Mike Nichols, el director estadounidense que este miércoles murió en Nueva York a los 83 años, perdió todo el cabello de su cuerpo a los cuatro años. Una rara reacción alérgica lo dejó calvo para siempre y durante su época escolar sólo una gorra de béisbol lo salvó del cruel escarmiento infantil. Hablando con el indomable acento alemán de sus primeros siete años de vida en Berlín, Nichols debió aprender a reírse de sí mismo desde pequeño. También, con una sabiduría que el tiempo sólo perfeccionaría, entendió que más valía la pena tomarse la vida con algo de humor. Así lo haría en muchas de sus películas, donde el drama se confunde con la risa de manera admirable.
Ayer, después de conocerse la noticia de su muerte por un ataque cardíaco, sus colegas y amigos insistían con fervor en el espíritu despierto y la perspicacia de un director particularmente querido entre los actores. También era, quizás, porque el mismo Nichols fue actor y en 1958 formó el popular dúo cómico Nichols and May junto a la actriz Elaine May. Desde las palabras de Meryl Streep ("una alegría y una inspiración para todos los que lo conocimos"), pasando por el dramaturgo Neil Simon ("el tipo más listo que he conocido en mi vida") hasta Julia Roberts ("uno de los pocos héroes que teníamos en este mundo"), la reacción a la muerte de Nichols fue amplia.
Nacido bajo el poco americano nombre de Mikhail Igor Peschkowsky en Berlín, hijo de un acomodado médico ruso judío que había abandonado Alemania tras la llegada de Hitler al poder, Nichols dejó sus iniciales inclinaciones a medicina y ya en la Universidad de Chicago optó por el teatro. Es más, el futuro director de El graduado fue siempre un animal de teatro y así como cosechó un sólo Oscar en su vida, llegó a acumular nueve premios Tony por sus incursiones en Broadway.
Del mundo teatral heredó su cercanía con los actores, su capacidad de persuasión y su sentido del riesgo a la hora del casting. El ejemplo más evidente fue El graduado, donde apostó a Dustin Hoffman por sobre Robert Redford, preferido de los productores. La opción le dio cancha libre a los directores del Nuevo Hollywood, movimiento que Nichols anunció, quienes siempre preferirían a los actores procedentes del teatro, como Hoffman, De Niro o Pacino.
Mike Nichols brilló por su versatilidad y por pisar distintos géneros. Fue uno de los precursores de las ahora bullentes series de calidad de HBO al dirigir la multipremiada producción Angeles en América (2003). En teatro, lo logró todo. Empezó en 1963 con una celebrada producción de Descalzos en el parque con Robert Redford, y en el 2012 dirigió a Philip Seymour Hoffman en una nueva versión de Muerte de un viajante. Entre medio, en 1992, tuvo a sus órdenes a Glenn Close, Gene Hackman y Richard Dreyfuss en La muerte y la doncella del chileno Ariel Dorfman.
Sin embargo, el medio donde Nichols alcanzó la masividad fue el cine, territorio al que ingresó con personalidad y gran iniciativa: en su primera película, ¿Quién le teme a Virginia Woolf? (1966) dirigió al matrimonio estrella de Hollywood formado por Richard Burton y Elizabeth Taylor. Cansados de roles rutinarios, ambos se dejaron convencer por el debutante Nichols, quien les hizo dar dos de las mejores actuaciones de su vida. Para Taylor fue su segundo Oscar y para Burton un curioso aprendizaje. "He hecho todo Shakespeare y pensé que nadie podría enseñarme nada. Pero Mike ha logrado hacerlo", diría Burton.
A la turbulenta historia de ese matrimonio alcoholizado y en franca caída, le siguió un año después El graduado, un filme que fue una perfecta instantánea de su época. A través de la historia de un recién egresado de la universidad enredado con su futura suegra, Nichols reflejó los prejuicios e hipocresía de la vida burguesa de los suburbios americanos en los 60. Veinte años después, otra vez supo captar el clima de su tiempo a través de Secretaria ejecutiva, comedia romántica que esconde una cruda radiografía del exitismo en los 80 de Reagan.
Responsable también de ácidas historias sobre políticos hábiles y de moral cuestionable (Colores primarios y La guerra de Charlie Wilson), Nichols nunca renunció a analizar el crepuscular clima de la disolución de la pareja, desde ¿Quién le teme...? hasta Closer (2004), su última gran película. Lo hizo con humor y desencanto en Conocimiento carnal (1971), donde Jack Nicholson era un insaciable que engañaba una y otra vez a su voluptuosa novia (Ann-Margret) y lo repitió en El difícil arte de amar (1986), donde otra vez Nicholson rompía con dedicación el corazón de su esposa, interpretada por Meryl Streep.
Nichols, que siempre tuvo éxito con las mujeres y cambió la gorra de béisbol por una eterna peluca, se casó cuatro veces y sabía lo que era empezar una y otra vez una relación. Sus películas, que fueron de grandes éxitos a fracasos, reflejaban esa personalidad cautivante y caprichosa. Una de las mejores definiciones del realizador la entregó su ex pareja profesional y sentimental Elaine May: "Mike es ingenioso, preparado y además escribe, ¿pero es perfecto? No: pues él sabe que nadie que sea perfecto es digno de cariño. Hay que tener los justos defectos y Mike tiene los necesarios para ser encantador".