Los pilló robando ropa en su tienda, pero en vez de echarles a los guardias prefirió armarles un grupo y cambiar la historia de la música popular. Malcolm McLaren falleció ayer a los 64 años de edad y después de años batallando contra un cáncer al pulmón. Pero la historia lo recordará por siempre como el hombre que ideó el punk, como el personaje que intuyó que todo estaba en la actitud y que no importaba tanto la destreza ni la técnica que por esos días agobiaba con el rock sinfónico y sus innumerables vertientes.
La tienda que tenía junto a su novia Vivienne Westwood se llamaba SEX y los pillos que robaban cinturones y chaquetas en sus estantes eran los futuros Sex Pistols. McLaren fue su mánager y el gran instigador de todo lo que lograron. No sólo los vistió con las ropas que él había diseñado junto a Westwood y que definirían la estética punk: también les organizó un concierto sobre el río Thames, justo frente a la Casa del Parlamento, y coincidiendo con el jubileo de la Reina de Inglaterra. El show se llamó God save the queen y ya nada fue lo mismo. Consiguió un contrato millonario, pero no tuvo la delicadeza de compartir las ganancias con los músicos.
McLaren era diseñador y empresario de modas y ya en 1972 había manejado a los New York Dolls en Nueva York. De vuelta a Inglaterra, se instala con SEX, conoce a Johnny Rotten y se dedica ciento por ciento a la banda y a provocar. Controversial, McLaren se aleja de la banda en 1978, después de una desastrosa gira por EE.UU., y en medio de acusaciones de sus ex manejados que, por lo bajo, lo trataron de estafador. Cierto, pero sin él nada de esto habría pasado.
El "padrino del punk" sigue vinculado a la música con Bow Bow Bow e intenta manejar la carrera de Red Hot Chili Peppers. Tuvo una fugaz participación en política y muchas apariciones publicitarias. Pero siempre estuvo dispuesto a reclamar su paternidad sobre el punk. Un logro que nadie se atreve a discutir.