El cliché dice que los uruguayos son más tristes que los argentinos y que, en particular, los montevideanos acumulan una melancolía infinita. El escritor Mario Benedetti, según sus cercanos, era el ejemplo vivo de aquel carácter desde hace tres años, cuando su esposa Luz se fue de este mundo. Coincidió la partida de ella con el progresivo debilitamiento de su salud y ayer el cuerpo del autor dijo basta. Tenía 88 años y hace una semana y media había adandonado el hospital tras una patología intestinal crónica que finalmente comprometió todos sus órganos. Su hogar de Montevideo fue la morada de su muerte.
Nacido en Paso de los Toros, Benedetti pertenecía a la generación del 45, al igual que Juan Carlos Onetti. Si este último (a la larga, más prestigioso e influyente) cultivó un perfil escurridizo y creó una serie de novelas agridulces sin política contingente, Benedetti siempre se abrió al público a través de sus recitales de poesía, entregando lo mejor de sí en sus primeros poemas, los relatos y la novela La tregua (1960). El compromiso con las causas políticas de izquierda lo definieron desde que se opuso al tratado militar de su país con EE.UU. en 1949 hasta su apoyo al Presidente venezolano Hugo Chávez, con condecoraciones incluidas. Determinante en su animadversión hacia EE.UU. fue un episodio en 1959, cuando sólo se le permitió el ingreso al país tras firmar una declaración donde aseguraba que no asesinaría al presidente.
Fue siempre un irreductible partidario de Fidel Castro e incluso otro compañero de la generación del 45, el fiero crítico Angel Rama, lo llamó alguna vez "funcionario cubano".
Su primer gran éxito lo consiguió en 1956 con Poemas de la oficina, donde observó el submundo de la burocracia de la capital uruguaya, luego recogida en sus retratos de la gris y melancólica vida de los personajes de Montevideanos (1959), considerado su mejor libro de cuentos. La génesis de estas obras está en su propio trabajo como taquígrafo en la federación de básquetbol y en una importadora de repuestos de automóviles.
Según varios, a medida que su compromiso político se hacía más evidente sus obras se fueron haciendo más obvias y panfletarias, perdiendo el brillo de las historias mínimas creadas en los 50.
Recién en abril se había publicado su último libro de poemas, Testigo de uno mismo, prueba de su fecundidad creativa, resumida en casi 80 títulos. El mayor galardón que obtuvo fue el Premio Reina Sofía de Poesía en 1999, aunque en lo personal su mayor reconocimiento fue quizás el incondicional apoyo de un gran número de seguidores. Como el mismo autor lo decía, muchos le confesaban que solían usar sus versos para enganchar a alguna mujer.
Desde años 70 coqueteó con la música y junto a Joan Manuel Serrat publicó el álbum El sur también existe (1985). Si en su vida, a muchos les molestó su discurso político, otros respetaron su humildad ("Onetti fue siempre el más grande" solía decir) y rescataron su primera obra. Alguien alguna vez le preguntó por qué siempre escribía sobre la clase media y Benedetti respondió: "Es que esa es mi limitación. Me siento muy inseguro si me salgo del montevideano de clase media. Ese es el territorio que yo conozco".