Le gustaban los viejos. O, más bien, respetaba a la gente con experiencia. Su novela más famosa, Sostiene Pereira, era la crónica de vida de un redactor avejentado y medio enfermo del corazón, que veía pasar la juventud de otros frente a sus narices. Con el paso de los años dijo que cada vez se parecía más a ese personaje, al achacoso Pereira. Desarrolló varias dolencias, una de ellas, una persistente molestia en la columna que no le permitía moverse demasiado de su casa. De tanto identificarse con el crepúsculo, envejeció antes de tiempo y enfermó terminalmente. Cuatro meses en el hospital fueron su preparación a la muerte, ayer, de cáncer, con sólo 68 años.
Antonio Tabucchi, uno de los escritores italianos más respetados en el mundo en los últimos años y traducido a 40 idiomas, murió en el Hospital de la Cruz Roja de Lisboa, en Portugal. Pasaba la mitad del año en aquel país de adopción, donde también encontró a su esposa, María José de Lancastre, la misma mujer que anunció que sus funerales se harán este jueves y que su difunto esposo descansará en Portugal, como era su voluntad.
Llegó a aquel país, del que obtuvo la nacionalidad en 1994, buscando conocer de cerca la patria de Fernando Pessoa (1888-1935), su escritor más admirado. De él se hizo especialista, traductor y se tomó la libertad de usarlo como personaje de ficción en sus escritos. No le faltaron los premios, y ganó el Médicis en Francia y el Campiello en Italia. Pero lo postularon inútilmente al Príncipe de Asturias y al Premio Nobel en reiteradas ocasiones.
Su vocación literaria fue acompañada en varias oportunidades por su ímpetu político (fue candidato por la izquierda portuguesa en el Parlamento Europeo en 2004) y su enfrentamiento con el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi lo colocó en aprietos. A principios de la década pasada, ni los periódicos La Repubblica ni el Corriere della Sera (del que era columnista) quisieron publicar un artículo suyo contra el magnate de los medios de comunicación. La última crónica que escribió para el diario español El País, en noviembre del 2011, iba también dirigida contra Berlusconi, al que Tabucchi consideraba el genio y figura de la mala salud cultural y política de Italia.
En sus últimos años visitaba poco Florencia, la capital de su Toscana natal. "Ya no me quedan parientes allá", decía. En aquella región había nacido en 1943 y desde sus años universitarios se propuso viajar por Europa. Fue, por ejemplo, en Francia donde leyó por primera vez y en francés a Fernando Pessoa. Heredero de autores italianos realistas como Giuseppe Tomasi di Lampedusa y Beppe Fenoglio, Tabucchi publicó su primera novela, Piazza de Italia, en 1973.
En 1984 lanzó su elogiada Nocturno indio, llevada al cine en 1989 por Alain Corneau, y en 1994 la obra que lo hizo universal: Sostiene Pereira. La historia de este periodista portugués en los tiempos de la dictadura de Salazar, en los años 30, fue también una exitosa película con Marcello Mastroianni, en 1995, y una obra teatral de la compañía Ictus. En el año 97 llegó el filme a Chile y, coincidentemente, Nissim Sharim realizó la adaptación.
"Aunque sólo tuvimos correspondencia, su actitud era abierta y rica, algo que no es frecuente encontrar. Autorizó la adaptación con gran generosidad e, incluso, algunos esbozos de la adaptación le gustaron mucho", recuerda Sharim.
Tabucchi también fue un afiebrado rastreador de datos antes de escribir y una de sus novelas más famosas, La cabeza perdida de Domasceno Monteiro (1997), se anticipó a la resolución del caso policial en que se inspiró.
El autor decía que le gustaba "estar fuera de juego" con los avances tecnológicos. "Es una posición que me conviene, todos los escritores estamos un poco fuera de juego", citaba ayer el diario El País. Amante de lo vetusto y final, hasta la máquina de escribir le parecía moderna. Lo justificaba así: "Pertenezco al Cromagnon. Me gusta tener el bolígrafo y alimentar el callo del dedo".