Vivir en una familia evangélica era entretenido en el sentido de tener contacto con la música. Todos los domingos, en la escuela dominical de esta iglesia, los niños estudian la Biblia, dibujan y después se juntan con el pastor a cantar. Yo cantaba, y cuando muy chico veía a mi mamá y a mi abuela cantar. Me dejaban tocar el piano de la iglesia.
Soy más de izquierda que de otra cosa. En algún momento voté por los gobiernos de la Concertación. La última vez, votar por Frei me costó harto, era lo menos malo.
En el colegio me iba bien en historia, en castellano. Relativamente bien en biología. Me iba pésimo en matemáticas, era matado, me saqué rojos en toda la media. Siempre fui el tercero del curso. Y eso fue perfecto: no tenía la presión de ser el primero y el segundo está frustrado por ser el primero.
Cuando chico quería ser astronauta. Después quería ser abogado. En octavo supe que el teatro es lo mío. El Igor, el hermano de mi mamá, era actor y yo desde siempre fui al teatro.
Hice kung-fu, quiero retomarlo. Yo he practicado por años, pero nunca he salido del cinturón verde. Hace un año y medio, casi dos años, que no practico.
El pan amasado es mi placer culpable. Me gusta el que vende Don Mario. Se puso en la esquina de mi casa hace como cuatro meses. No sé de dónde llega, pero es increíble. La Maca (su mujer) no come pan amasado; Lautaro, mi hijo, come poco, porque es niño. Voy y compro tres panes amasados y le digo a la Kika (la nana) que coma también para no sentirme culpable.
He tenido varias pegas raras. Cuando era chico trabajé en una zapatería en Curicó en diciembre y enero, porque necesitaba juntar plata. Tenía que estar de corbata con un calor terrible, iba en cuarto medio, usaba el pelo largo y tenía que hacerme moñito y probarles zapatos a señoras. Lo otro fue hacer de mimo, cuando iba en segundo año de escuela, en una discotheque gay de Valparaíso. Pagaban 20 lucas y era un día de trabajo.
No hay nada más rico que el tomate con puré y con salchichas, o arroz con huevo y tomate. Es histórico, yo me acuerdo que cuando era chico me encantaba y funciona ahora con mi hijo.
Mi personaje de Los archivos del cardenal me gustó harto. Lo pasé bien, era un personaje que tenía pocas apariciones, pero tenía buenas escenas y era potente. Para mí, era mi tío Igor. Sentía mucha conexión con el discurso.
No me gusta mucho el gobierno de Piñera. Es sano igual para la democracia que haya cierta alternancia en el poder, para que no pase lo mismo que en México con el PRI. Lo que me pasa con este gobierno es que no les creo. Cuando dicen que se van a preocupar de la gente, no les creo.
La Concertación huele a podrida. Para mí, murió. No sé si Bachelet logre resucitarla. Yo creo que la Concertación debería disolverse y agrupar algo más ciudadano. Como cuando se unieron para sacar a Pinochet. Muchas personas que se odiaban en ese tiempo se unieron por un fin en común. Pero ahora eso no lo tienen claro.
Me gusta tocar piano, cantar, tengo una banda. Ensayamos una vez a la semana. Tenemos un disco.
No sé si podría soportar la pega de estar sentado con un computador todo el día. Incluso, si fuera una pega creativa. Cuando he tenido que lidiar con un computador quedo cansado, es como un chupón, no te das cuentas que estuviste dos horas sentado.
No tengo Facebook, ni Twitter, con suerte tengo mail. Y no lo reviso todos los días.
Un día feliz de mi vida: el parto de Santiago, mi hijo menor. Fue sin anestesia, con la Maca en cuclillas, en pelotas, yo con pantalones, sin polera, agarrándola. Fue increíble, fue animal, fue bacán.
Lo mejor de ser padre es que ordené las prioridades de la vida. Antes de ser papá, si por ejemplo en la tele me daban un personaje que no me gustaba, o si tuve un mal ensayo, una mala crítica, era lo peor para mí. Ahora nada me importa tanto. Ahora yo ya no soy el centro de mi vida.
Nunca he tenido una pareja que no sea actriz. Es tan absorbente esta pega. Con la Maca nos conocimos actuando.
En mi casa nunca puede faltar café rico, aceite de oliva, vino. Yo voy al supermercado y me encargo de los licores. Siempre trato de tener un buen whisky.
Mi primer concierto fue a los 17, viajé de Curicó a Santiago para ver a Santana.
¿La situación más límite de mi vida? Estaba solo en Berlín a las 3 de la mañana, no hablaba inglés ni alemán y se fue el último bus. Sabía más o menos dónde estaba el hotel, pero tenía que caminar mucho, era invierno, estaba mal abrigado, tenía miedo. Me metí a una cabina telefónica y hablé con mi polola de entonces. La llamé como para despedirme: "Besos, te quiero, chao". Caminé 40 minutos y por suerte no pasó nada.
Pienso que la muerte siempre está cerca y por eso no le tengo miedo. Hay que tratar de aceptarla cuando llegue. Los budistas dicen que la muerte está a dos metros detrás de ti, siempre cerca.
No creo en el cielo ni el infierno, creo que todo es flujo: uno se vuelve polvo, ceniza, te comen los gusanos, los gusanos se mueren, crecen plantitas. La tierra, los árboles, las estrellas… Prefiero pensar eso, que uno está por ahí dando vueltas. S