente. Lo que tiene de pediatra es la capacidad para contar cosas difíciles a la gente de manera muy clara, de transformar un lenguaje técnico como el político, que es duro y distante, en un lenguaje cercano y comprensible para la ciudadanía.

Voy a donar mi dieta parlamentaria a la Jota y ellos me van a dar un sueldo para que viva. Es una tradición del PC; los diputados del partido son electos porque representan al partido, y no a sí mismos. Cada uno de nuestros compañeros aporta desde su salario como trabajadores en su oficio o profesión, y para nosotros es importante hacer este gesto.

Mi placer culpable es que soy sibarita. Me encanta comer rico, recorrer restoranes de distintos países. Me gusta mucho la comida tailandesa. S