La escena es inolvidable. Jim Carrey entra a escena. Está rapado al cero, pero es el mismo de siempre: histriónico y cargado de morisquetas. Viene a presentar el Oscar Honorario para Blake Edwards. En la pantalla aparecen imágenes de Desayuno en Tiffany's, La pantera rosa, La fiesta inolvidable y Victor Victoria, entre otros filmes. "Ladies and gentlemen", dice Carrey, "a true master, ¡Blake Edwards!". Y un doble muy parecido al cineasta entra a toda velocidad en una silla de ruedas con motor, le arrebata el Oscar al comediante y se estrella contra una pared de utilería. Jim Carrey corre a verlo. Entonces el verdadero Edwards sale detrás de la pared, se sacude el polvo y le dice: "¡No toques mi Oscar!".
Una escena que grafica a la perfección el estilo de Blake Edwards: el humor físico, irónico, exagerado y estilizado a la vez. Auténtico maestro de la comedia en los 60 y 70, Hollywood le concedió el Oscar a la trayectoria en 2004. "Nunca pensé que llegaría a recibir un Oscar, así que esto es como empezar a comerme el pastel", dijo esa noche. Agradeció a sus amigos y enemigos. Y remató: "Me llenan de energía y voy a demostrar que están equivocados".
Autor de hitos de la comedia, Edwards murió ayer en un hospital de California producto de una neumonía. Tenía 88 años. Lo acompañaban su esposa, la actriz Julie Andrews (esa "hermosa mujer británica con incomparable voz de soprano y vocabulario promiscuo", como la definió) y sus hijos. Director, productor y guionista, era uno de los últimos clásicos americanos.
La vida sin humor
Autor de más de 70 películas, Edwards renovó la comedia en Hollywood. Inmortalizó a Audrey Hepburn en Desayuno en Tiffany's, convirtiendo de paso la novela de Truman Capote en una comedia romántica. Creó al detective más despitado del cine, el inspector Clouseau, y con él, lanzó al estrellato a Peter Sellers y creó una de las sagas de humor más exitosas y memorables (La pantera rosa). Filmó acaso una de las películas más alocadas y divertidas, La fiesta inolvidable. Y creó uno de los últimos sex symbol de Hollywood: Bo Derek en 10.
Nacido el 26 de julio de 1922 en Tulsa (Oklahoma), William Blake Crumb creció en estudios de cine. Su padre, Jack McEdwards, era asistente de dirección, y su abuelo, J. Gordon Edwards, fue un pionero del cine mudo. Gran creador de personajes y diálogos, Edwards partió como guionista. Fue una casualidad. Su novia preparaba un guión para la radio y él se ofreció a ayudarla. Lo reescribió entero. Y le gustó tanto al jefe de su novia que éste le ofreció ser su agente. Así comenzó a escribir en radio y TV.
Pero a Edwards le interesaba el cine. Después de dirigir Mr. Cory, con Tony Curtis y Charles Bickford, y Operación Pacífico, con Cary Grant y Tony Curtis, tuvo su gran oportunidad. John Frankenheimer se retiró de Desayuno en Tiffany's (1961) y Audrey Hepburn lo aceptó como director. Edwards consiguió una comedia adorable con toques de drama. Exito de crítica y taquilla.
Un año después filmó uno de sus grandes títulos fuera de la comedia: Días de vino y rosas. Una estremecedora película sobre el alcoholismo con Jack Lemmon de protagonista.
Pero en 1963 conoció a Peter Sellers y ambos sellaron su destino. El actor británico, que había hecho de todo (musicales, de espías, dramas), encontró la horma de su zapato en el desastroso inspector Clouseau. Y Edwards alcanzó la cima de su talento como autor cómico con La pantera rosa y sus cuatro secuelas.
Juntos filmaron también un portento del humor, La fiesta inolvidable. El guión de Edwards y los hermanos Tom y Frank Waldman tenía apenas 63 páginas. Todo el resto eran los chistes visuales y la improvisación del director.
Casado desde 1969 con Julie Andrews (Mary Poppins), retrató la crisis de madurez masculina en 10 (1979). Y abordó la discriminación sexual en Victor Victoria (1982), donde dirigió a su esposa y fue nominado al Oscar al mejor guión.
"Me dio algunas de las mejores oportunidades de mi carrera y no habrá nadie que le iguale", dijo ayer Robert Wagner, actor de La fiesta inolvidable. "Blake Edwards fue una de las personas que me hicieron amar la comedia. Lamento escuchar la noticia de su muerte", escribió Steve Martin en twitter.
Enfermo de fatiga crónica en sus últimos años, no perdió el humor. "No sería capaz de sobrevivir en la vida si no hubiera sido capaz de ver el dolor de forma cómica", dijo. Tal como aquella noche inolvidable de 2004.