Conocí Santiago a los 19 años. Llegué a trabajar de nana puertas adentro, en La Reina. Fue mi peor experiencia laboral. No sé cómo aguanté. Estaba a cargo de una familia completa. Me levantaba a las 6 de la mañana y me acostaba cuando ellos llegaban. Lloraba haciendo las cosas. Ganaba $ 120.000. Trabajé un año sin contrato. Me pagaban cuando querían y como querían.
Nací hace 27 años en el sector Choque, en Tirúa. Eramos siete hermanos, yo soy la quinta. Dormíamos todos en una cama. A los 13, me di cuenta de que mi pueblo no estaba bien, que nos estaban quitando la tierra. En 1998 fui a mi primera manifestación, en Cañete.
Mi mamá ponía las reglas. Una mujer trabajadora, con fuerza para enfrentar la vida. Me acuerdo de ella tejiendo por las noches, hilando cuando todos estábamos durmiendo.
Fui a una escuelita rural en Tirúa. En mi clase no había ningún niño que no fuera mapuche. No sabía que existía otro tipo de sociedad. Pero cuando salí a la media en Los Alamos, éramos sólo tres mapuches y la única que se identificaba era yo.
La primera vez que fui al cine fue hace tres años, a ver King Kong a un multicine de Estación Central. Un amigo me invitó. No le encontré nada sorprendente. Lo que sí me gustó fue poder tirar palomas: agarrar tu tarro y dejar la cagá tirándolas para todos lados. Como que se va hasta la rabia.
Cada vez me gusta menos Santiago. Me adapto, pero me doy cuenta que mi vida está en el campo. Hoy vivo en Lo Espejo, con una hermana y una amiga.
No estoy inscrita en los registros electorales. Las alternativas que hay no me representan. Si fuera un candidato mapuche, tampoco se sacaría nada. Porque la estructura ya está hecha. En Bolivia se ha podido porque la mayoría son indígenas. Acá no. Un mapuche de Presidente no tiene nada que hacer, nuestro trabajo es dentro de las comunidades.
El 2005 entré a Derecho en la Universidad Bolivariana. Me he echado sólo un ramo. Trabajo haciendo aseo en casas, en ferias y con eso me pago la carrera. No tengo derecho a crédito. Gano menos de $ 200.000 y $ 160.000 se me van en la universidad.
Uno de los golpes más fuertes en mi vida fue cuando asumí la vocería de los presos políticos mapuches. Ellos me lo pidieron sin saber lo que se venía a futuro, dejar la universidad, todo. Tuve que dejar mi vida individual y asumir una vida colectiva. Tuve que enajenarme de todo. Pero encontré mi vocación, esto es lo que quiero hacer.
No me puedo comparar con Camila Vallejo. Creo que su forma de ser y la mía ayuda a darle visibilidad a nuestros temas. Ella es linda y por eso se le mira más que por otras razones, y eso ayuda. Aunque los temas no son distintos, el tema mapuche me parece más complejo, por el nivel de discriminación en nuestro país. La educación es transversal. Lo mapuche parece ser un tema sólo nuestro.
Parece que soy un poco vanidosa. Me baño siempre antes de salir, me lavo el pelo con champú de guagua, para que me quede brillante, y me pinto los ojos para destacarlos. En mi mochila siempre ando con crema, desodorante y colonia.
Mi placer culpable es la tecnología. Si tengo acceso a la red, no suelto Facebook y Twitter. Es mi manera de informar.
Yo no quiero ser abogada y cambiar el mundo. Yo quiero ser abogada y volver a mi comunidad.
Me encanta estar en contacto con la naturaleza. Estar en un bosque, con agua, escuchar los pájaros. Por eso me da tanto miedo lo que pueda pasar a futuro. No entiendo cómo se pueden agotar los recursos naturales a cambio de dinero.
En Chile, lo más al norte que conozco es Viña, y para el sur, Osorno.
Me gusta cocinar cazuela con pollo de campo. Tiene otro sabor. Me gusta todo lo que sea picante. En mi cocina no puede faltar la cebolla, pimentón, ajo y el merquén.
Siempre se me pegan canciones. Ahora ando cantando una de Centinela Spectro, que se llama Resentido Social…, que dice "date cuenta que en Europa no se nace con estos colores, desciendo del mapuche que ha peleado en cada siglo… date cuenta que serías esclavo si no fuera por Lautaro".
Sería difícil casarme con alguien que no fuera mapuche. Para seguir existiendo como pueblo es necesario que sigamos entre nosotros. Cada vez me gustan más físicamente los mapuches. Cuando era más chica, encontraba bonitos a los rubios, pero ya no. He tenido pololos que no han sido mapuches, pero es porque me han agarrado volando bajo.
Veo la muerte como un descanso. Creo que la gente buena se muere, la que cumplió su misión. Por eso mi hermano, mi abuela y mi papá se murieron. Cuando yo me vaya de este mundo, espero ser la misma de ahora.